Coctelera

Coctelera

El señor  Albert Ramdin es el secretario general adjunto de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y presidente de la Fuerza Tarea Haitiana. Según el señor Ramdin, la OEA está “desalentada” con la administración del presidente René Preval porque ésta ha fallado en el desarrollo económico, promoción de inversiones y creación de empleos.

El señor Ramdin produjo sus críticas al mandatario haitiano desde una oficina muy bien equipada en la capital dominicana y al Coctelero se le ocurre pensar que en el funcionario de la OEA sobresale una buena dosis de abusador. Ramdin afirma, al descubrir que el limoncillo mancha, que si el presidente Preval hubiera resuelto los problemas estructurales de su país, los haitianos no cruzarían  con destino a la República Dominicana. Mientras el señor Ramdin le acusaba en Santo Domingo, el presidente Preval dejaba su despacho en Puerto Príncipe y se trasladaba a la línea fronteriza para indagar, sobre el terreno, que había ocurrido en realidad, entre dominicanos y haitianos. Aún cuando eso no guarda relación con los cargos lanzados por el señor Ramdin, ¿cómo dudar del trabajo de un hombre que se desplaza centenares de kilómetros para preservar la paz entre los dos países que comparten el dominio de la isla?…

Haití,  mi querido Magino, con el presidente Preval a la cabeza, ha tenido mala suerte. Después de pasar años y años de pésima fortuna en todos los órdenes, el gobierno haitiano comenzó tímidos programas agropecuario y cuando más entusiasmo cundía en el oficialismo vecino, tres demoledores huracanes, en forma consecutiva, destruyeron todo cuanto se había logrado, borraron las débiles estructuras existentes y provocaron miles de muertos. Se supone que el señor Ramdin, desde su posición en la OEA, acudió en auxilio inmediato de los haitianos.

Hoy Haití lo que merece es la solidaridad mundial en vez de las críticas a un presidente, que aún enfermo, se dedica a tiempo completo a luchar por su país. La situación a que ha llegado Haití con su desertificación, que hace improductivos sus predios y un incipiente desarrollo industrial, no es problema para Preval. Es problema para la sociedad mundial. Es problema para la República Dominicana que tiene que contener una migración masiva de indocumentados y que irresponsablemente no lo ha hecho, permitiendo que el problema adquiera ribetes de tragedia. Hoy hemos llegado al extremo de admitir, en boca de las más altas directrices de Migración, que incurrimos en excesos similares a los que nos llevan a las cortes internacionales.

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