Coctelera

Coctelera

Buenas, carísimo viejo vagabundo. Debo decirle, para comenzar, que el bandolerismo imperante en el denominado Cementerio Nacional, de la Avenida Máximo Gómez, es algo que pasa de castaño oscuro. Anteanoche, mi viejo amigo Magino, delincuentes aun no identificados saquearon el panteón de la familia del empresario Ricardín Hernández. Los bandoleros cargaron con cuantas cosas pudieron sacar del panteón, incluyendo la puerta de hierro cuya seguridad violaron para profanar la tumba. Estas cosas se hacen con la mayor impunidad. Ni siquiera los cementerio se salvan de la ola delincuencial que nos azota. Casos se han dado, en cementerios de la capital, de Santiago y de San Pedro de Macorís, en que tumbas han sido profanadas, cadáveres sacados de los ataúdes para robar éstos. ¿Quién o quiénes pueden comprar atáudes robados? Supongo, Magino, que los investigadores podrán establecer responsabilidades. Mientras tanto, Maginito, es deber de la Policía o del organismo que sea, tratar de ponerle coto a estas vagabunderías, a estos atropellos. Y al carajo con los códigos cuando tomen con las manos en la masa a bandidos que no merecen consideración alguna…

San Luis y Boston, Maginito, abren hoy la Serie Mundial de béisbol de las Grandes Ligas. Son los equipos de las simpatías del Coctelero, el primero por Martín Marion, apodado Mister Shortstop, y el segundo por ser la casa del inmenso Teodoro Samuel Williams. Pues bien, viejito pelotero, el inicio de esta serie, me retrotrae a 1946, cuando el Coctelero contaba apenas quince añitos. Recuerdo aun, como si lo escuchara de nuevo las voces de René Canicares (Cañita) y de Duck Canel, en la transmisión del juego final de ese año entre Cardenales y Medias Rojas…

Con las acciones igualadas a tres vueltas y en la octava en los Cardenales hicieron historia. Boston perdió los servicios de su estelar jardinero central, Dominic DiMaggio y en su lugar entró Leon

Culberson. Con dos outs, el cardenal Enos Slaughter llegó a la inicial y Harry Walker (El Sombrero) disparó línea sobre la cabeza del torpedero Johnny Pesky. Slaughter corrió desesperadamente desde la inicial y Culberson tiró a Pesky mientras Enos siguió hacia la goma ante los ojos atómitos del torpedero bostoniano, quien lanzó al plato en los momentos en que Enos se barría con la carrera que daba ventaja a San Luis. El noveno de Boston fue entrada fácil para Harry Breechen (El Gato), quien lanzaba con dos días de descanso para apuntarse su tercera victoria de la serie. La otra correspondió a Red Munger…

Mire, Maginito, ese San Luis no era una pendejadita, pues disponía de Stan Musial (The Man) en la inicial, Red Schoendist en la intermedia, Marion en el campo corto y Whitey Kuhowski en la antesala. Los jardines eran patrullados, regularmente, por Slaughter, Harry Walker y Terry Moore, alternándose con Dick Sisler y Ervin Dusak. Joe Garagiola, Del Rice y Clyde Klutz se repartían la receptoría. El pitcheo no era bobería, formado por Howie Pollet, Breechen, Murray Dickson, Red Munger, Ted Wilks, Al Brazle y Johnny Beazley. Hay que apuntar que San Luis perdió ese año a Max Lanier y a Freddie Martín, suspendidos por haberse marchado a México a lanzar en el frustrado sueño de los hermanos Pasquel…

Boston, por su parte, contaba con tremenda maquinaria en la que se contaban Rudy York en la inicial, Bobby Doerr en la intermedia, Pesky en el campo corto y Pinky Higgins y Rip Sussell en la antesala. Los jardines estaban patrullados por Dominic DiMaggio, Ted Williams, Bob Metkowich, Culberson y Tom MacBride. Hal Wagener y Randy Portee eran los receptores, mientras que el pitcheo corría a cargo, básicamente, de Dave Boo Ferris, Joe Dobson, Tom Hughson y Mickey Harris. Eddy Dyer dirigía a San Luis y Joe Cronin a los Medias Rojas. Años después –en 1967– San Luis volvió a romperle el pichirrí a los Medias Rojas, en una Seríe Mundial que muy bien debe recordar nuestro extraordinario Julián Javier. ¿Quién viene ahora? Bueno, lo único cierto es que este año no ganarán los Yankees de Nueva York.

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