Coctelera

Coctelera

Respaldar cuantos esfuerzos legales hagan el presidente Leonel Fernández y su gobierno para frenar la criminalidad que nos espanta es algo que merece el apoyo de la población dominicana que desea que sobrevivamos como nación civilizada. No se trata de solidarizarse con gobierno alguno, pues esa criminalidad en aumento nos amenaza a todos por igual, incluyendo a los insensatos que podrían calcular que el bandolerismo conviene a sus intereses espurios.

La citada criminalidad, mi querido Magino, nos daña a todos, aquí no hay ni río revuelto ni ganancia de pescadores. Sencillamente, ese delito envenena las aguas y extermina a los peces, a todos por igual, a los sanos y a los que producen ciguatera. Por eso, viejo bandidazo en cuanto a la criminalidad se refiere, para combatirla, jugamos todos o simplemente desaparece la baraja…

Eso sí, viejito charlatanazo, hay que apretarse el cinturón y el gobierno, bajo circunstancia alguna, puede dar muestras de debilidad. Sus funcionarios –civiles, militares y policiales tienen que dejar de lado el hablar pendejadas constantemente. Que hablen lo indispensable, cuando tengan algo de valor que informar y no lo hagan simplemente para lograr preeminencia en los medios de comunicación social, los escritos y los electrónicos. Y que me perdonen mis colegas si eso nos hace perder «noticias»…

También hay que entender, Maginito, y entenderlo de una vez y para siempre, que la única criminalidad existente en este país no es la que cuesta vidas de humildes residentes en barrios de los llamados periféricos o de agentes y oficiales de la Policía que cumplen con sus obligaciones para defender una sociedad que les retribuye con una miseria salarial y prácticamente ningún beneficio colateral. ¿No es acaso un crimen, le pregunto, el saquear las arcas del Estado y pasearse después por las calles de ciudades y campos, dominicanos y extranjeros, sin que el brazo de la justicia le alcance? ¿No es un crimen, amigo Magino, respaldar la introducción de contrabandos, permitiendo así no solo una competencia desleal con quienes cumplen las leyes, sino reduciendo el monto de los ingresos del Estado e impidiendo, de esa manera grotesca, que mayores recursos puedan ser destinados a combatir las desigualdades sociales? ¿No es una acción criminal prevalerse del poder para legislar a favor de intereses particulares en el sector privado? ¿Es imposible luchar contra esta clase de criminalidad, que si bien no cobra vidas de manera directa, por medio del terror, debilita la vida moral de la nación hasta el punto que alienta la criminalidad en la base al observar ésta la impunidad imperante en la cúpula? ¿O es qué el Estado, en distintos estamentos, se siente tan culpable que prefiere dar la callada por respuesta o, en último caso, presentar espectáculos que sirvan a manera de simple y engañosa distracción?…

Luchar contra la criminalidad no es tarea fácil, sobre todo cuando en una sociedad cierta clase de crímenes no son condenados con energía y son vistos hasta con cierta irresponsabilidad colectiva. Estamos de acuerdo en que hay que intensificar los esfuerzos para frenar la ola de violencia que nos arropa. Hay que tecnificar los llamados cuerpos del orden, limparlos de escorias y poner a vivir como personas decentes a quienes arriesgan sus vidas para dar seguridad a la ciudadanía. El país necesita una verdadera Policía, bien preparada y mejor equipada, donde la demagogia no quepa y donde el delito en su seno sea castigado con toda severidad. Al mismo tiempo es necesario reforzar el Poder Judicial, luchar para que cada día exista una justicia más severa, más fuerte y, sobre todo, más limpia, menos corruptible…

Pero no puede pasarse por alto un hecho: no es justo que la otra criminalidad se mantenga impune. Que verdaderos estafadores disfruten de fortunas malhabidas, logradas a expensas de los contribuyentes, de los que pagan impuestos para que se inviertan en gastos que beneficien a todos los dominicanos, no a unos cuantos dominicanos. Y eso jamás podría lograrse con una justicia maleable, débil y con un gobierno temeroso. Eso jamás se conseguirá con funcionarios hablando pendejadas todo el día.

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