Coctelera

Coctelera

Si me preguntaran por Ramón Antonio Molina Pacheco me sentiría más perdido que el hijo aquel a la hora de identificar ese personaje. Y me costaría trabajo creer que ese señor es el mismísimo Papa Molina, un músico fuera de serie, orgullo dominicano y un hombre que huye a la publicidad, que es humilde en todos los órdenes de la vida y a quien la megalomanía que flota en el ambiente dominicano jamás le ha afectado. A ese Papa Molina, !por fin!, la sociedad le rendirá el tributo que merece, a través de los cronistas de arte, quienes este año le rendirán un homenaje coincidente con la nominación a los premios Casandra…

Mire, don Magino, Papa Molina no es de hoy. Viene de lejos, desde los días de su Moca natal en 1825, hasta un Santo Domingo difícil de conquistar pasando por el Bonao de los días de La Voz del Yuna, en una de cuyas empobrecidas calles este país se daba el lujo de exhibir, al mismo tiempo, a Leo Cortés y a Alberto Gómez, de Argentina; a María Luisa Landín, de México y a Rita María Rivero, de Cuba. Papa Molina, mi querido viejo charlatán, fue niño prodigio en materia musical y desde muy pequeñín asombró a sus maestros…

Hoy, a los ochenta años de edad, sigue siendo un prodigio del pentagrama, aún cuando desde hace años limita sus actuaciones al frente de una orquesta que mantiene, para todos, el nombre original de San José aunque después de erradicada la dictadura de Trujillo se le cambió la designación por la de José Reyes, queriendo escuchar la estupidez en la concesión de un honor póstumo al autor de la música del Himno Nacional. ¿Qué culpa podía tener el santo, San José, de que su nombre se le pusiera, al nacer, al mantenedor a todo dar del palacio radiotelevisor, José Arismendy?…

Fue precisamente en la San José –fundada por el eximio compositor y músico cubano Julio Gutiérrez– donde Papa Molina desarrolló una luminosa carrera. Dejó, lamentablemente, la conducción y la primera trompeta del grupo «Papa Molina y sus American Swings», de la Voz del Yuna, para consagrarse a dirigir una constelación de astros musicales dominicanos agrupados en un conjunto que fue un auténtico orgullo nacional. Recuerdo, Maginito, en esa afamada orquesta a músicos del calibre del contrabajista Miguel Artiles, los saxofonistas Marino Ureña, Oscar Pagán, Cano Gautreau, Fidel Fernández, a los trompetistas Vitico Ruiz, Jean Gómez (Sijo), Marino Fernández, Paquito Burgos, Arturito Balaguer, Marino La Funda, Fellito Mercedes, José Jérez y Christian Jiménez, al batería George Lister; al timbalero y bongosero Jesús Valoy y al notable pianista cubano Pepín Ferrer, quien era, al mismo tiempo, director de la orquesta Melódica. Joseíto Mateo, Crucito Pérez y Vinicio Franco fueron sus voces masculinas, y Angela Vázquez, Gladys Brenes, Lupe Serrano y Luz Pichardo las femeninas. ¿Y sabe usted, viejito vagabundón, quienes dirigieron esa San José antes que Papa? Pues nada menos que los prestigiosos directores continentales Julio Gutiérrez, de Cuba; Antonio Escobar, de México; Avelino Muñoz, de Panamá; los dominicanísimos Luis Rivera, Simó Damirón y Rey Fernández. ¡Casi nada!…

Papa Molina fue un compositor de alta calidad, como rezaba el viejo anuncio licorero. Jamás compuso boberías para salir del paso. ¿Qué viejito no recuerda «Evocación», «Dueña de Mi», «Sufro por Tí»? Como arreglista, fue uno de los más cotizados del viejo palacio radiotelevisor y arreglo hecho por Papa era arreglo que se imponía…

El Coctelero recuerda, viejo Magino, un programa que, por años, auspició la Cervecería Nacional Dominicana en La Voz Dominicana. Se transmitía de 1:00 a 1:30 de la tarde y estaba a cargo de la San José. El Coctelero tenía un espacio de cuatro minutos de noticias deportivas, que presentaba ese formidable locutor Luis Acosta Tejeda, que vino muy bien cotizado desde Cuba y aquí quedó hasta que marchó a Nueva York. Lo que más me llamaba la atención era la camaradería imperante en la San José, con un Papa Molina querido por todos, que con todos bromeaba pero por encima de todas las cosas, respetado como un jefe que, con la disciplina no jugaba y exigía calidad todo el tiempo…

Acroarte, viejo sinvergüenzón, ha hecho una selección insuperable para rendirle tributo de admiración, respeto gratitud por sus servicios prestados a la sociedad. Papa Molina, un gran músico, ha sido, primero que todo, un gran dominicano y para registrar mejor su nombre, junto a su esposa Josefina, nos regala a un joven que s motivo de orgullo para todos, el conductor sinfónico José Antonio Molina, quien a muy temprana edad ya registra haber dirigido a los tres tenores, como se denomina a Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras. Lleguen, Maginito, mis congratulaciones a Papa Molina, un eterno símbolo de calidad y humanismo.

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