Coctelera

Coctelera

Mi querido e inolvidable hermano Rafael –hermano en el cariño, en el afecto–, fue un hombre bueno. Bueno en toda la extensión de la palabra. Buen hijo, buen hermano, buen esposo, buen amigo, buen ciudadano. Era tan bueno, tan sano, que a veces resultaba ingenuo, sobre todo en un medio maleado como el nuestro. Rafael vino muy jovencito a la capital y aquí se dedicó a lo que sería prácticamente su vida: a estudiar. Nota brillantes para graduarse como doctor en odontología. A los 25 años de edad ya era profesor de la facultad de Odontología de la entonces Universidad de Santo Domingo…

Sus inquietudes intelectuales jamás mermaron. Era un ávido lector, con aplicación de una impresionante metodología. Se convirtió, con el paso de los años, en uno de los dominicanos más culto. Era un conocedor profundo de la historia universal. Pocas personas estaban mejor enteradas de las raíces de los problemas del Medio Oriente. Su humildad, su sencillez, sin embargo, le hacían pasar prácticamente desapercibido. A él le gustaba eso. Pocas veces he conocido a una persona más modesta, más humilde, que mi hermano Rafael…

Tenía un gran sentido del humor, aún cuando en ocasiones, determinadas cuerdas le encendían un tanto el genio. Era un fanático de las Estrellas Orientales y de su fenecido hermano Emil y si usted le tocaba por esos lados, entonces le encontraba. Siempre he creído que gustaba más de impartir docencia que dedicarse a la práctica de la Odontología. Disfrutaba los éxitos de sus amigos y gozaba cuando ayudaba a los jóvenes estudiantes a preparar la tesis de grado. Fue rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y cubrió su ejercicio con extraordinaria verticalidad. Era tan austero que llegaba al extremo de no usar el carro asignado a la Rectoría y nunca hizo uso de gastos de representación. Solía decirme que su mayor éxito era que en su gestión no se perdió un solo día de clases por huelgas u otras causas. ¡Un récord para esa época!…Mi hermano Rafael fue un dedicado cultor de las letras. Escribió numerosos ensayos sobre temas variados y es autor de obras dedicadas a la historia de la medicina. Durante años fue un asiduo colaborador de las páginas de opinión de HOY. El profesor Juan Bosch, de quien fue seguidor político desde 1962, me dijo en una ocasión que Rafael y José Rijo eran los mejores cuentistas dominicanos. ¡Y Bosch sí que sabía sobre ese género!…

A Rafael le interesó la política. La concebía como una actividad para servir a los demás, para mejorar las condiciones de vida de la población. Sufrió, por tanto, muchas decepciones. Se fue del PRD junto a Bosch y se entregó por entero al PLD. Fue diputado, por ese partido. El comprendía, a cabalidad, que muy poco se hacía para mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas. Veía, con rubor, como políticos se enriquecían, de la noche a la mañana, sin importarles un comino la vía hacia ese enriquecimiento…

Mi hermano Rafael jamás tuvo miedo para defender sus creencias. Nunca vaciló a la hora de reclamar justicia para los palestinos, el derecho a la independencia de Puerto Rico y a la asistencia de la revolución castrista cubana. Rafael contribuyó a salvar muchas vidas. No fueron dos ni tres las ocasiones en que sirvió como mediador para entregar perseguidos políticos. Inclusive se usaron sus servicios como mediador, cuando el famoso secuestro del coronel norteamericano Donald Crowley, canjeado por presos políticos criollos que fueron enviados a México…

Injustamente se le calificó de `extremista`, en una época muy peligrosa. Rafael jamás lo fue. Era, eso sí, un hombre sediento de justicia, harto de la explotación del hombre por el hombre. Mi hermano Rafael, después de padecer muchos sufrimientos por las fallas en su sistema renal y un accidente cerebro-vascular, falleció anteanoche. Estoy completamente seguro de que su alma pura, pura al máximo, debe haber emprendido raudo vuelo para que a las puertas del Paraíso le recibiera su inolvidable hermano Emil y lo trasladara al sitio en que se encuentran esos príncipes del amor y del cariño que fueron don Abraham Kasse y doña Rosa Acta. ¡Paz a los restos de mi querido hermano Rafael Kasse Acta!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas