Coctelera

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Saludos, caro Magino. Hoy, mi querido viejo chinvergüenchón, quiero hablarle de un asuntito y ojalá alguien lo lleve al conocimiento y a la decisión del presidente Leonel Fernández Reyna. Se trata, estimado señor, de algo relacionado con el presupuesto de la nación para el venidero año. Es la sumita asignada al Instituto Dominicano de Cardiología, una obra de la Fundación Dominicana de Cardiología, que operación aportes del Estado y del propio pueblo dominicano. Pero no hay duda alguna de que ese Instituto, en muy gran medida, asume en materia de padecimientos cardiovasculares de la población más necesitada, la responsabilidad que verdaderamente corresponde a Salud Pública…

El Gobierno asignó, para el año que expira, la suma de 970,000 de los hediondos cada mes, dinero que se destina para el pago de las cuentas de los proveedores del Instituto. Hay que decir, sin embargo, que además de los atrasos, en octubre –último mes pagado– se rebajó el veinte por ciento a la asignación, algo que tenemos entendido que se hizo con ONGs para evitar el despido de empleados públicos, aún cuando teníamos entendido que el jefe del Estado había ordenado que no se redujera suma alguna a las instituciones dedicadas a la salud…

Los gastos en nómina del Instituto representan unos dos millones de pesos y solo la factura del servicio eléctrico cuesta 500,000 de los podridos cada treinta días. Los pacientes del Instituto no pagan honorarios médicos y en la facturación mínima que se da a los más pobres hay rebajas sustanciales. Para el 2005, de acuerdo a la ley aprobada por las Cámaras, no hay un solo centavo de aumento en la asignación que se hace al Instituto. Se comprende que el gobierno no pueda ser mani-roto debido a la situación económica que confronta el país, pero resulta inexplicable que organizaciones no gubernamentales cuyas funciones no están muy claras, reciban aumentos sustanciales y una entidad consagrada a salvar vidas sea apretada por todos lados…

El Instituto funciona desde hace cuarenta años y desde sus inicios se ha consagrado a servir al pueblo más necesitado. Los hospitales públicos carecen de los recursos para atender las dolencias cardíacas y es el Instituto que asume esa responsabilidad oficial. Hay que destacar, Maginito, que los servicios de cardiología constituyen, como los que más, una prioridad dentro de la atención médica, ya que las enfermedades cardiovasculares tienen una alarmante prevalencia y gravitación en la población del país, con una alta tasa de morbilidad y que representa la primera causa de mortalidad de la población adulta…

El Instituto, viejo carajete, cuenta con una plantilla de sesenta médicos, en su mayoría cardiólogos y de igual número de enfermeras. En Los Ríos, sede del Instituto, reciben atención unos cuatro mil pacientes cada mes y se ofrecen consultas médicas, emergencias durante las 24 horas del día, internamiento, cuidados intensivos, cateterismos cardíacos, implantación de marca-pasos con donación de los reusables, cirugía cardíaca abierta, diálisis renal, electrocardiografía, pruebas de esfuerzo, eco cardiografía, servicios odontológicos y de farmacias. Las medicinas, afortunadamente, se venden a los pacientes a precios mucho más bajo que los ofrecidos en el mercado local…

El Instituto, mi querido Magino, tiene un programa de docencia, con una residencia de cardiología, con once residentes, quienes se preparan en un período de tres años para la formación de cardiólogos. Ya se han formado más de 120 en esa especialidad. El programa garantiza una mejor excelencia de la asistencia médica e incluye también un departamento de investigación científica…

Mire, querido viejo, sin desdeñar los aportes gubernamentales, el Instituto sobrevive por la generosidad de instituciones y personas privadas, que hacen sus aportes periódicamente. La Fundación, por su parte, organiza cada año distintas actividades dirigidas a recaudar fondos que eviten el naufragio de una institución que sirve a los más necesitados. Si usted quiere darse cuenta de como se bate el cobre en el Instituto, vale decirle que el Estado aporta 970,000 pesos cada mes –cuando menos en teoría– y de esa suma más del cincuenta por ciento se gasta en el pago de energía. ¿Se puede subsistir así?. Hay que esperar, Maginito, que el presidente Fernández comprenda la necesidad que tiene el Instituto de que se le mida con la vara de la justicia, pues es la única forma de preservar vidas que son útiles a la nación que gobierna. Es cuanto.

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