Coctelera

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Mi muy querido Magino, hace alrededor de dos meses que le dije a usted que el presidente George Bush, de los Estados Unidos, junto a sus queridísimos Tony Blair, de Gran Bretaña, y José María Aznar, de España, tenían una brillante ocasión para invadir Haití y buscar las armas de «destrucción masiva» que siempre están disponibles en ese vecino país. Al parecer, Maginito, después del fracaso en la búsqueda de esas armas en el Irak de don Sadam, el amigo Bush y sus canchanchanes de grandes ligas no quieren más vainitas. Es evidente, sin embargo, que en Haití no pasaría lo que ocurrió en Irak y nunca se necesitaría dilapidar muchos recurso para encontrar esas armas de «destrucción masiva». Es más, hasta los dominicanos nos beneficiaríamos de la invasión norteamericana a Haití, pues eso nos permitiría traer nuestros soldados que se encuentran en Irak para mandarlos a la frontera, –de este lado, carajo– y no exponerlos a toda clase de peligros en los predios que una vez controló el cabronazo de Hussein…

Quizás, Magino, ha habido cierta falta de cooperación dominicana para convencer a Bush de la necesidad imperiosa de que tanto Estados Unidos como los otros «amigos de Haití» invadan el territorio vecino. Esa falta de cooperación reside en que ha brillado por su ausencia el timbal dominicano para presentar a las puertas de la misión estadounidense unas cuantas «armas de destrucción masiva» de la que los haitianos envían cada hora a este pequeño país que es el soporte de una tragedia que debería enfrentar una partida de explotadores extranjeros que viven hablando pendejadas todo el tiempo…

¿No creen los norteamericanos, y sus socios británicos y españoles –agréguele a los canadienses de ñapa– que el hambre que afecta a los haitianos es cuando menos, un arma de destrucción tan letal o más letal que los M-16 que ellos fabricaron para los muchachos que iban a excursiones no turísticas en el lejano Vietnam? Me refiero, desde luego, a los M-16 en buenas condiciones, no a los denunciados por la Ralph Nader Society como defectuosos, con la agujas de percutor dañadas, y que ocasionaron muchas muertes a los propios clientes de las mencionadas armas?…

¿Usted cree, Maginito, que si los haitianos estuvieran bien alimentados, educados aunque sea en una forma mínima, con una salud primaria bien atendida, hubiera tantos bandoleros armados en el vecino país? ¿Cree usted que si eso hubiera pasado allí, el demagogo de Jean Bertrand Aristide hubiera podido gobernar como lo ha hecho? Es cierto que don jean Bertrand jamás hubiera podido acabar con la miseria que ha dominado Haití a través de los años, desde que nació como país «libre y soberano». Ningún ser humano lo haría en unos añitos. Pero eso no justifica que hubiera empeorado la situación hasta permitir que cierto bandolerismo se convirtiera en «patriotismo»…

Mire, Maginito, ¿por qué las Naciones Unidas, la Organización de los Estados Americanos y muchísimas entidades internacionales no aúnan esfuerzos y preparan un programa, para ser desarrollado a corto, mediano y largo plazo, dirigido a poner fin a la «producción» de armas de destrucción masiva» en Haití? Eso podría contar con el respaldo material y moral de El Vaticano. Ese plan podría dedicar recursos, no chelitos entregados demagógicamente para que se invierta una parte y la otra se reparta hasta con carajetes de los propios auspiciadores, podría dedicar recursos repito, para enfrentar el hambre y las enfermedades en Haití, para tratar de educar someramente a mucha gente que ha sido transportada a la civilización sin poder asimilarla? Cuando los internacionalistas y los amigos de Haití hagan eso, ni modo, tendrán que recibir la bendición de todo el mundo. Eso sí, Maginito, le sugiero que se consiga una copia del plan que sé prepare para que lo envíen a los dominicanos, no solo para aplicarlo en el país a los haitianos que están por todas partes, sino para dominicanizarlo, pues si bien todavía en estos lares el hambre y la insalubridad no son armas de destrucción masiva, ya le hacen un boquete a cualquiera. Y no falta mucho por taladrar. Aleluya.

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