Coctelera

Coctelera

Leí ayer tarde en El Nacional, mi querido Magino, un sesudo trabajo institulado «El Código Procesal Penal», suscrito por el señor Orlando Gómez Torres. Suscribo, viejo verde, los conceptos expuestos por el señor Gómez Torres, pues entiendo que la fiebre jamás ha estado en las sábanas. A lo mejor, querido viejo, el Código contiene sus fallas, como todos los códigos, pero condenarlo per se es algo que jamás entenderé…

En cierta forma, mi querido Magino, veo el Código Procesal Penal como una especie de canto a la libertad, a los derechos humanos, en un medio donde esa libertad era suprimida, con una facilidad pasmosa, por una autoridad abusadora, irresponsable y a veces corrupta. La libertad es algo sagrado y resulta inconcebible que en un denominado estado de Derecho pueda jugarse con ella hasta el punto de arrestar a un ciudadano por tiempo indeterminado y solo porque a la «autoridad» le venga en ganas hacerlo.. Estoy muy de acuerdo con el señor Gómez Torres cuando éste afirma que «las leyes y los reglamentos no se hacen para legalizar la ineficiencia. Estos se hacen para corregir los males del sistema» ¿Por cuáles motivos culpar, a priori, al Código Procesal Penal de fallas que puedan observarse en su aplicación? Lo que tenemos que exigir es una autoridad responsable todo el tiempo, debidamente capacitada, que se faja a trabajar de campana a campana. Y es falso de toda falsedad eso de que el Código no favorece a las víctimas. Las víctimas sí que son protegidas. Lo que pasa es que ahora no solo serán sujetos para reclamar indemnizaciones y cosas semejantes…

Lo que parece, Maginito, es que la autoridad tendrá que fajarse a trabajar más para la correcta aplicación del Código Procesal Penal. Los abusos de la autoridad administrativa tenían que cesar algún día. ¿O es que a usted le gustaba, viejo carajete, que a cualquier infeliz lo detuvieran por días y  hasta meses y hasta años por un problemita puramente correccional? Sobre todo, bandido de película mexicana, que eso ocurría y ocurre en una sociedad que dispensa tantos honores a muchísimos salteadores por el solo hecho de disponer de fortunas. Estoy muy de acuerdo, Maginazo: a trabajar para que ese Código se convierta en motivo de orgullo en una sociedad que respete los derechos humanos. Ah, se me olvidaba. El autor del artículo que comento es ya todo un señor abogado, graduado a los 21 añitos. Todavía recuerdo los «recientes» días en que le veía, muy niño aún, en el antedespacho de su padre y le ponía a pitar cuando le preguntaba: ¿Tu abuelo está ahí? Me falta decir que el licenciado Orlando Gómez Torres es hijo de dos entrañables a amigos, Radhamés Virgilio y Cornelia Margarita, y creo que no tengo que recordarle que Radhamés Virgilio es el rosca izquierda de Radhamés V. Gómez Pepín. ¡Amén!…

Maginito, aquí hay una clase de chuscos que eso manda madre. Tenemos, por ejemplo, que el presidente de la cámara de Cuentas, en una declaración huérfana de padre y madre, afirma que tiene listos expedientes de corrupción que entregará después que pasen «las pascuas» de este año, para no turbar la paz que debe imperar en esa época. Por eso un chusco amigo dijo: «Carajo, somos tan dichosos que la Cámara de Cuentas la maneja Santa Clauss»…

Pero como le digo una cosa, amigo magino, le suelto la otra. Puede que el presidente de la Cámara de Cuentas esté en lo cierto, como El Chaparrón, cuando se dirige al fiscal del Distrito Nacional y le pide acción con los expedientes de corrupción que le ha remitido, especialmente con el Plan Renove, que en paz descanse…

¿Qué no hay línea fronteriza que divida la República Dominicana y Haití? Al menos, eso lo dijo el director general de Migración. Sin duda alguna, caro Magino, que ese pronunciamiento debe haber gustado más que el carajo a los Estados Unidos, francia y Canadá, los tres que si no echan a Pedro en el pozo quieren echar a los haitianos en territorio dominicano. La verdad de la verdad, Maginito, es que cualquiera se preocupa con los pronunciamientos formulados por Carlos Amarante Baret. En cuanto a las denuncias de otras vagabunderías migratorias, a nadie debe sorprender la retórica gubernamental, sí, la retórica, pues de lo otro nananina. ¿Qué de raro tiene eso de que nombraran cuchumil inspectores honoríficos para que se la «buscaran»? ¿Acaso no hubo una época en que le daban dos galones diarios de gasolina a las unidades policiales de Radio Patrulla, para que el resto lo picotearan en distintas estaciones? No me fuña la pista, Magino, con denuncias y más denuncias sino no se va a poner en movimiento la acción judicial. Y se acabó por hoy.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas