Coctelera

Coctelera

Este, mi querido Maginito, no es solo un país muy especial, como rezaba el anuncio del ron aquel. Este es, por encima de todas las cosas, un país del carajo. Aquí, quien no corre, vuela. Y vuela dentro o fuera del estamento oficial o privado. Todo es posible en esta media isla de corcho, menos, para muchos, el cumplimiento estricto de la ley y la aplicación de la misma a quienes le pasan por encima.

Eso sí, hay sus excepciones, hay a quienes, por dejar de lado la ley y violarla a su antojo, le aplican disposiciones para reventarlo, pero tiene usted, en ese caso, que proceder, digamos, del «sur profundo», ser vizcaín y no descender del árbol sembrado en 1492 por los salteadores que llegaron a estas playas, árbol cuyas raíces aun están fresquecitas pese al paso de los años…

Ahora mismo, Maginito, se muestra un casito que si no es digno de ir al libro de records cuando menos debe inscribirse en el pizarrón de la antivergüenza. Ocurre que un grupo artístico –Aventura– fue sancionado, administrativamente, por haber «ofendido» la moral y las buenas costumbres. Un añito de suspensión para los atrevidos jóvenes que forman el ya famoso grupo. Sucede ahora, sin embargo, que nada menos que la Secretaria de Cultura, según informes, idea un plan para «ayudar» a los valiosos artistas, un plan dirigido a quitarle la sanción gubernamental y recomienda, como paso previo, pedir perdón a la sociedad por la ofensa. Eso nada tiene de raro ni de novedoso. Es muy correcto. Y si la petición de perdón es sincera, ni modo, a funcionar. ¿O no tiene derecho un grupo de jóvenes a arrepentirse y a ser perdonado por una sociedad en la cual se indulta a tantos delincuentes y se deja de castigar a tantos bandidos vestidos de señores?…

No pase por alto el hecho de que hasta la Iglesia Católica ha pedido perdón en varias ocasiones. Lo pidió cuando se conmemoró el quinto centenario del descubrimiento de América, por las atrocidades cometidas por el combo show que dirigió el líder genovés, combo que incluía a los hermanitos Martín y Alonso Pinzón, definidos como mari..neros por una popular canción. Lo pidió, también, por hostigar a Galileo hasta bajarle la guardia. Y lo ha pedido por las barbaridades en que han incurrido curas y obispos cundangos. Pero la Iglesia Católica se ha limitado a eso. Cultura, en cambio, no solo quiere recomendar la petición de perdón. ¡La valora! Y pide a los muchachos –a su empresa mejor dicho– que donen un millón de pesos que será destinado a programas en favor de la niñez. Sin duda, Maginito, que en Cultura hay timbales de todos los tamaños y colores, aunque todavía ese departamento del gobierno central no cuenta con una orquesta o un combo. Es decir, Maginito, Cultura, en realidad, no cree que Aventura ofendió y si lo cree, entonces pone precio a eso. Es como si dijera, «insulte hoy y pague después». Desde luego, el palo «cultural» a lo mejor pone contentito a Felucho Jiménez, pues Turismo contrató a Aventura por 18 millones de pesos para una serie de conciertos dentro y fuera del país. Por eso le sugerimos algo a los empresarios de Aventura: que Turismo solo pague 17 millones al grupo y el otro millón lo remita a Cultura como aporte de los supendidos. A ver si de esa manera gobierno paga a gobierno y no cubito a la flor…

Mire, Maginito, como para sancionar a Aventura no se tuvo escrúpulos en recurrir a un Reglamento 824 que debe constituir una pura vergüenza para este país, vamos a recomendarle a Cultura, con todo respeto, la aplicación de algunos articulados del adefesio dictado por el doctor Joaquín Balaguer el 10 de abril de 1971, y que tanto ha gustado a los tres partidos mayoritarios de este supersinvergüenza sistema político que nos desgobierna…

Se debería cobrar, como dice el párrafo IV del artículo 16, la suma de RD$0.25 a los espectáculos presentados en parques, mercados y plazoletas «tales como telepatías, astrología, grafología, quiromancia y malabarismo». Es más, podría agregarse el show del infeliz que se entretiene con una iguana. Hay que uniformar, según lo dispone el Reglamento 824 ese, a todo el personal que labora en las salas de espectáculos públicos, algo que también deberían exigir los mismos empleados, para que así le rinda más la ropa, muy cara por cierto, y por la que se debe cubrir el 16 por ciento del ITBIS cuando se manda a una lavandería…

Cultura debería exigir, asimismo, la presencia de un agente policial en cada centro de espectáculos. Poco o nada importa que falten cuchumil policías para proteger a la ciudadanía que paga sus servicios aun cuando no los reciba, pues de pendejos está el mundo lleno. Sería buenito que las «autoridades» dieran una lecturita al artículo 27, que »prohíbe» en las salas de espectáculos hacer ruidos, emitir silbidos, etc. y aclarar que se quiere decir en dicho articulo cuando se hable de prohibir en esas salas «manifestaciones deshonestas». «¿Ignora usted acaso Maginito, que en ese Reglamento se dispone la prohibición de «divulgar ideas o doctrinas disociadoras?» ¿Y que me dice del artículo 104?. «Ningún locutor podrá transmitir noticias alarmantes, tales como fuego, ciclones, inundaciones, etc., sin que esta noticia haya sido aprobada y debidamente autorizada por la autoridad competente». Queda claro, por tanto, que cuando venga un ciclón, usted tiene que joderse, pues las noticias sobre ese fenómeno, si ha causado estragos, tiene que ser autorizada por una «autoridad competente» y ocurre que estamos llenos de autoridades incompetentes. ¿Que le parece?

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