Coctelera

Coctelera

Se me fue Fuñi-Fuñi. Se marchó, definitivamente, un entrañable amigo que era raro el día que dejaba de llamarme por teléfono, bien tempranito en las mañanas, para comentar algunas noticias publicadas en la prensa del día o, simplemente, para saber cómo me encontraba. Era atento a más no poder. Cumplidor hasta la tambora. Controversial para muchos. Vehemente en la defensa de sus creencias. Apasionado al exponer sus ideas. Muy difícil de dar su brazo a torcer cuando creía que tenía la razón. Teatral a lo Lawrence Olivier a la hora de exponer sus juicios. Era tan solidario con sus amigos, que muchas veces abonaba causas que se sabían perdidas de antemano. A veces lucía despiadado en los ataques periodísticos, especialmente en los desarrollados a través de la televisión. Pero no era cobarde. Nunca lo fue. Siempre atacaba, cuando creía que debía hacerlo, de frente todo el tiempo. Y aunque muchos no lo crean así, querido Magino, no era rencoroso…

Desde muy jovencito conoció el exilio. Su familia, en su gran mayoría, era opuesta al régimen dirigido por el dictador Rafael L. Trujillo Molina. Se desarrolló, pues, en medios en que la libertad, aunque con algunos eclipses, le permitía una formación política que jamás hubiera logrado aquí. Tuvo, hasta cierto punto, una formación marxista aun cuando no me atrevería a decir que era comunista en toda la extensión de la palabra. Condenaba al imperialismo pero también lo hacía con el totalitarismo soviético…

Erradicada la dictadura trujillista, retornó al país y durante los siete meses del gobierno constitucional de 1963, fue asesor del Senado. Derrocado ese gobierno, presidido por el profesor Juan Bosch, fue deportado y comenzó su nuevo peregrinar por la patria del Libertador, que ya conocía muy bien. Se le acusó de comunista, el «sambenito» que se endilgaba a quienes se oponían a los atropellos cometidos por regímenes de facto que no respetaban libertad alguna, a no ser la de sus integrantes y simpatizantes. Los hechos revolucionarios de 1965 le tomaron en el exilio y no pudo retornar hasta años después, ya en las postrimerías de la primera administración Balaguer. Tuvo que luchar duro para reorientarse. Trabajó en agencias de publicidad y produjo programas para la radio. Siempre vivió de su trabajo…

No se marginó de la política –la vivía como virus permanente– y así lo vemos, de buenas a primeras, como diputado de 1978 a 1982, llevado al Congreso por el PRSC. En otra ocasión fue candidato a las Cámaras, nominado por el Partido Comunista Dominicano. Durante mucho tiempo no tuvo militancia política, pero parecía tenerla por su anti-gobiernismo, sobre todo cuando del PRD se trataba. Sin duda alguna que carecía de miedo. Su voz atronaba por las noches, a través de las pantallas de la televisión, contra el narcotráfico y contra el uso de estupefacientes en el país. Parecía que le agradaba arriesgarse…

Para sus amigos fue una sorpresa su decisión de irse al servicio exterior al iniciarse la actual administración presidida por el doctor Leonel Fernández. Al Coctelero, particularmente, le dijo que su retiro no era definitivo, que deseaba pasarse «un par de años» en la embajada en Chile, al frente de la cual fue nombrado. Le advertí cuanto ocurrió. No usé muchas vueltas para decirle que su designación sería aprobada pero después que el Senado le mortificara bastante, pues iba a cobrarle su antiperredeísmo. También le dije que nada podía hacer sino esperar y que el gobierno no iba a crear una crisis por la situación presentada. Él aceptó los argumentos, pero sabía que el stress le afectaba y mucho…

El destino le jugó una mala pasada. No pudo iniciar su verdadera gestión en Chile y cuando preparaba el traslado de muebles, pinturas etc., cuando su familia iba a acompañarle a la nación sudamericana, el cáncer asintomático que, sin él saberlo, corroía sus entrañas, dio señales de vida. El resto es parte de la historia. Miguel Angel Velázquez Mainardi murió ayer en esta ciudad. Su muerte interrumpe una amistad de casi cuarenta años, amistad reforzada por muchas discusiones respetuosas en las cuales jamás impusimos nuestras ideas por la fuerza. Con el Coctelero fue solidario en todo momento. Mi esposa, mis hijos y mis nietos le querían por su sencillez, por su franqueza. En HOY perdemos a un colaborador de calidad, leal por encima de todas las cosas, inquieto a tiempo completo, trabajador incansable en el área periodística por una parte y en la comercial por la otra, pero por encima de ambas, cultivador del afecto y del cariño. Mi pésame más sentido para su esposa María y para sus hijos Vladimir, Coco, Natasha, Ninoska y Ana María y mi viejo softbolista, su hermano Rundo. Velazquito, el querídisimo Fuñi-Fuñi, es uno de mis personajes inolvidables.

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