Coctelera

Coctelera

Entonces tenemos, mi querido Magino, que Francia contempla la posibilidad de enviar una «fuerza de paz» a Haití, donde el horno no está para galletitas y donde le juegan un cuadro cerrado a don Jean Bertrand que eso manda madre. Mire, viejito vagabundón, jamás acabaré de entender a estos grandotes de la política y de todo. Supongamos que Francia se vea en la «obligación» de enviar sus tropas para «pacificar» a los haitianos, ¿no costaría esa operación un verdadero dineral a los contribuyentes franceses? ¿No hubiera sido más barato para los compatriotas de Belmondo ir en auxilio de los haitianos desde años ha, para mitigar la miseria que estremece al más pobre país del continente? ¿Cuántas vidas haitianas se hubieran preservado?…..

Y eso va, también, para el gran Coloso del Norte, que vive hablando pendejadas de solidaridad, solidaridad que contrasta con los hechos. ¿Cuándo se dio cuenta Estados Unidos que su democracia no era posible establecerla en un Haití empobrecido hasta la médula? El gobierno de Bill Clinton era de los que decía «Aristide o que entre el mar», parodiando a don Horacio, y ahora se da cuenta de que el mar entró, pero se quiere hacer el pendejo y lavarse las lindas manitas que tantos cocotazos han dado alrededor del mundo, claro, a los chiquitos…..

Es cierto que Jean Bertrand es un incordio de liga mayor, más terco que una mula, aunque parece que la terquedad en los mandatarios no es un atributo exclusivo de los aristidianos. Es claro, sin embargo, que los gritos dominicanos son desoídos por esos grandotes que tanta responsabilidad tienen en la pobreza que impera en Haití. Mire, Maginito, el Coctelero escuchó, en una ocasión, una brillante exposición que sobre la situación domínico-haitiana hizo el entonces presidente Leonel Fernández Reyna a su colega francés Jacques Chirac. Y la exposición vino cuando los franceses no entendían que en esta isla tan pequeñita existieran dos naciones distintas. Se oyó a Fernández pero no se le escuchó. El presidente Hipólito Mejía, desde su ascenso al poder, ha expuesto con claridad la necesidad que tiene Haití de una masiva ayuda internacional. Ha explicado, sin rodeos, los peligros a que se expone no solo al vecino país, sino también al nuestro. ¿Le han hecho caso los grandotes de verdad? Si me dice que sí, le prometo que usted estrenará la ley de enemas, no la de lemas…..

Hay veces en que creo, Maginito, que los norteamericanos decidieron quitar cualquier respaldo al extinto presidente Joaquín Balaguer no por el hecho de que se encontraba totalmente ciego y desmejorado físicamente. Me refiero a la última comparecencia electoral del viejo caudillo. A los norteamericanos, aparentemente, poco o nada preocupaba que Balaguer tratara de reelegirse. El volvió ciego y enfermo en 1986. Pero cuando el líder reformista decidió actuar por su propia cuenta en la crisis política que estremecía a Haití, la cosa se le puso difícil, pues el «hermano grande» ya había tomado su decisión con Aristide. Balaguer, finalmente, se vio obligado a ceder en la gran movilización militar en la frontera, que costó un dineral al contribuyente dominicano, pues ni Estados Unidos ni las Naciones Unidas reembolsaron los hediondos gastado en guardias, que muy bien pudieron invertirse en comida para socorrer a los propios haitianos. Será un sueño o lo que sea, pero creo que el pensar libremente en el caso haitiano decidió la suerte de Balaguer, aun cuando el hábil político le escatimó dos añitos no solo al PRD sino también a los grandotes que representaban el embajador John Graham, el canadiense que vino a defender la vagabundería de la Hydro Quebec Sofati, y al inefable señor Skol, el del «dardo de los partos», hoy cabildero del gobierno dominicano en Washington, de seguro con un buen ingreso anual y no precisamente en podridos…..

Hoy Haití ocupa la atención del mundo. Nueva vez por la violencia que le estremece, no por la miseria que le acaba. Parece como que a la comunidad internacional no le llama la atención, para nada, que haitianos mueran de hambre. Sí, por el contrario, les «mortifica» que caigan en hechos de sangre entre hermanos. Mientras tanto, que se jodan los dominicanos, pues los «grandotes» de verdad consideran que el país puede asimilar a los vecinos, sin necesidad de dañar sus propios territorios. Y aquí comiendo jaibas, sin atrevernos, siquiera, a dictar una ley de migración en que estén fuera las manos de los grandotes.

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