¡Feliz año nuevo, mi querido Magino! Perdone usted la tardanza en expresarles mis parabienes. Ocurre, sin embargo, que esta gripe invernal lo retrasa todo y los viejos tenemos que cuidarnos muchísimo de la Triple C, una de las cuales es el catarro. Mis fervientes anhelos son, viejito vagabundón, que este 2005 eche por la borda los vaticinios fatalistas y que todos podamos unir nuestros esfuerzos para mejorar un tantito la situación de este país que no se hunde ni por los esfuerzos que realizan, para eso, más dominicanos que el carajo…
Rogamos al Altísimo, viejo religioso, que ilumine la conciencia nacional para que pueda comenzar a operarse un milagro en esta media isla: el respeto a la ley. Eso sí, un respeto que nazca en la cúpula y que tenga, por tanto, más que fuerza moral para reclamar igual respeto en la base. Ese respeto, amigo Maginito, tiene que ser fortalecido por el Poder Judicial. Sin un Poder Judicial serio y responsable, sin un Poder Judicial que nunca alquile o venda su conciencia será imposible el establecimiento de un estado verdaderamente democrático. Ese Poder Judicial lo conforman hombres y mujeres dominicanos, con las virtudes y defectos de los dominicanos. No son seres traídos de otras galaxias. como humanos al fin, podrán flaquear algunos y algunos flaquearán. En esos casos cuanto se necesita es un poder en la cúpula que sepa aplicar los correctivos, las sanciones de lugar. Debemos buscar, no obstante, que esos rasgos de corrupción constituyan la excepción, jamás la regla…
Necesitamos, Magino del alma querida, que los dominicanos entendamos, de una vez y para siempre, que debemos vivir en un régimen de austeridad, austeridad en todos los órdenes. Vamos a dejar de lado la pendejadita esa de que este es un país rico mal administrado. De que ha estado mal administrado, en múltiples ocasiones, no hay duda alguna, pero eso no significa que es una nación rica. Es una nación, eso sí, en donde mucha gente, inexplicablemente, se mete en camisas de once varas para vivir como ricos y eso solo deja un resultado: los ricos se hacen más ricos explotando la verdad de quienes aparentando riquezas en un momento dado, solo aumentan la pobreza que daña a millones…
El ejemplo de austeridad tiene que comenzar por el Estado, por el gobierno. Usted sabe, caro Magino, que el Estado dominicano, en una forma olímpica, siempre ha gustado dilapidar el dinero que percibe de los contribuyentes, a quienes exige toda clase de cargas fiscales, alguna de ellas bien onerosas por cierto. Los préstamos concertados en el exterior también han servido de vía para enredar más al país en las patas de caballos sumamente briosos a la hora de cobrar sus acreencias. Su Santidad, en su mensaje anual, advierte los peligros a que se exponen los países pobres por las obligaciones de cubrir grandes deudas externas que tienen. El Santo Padre, desde el Vaticano, lanza un grito de alerta que no es nuevo, que es una reiteración a la cual muchos gobiernos hacen oídos sordos…
Es increíble la forma en que estos países pobres logran facilidades bancarias privadas para concertar préstamos que no se dirigen precisamente a obras prioritarias que beneficien a todos los ciudadanos, sino más bien a sectores determinados que así, también, sacan su tajada en perjuicio de quienes tendrán que atarse por años, hasta por centurias, para cubrir compromisos no ya de una deuda externa sino más bien de una deuda eterna…
El Estado dominicano vive una etapa sumamente difícil en el aspecto económico, situación creada por un cúmulo de factores que gravitaron sobre el destino de la nación. Muchas operaciones fraudulentas contribuyeron, poderosamente, a complicar esa situación y hasta la fecha, el Estado ha sido incapaz, con sus mecanismos legales, de aplicar sanciones a los responsables de esas operaciones, dejando abierta la posibilidad de que la impunidad se constituya en el caldo de cultivo para la repetición de hechos, pese a los supuestos controles que se han establecido. Ahora mismo, Maginito, se impone que el Estado racionalice hasta el más mínimo centavo que ingrese a sus arcas, que solo invierta en asuntos verdaderamente prioritarios y que deje de lado, de manera definitiva, cuantos esfuerzos quieran imponerle los favorecedores de la vanidad y de la ostentación. Y que cuando se falle en el manejo de recursos, entonces que entre en funciones el Poder Judicial, sin demagogia, sin contemplaciones. El país reclama justicia y esa justicia, más tarde, más temprano, tendrá que llegar. Aunque tome varias generaciones.