Coctelera…

Coctelera…

Saludos, excelso ciudadano, carísimo Magino de mis entrañas. A usted le veo, en los últimos días, medio contentón. Parece que usted no acaba de darse cuenta de que aquí, por lo bajito, se juega con duro y los fildeadores tienen unos guantes viejísimos. ¿Cómo es que se dice? ¿Que el horno no está para galletitas? Pues asímismo es. Cualquiera se quema las manitas y en el horizonte no se avizora nada bueno para el campo económico, pues somos más tercos que la mula aquella. Por ahí está a punto de llegar —si no ha llegado ya— un equipito de esa liga que se llama Fondo Monetario Internacional (FMI). El equipito está bien entrenado, pues sabe que tendrá varios juegos en un circuito como el nuestro, donde a todo se dice que sí, pero nunca se dice cuándo. Es posible que ahí se inspirara el desaparecido cancionero y compositor boricua, Bobby Capó, para componer una de sus más populares melodías: “… siempre me dices que sí/pero nunca me dices cuándo”…..

¿Qué hay de la reforma fiscal? ¿Qué se le va a dejar al nuevo gobierno? Mire, viejito charlatán, hay batatas con corbatas que aun creen que hacer eso es darle la pildorita amarga al régimen que iniciará el 16 de agosto el presidente peledeísta Leonel Fernández Reyna. Talvez no comprendan que el verdadero daño se le hace al país, pues al FMI le importa un carajo cuanto pase aquí. Con ellos se pacta, ellos traen sus condiciones, se aceptan o no, y después que se diga que sí, pues a cumplirlas o al carajo nos mandan, como han hecho con los sesentaidós milloncitos de olorosos y verdecitos que algunos pendejuanos estaban esperando. Hace tiempecito ya que la dichosa reforma fiscal esa debió estar en el Congreso. Pero dimos excesiva importancia a las elecciones y ahora cosechamos. Nada del Banco Mundial, nada del BID, y mucho menos de la Unión Europea…..

Mire, Maginito, los únicos responsables de cualquier cosita bien durita que nos palee en el futuro inmediato, somos nosotros mismos, por creer que somos más vivos que los demás. Ahora tenemos encima una serie de problemas que los que se van entienden que no son de ellos y que toca resolverlos a quienes entran. Lo único que se pasa por alto es que esos problemas joden a todos los dominicanos, a todos, aunque a unos más que a otros. ¿Cómo resolver, por nuestros propios medios, la difícil situación energética, que es fundamentalmente financiera? ¿Es qué, acaso, creemos que contamos con los recursos necesarios para dejar libre de pecado ese panorama? A base de lengua sí lo resolvemos, pero la lengua no produce la energía que el país necesita, aun cuando los cuentistas creen que sí…

Viejito vagabundón, si seguimos en pose de irresponsables, aquí pueden suspendernos el juego por falta de bates y de bolas y cuando eso pase, tendremos que comernos hasta la tierra del campo, con todo y cal, si ese campo ya lo hubiesen marcado. Después no gritemos. Estamos en el ojo del huracán y no queremos darnos cuenta de cuanto pasa. Y después vamos a tratar de agravar las cosas responzabilizando a los demás de nuestras fallas, perdiendo todavía más tiempo…

Uno de esos personajes que suelen acudir a los programas matinales de televisión decía ayer o anteayer —¡qué mala memoria la mía!— que es visible que la población joven ha dejado atrás al liderazgo político nacional. ¡Eso, al parecer, es verdad! ¡Y es algo muy bueno, muy afortunado! Una de las cosas que más llamó la atención en las pasadas votaciones del 16 de mayo último fue la presencia masiva de jóvenes de ambos sexos en las mesas comiciales. Sin duda alguna, viejito charlatán, que la juventud dominicana tiene que estar medio harta, o harta por completo, de las vagabunderías que se hacen en esta media isla, aun cuando también existan vagabundos jóvenes, como es lógico pensarlo. Ojalá que la juventud, en sentido general, haya comprendido que está llamada a llenar el espacio dirigente y que mientras más temprano lo ocupe, menos traumático serán los dolores de un parto que nadie podrá evitar. Esa juventud tiene que barrer y barrer con efectividad, sacando la basura donde quiera que se encuentre. Sin duda alguna, viejo cariñoso, que esa juventud, está llamada a tomar el comando de los políticos y a producir los cambios que demandan los tiempos. Pero esa juventud, mientras tanto, y para hacer sus aportes a la sociedad que tendrá que regir aunque sea por ley de gravedad, deberá exigir, sino un cambio absoluto de reglas del juego, que se implante la justicia, que se acaben las tantas vagabunderías que todo lo ensucian. Esa juventud que hizo filas para votar por el candidato de sus preferencias, necesita que se le ofrezca una satisfacción y esa satisfacción consiste, básicamente, en que su patrimonio —la nación— sea bien administrado, para beneficio de todos por igual. El popular “e pa fuera que van” no es para ser aplicado a un partido político determinado, a un gobierno escogido, debe ser para sacar de circulación a todos aquellos que entienden que el país les pertenece, que es una herencia recibida sin papeles pero sí con muchas canonjías, no importa en qué parcela militen.

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