Coctelera

Coctelera

¡Hola, don Magino! Veo, viejito tramposo, que el dirigente peledeísta Luis Ynchausti rechaza que se retiren las actuaciones que se le han formulado, junto a compañeros de partido, por una supuesta malversación de más de mil millones de los hediondazos durante la primera administración de Leonel Fernández. Es el célebre caso conocido como PEME. Los otros acusados son los antiguos altos funcionarios peledeístas Hivanjoe Ng Cortiñas, Diandino Peña Criquet y Simón Lizardo, quienes hoy también desempeñan elevadas funciones en el nuevo gobierno de Fernández.

El Coctelero, Maginito, se identifica con el juicio externado por Ynchausti. Que sea la justicia la que determine si los acusados son inocentes o culpables. Y él sostiene que demostrará la falsedad de los cargos que se le formulan…

Abogados han dicho que resultaría incongruente que el Ministerio Público actual mantuviera y llevara la acusación contra funcionarios del gobierno que le designa. Aparentemente el caso tiene algún asidero. Pero resultaría muy chocante, al mismo tiempo, que sea el gobierno el que de hecho descargue a sus antiguos funcionarios acusados de mal manejos de sumas respetables. La opinión pública no quedaría totalmente satisfecha, por más atisbos de que se ha tratado, desde un principio, de un caso con ribetes políticos…

Eso me recuerda, Maginito, lo acontecido con el expresidente perredeísta Salvador Jorge Blanco cuando dejó el poder en 1986, dando paso al siempre sagaz Joaquín Balaguer. A Jorge Blanco se le acusó de todo lo malo ocurrido en su administración. Se le persiguió y acosó. Se le juzgó en contumacia y se le condenó. Se le pasó causa cuando regresó al país y anuló el fallo en contumacia. El implacable juez Juan María Severino volvió a condenarle y el caso se estancó en apelación, pero ya Balaguer, tras bambalinas, había destruído, políticamente, a quien podía ser candidato presidencial nueva vez. A Jorge Blanco se le acusó de mal manejo de recursos del Estado en compras desde automóviles hasta ¡una piña! Cuando el PRD, con Hipólito Mejía a la cabeza, volvió al mando, se le otorgó un «perdón» a Jorge Blanco, se le retiraron los cargos y así se cerró un expediente que debió ir, como gusta decir a los políticos «hasta las últimas consecuencias», pues era visible que el antiguo mandatario era objeto de un feroz ataque político, aún cuando eso no significara que durante su mandato, como durante todos los que hemos tenido por aquí, se manejaran recursos económicos en forma incorrecta y para beneficio de unos cuantos vivos. Pero el expresidente prefirió acogerse a lo dispuesto por el gobierno y cayó el telón del enojoso asunto…

Ynchausti tiene razón cuando reclama la continuación del proceso incoado, pues engavetar el mismo, de manera definitiva, por el hecho de que el Estado retire los cargos formulados durante la administración perredeísta de Mejía no constituye más que una decisión puramente política. Y no es lo más correcto qué por el hecho de que la acusación tenga visos políticos, sean los políticos quienes cierren el caso. Es más, los acusados, de ser declarados inocentes, deberían tener hasta derecho a que se les otorgue la reparación de lugar. ¿O es qué vamos a seguir la práctica, cada vez que cambia un gobierno, de acusar por acusar y jamás conocer de las acusaciones en juicios públicos, orales y contradictorios?…

Maginito, ¿Qué le parece la decisión de granjeros avícolas, de vender en granja a 16 pesos la libra del inocente pío pío, como lo llamaba el poeta Ramón Lacay Polanco? No hay duda alguna que está el pollo por pipá. La pasada semana, en los supermercados Pola, la cosa no fue chiquita con los pollos, pues al colocarlos un día a 18.95 libra y al otro a 16.95, se congregó allí tanta gente como cuándo jugaban Aguilas y Licey, en la capital o en Santiago. Ahora falta, viejo hartón, que la libra de pollo llegue a buenos precios en los barrios pobres, pues no se si usted está enterado de que en esos barrios todo cuesta más caro, pues no hay peor explotador que el de su propia clase. Y vaya a fuñir para otro lado.

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