Coctelera

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¿Ve usted, mi querido Magino, que no estamos muy equivocados cuando proponemos, una y otra vez, que se establezca el Día del Contrabandista? Es más, mi querido viejo salteador, se han visto tantas cosas por esta candente tierra, que cualquiera cree que es más conveniente declarar el Año del Contrabandista, para seguir con la moda fijada en 1966, cuando comenzó la vaina esa de bautizar cada año como del agricultor, del desarrollo, de la alfabetización y de muchísimas pendejuanas que solo constituían pruebas demagógicas que a ninguna parte llevaban. Con lo del contrabandista las cosas son distintas….Ahora se habla de que por la frontera cogieron que se yo cuantos furgones cargados con electrodomésticos que distintas empresas pasarían como conteniendo «materias primas». ¡Carajo! No se trataba de materias primas sino de materias de familias enteras. ¿No cree usted que salteadores de esa calaña merecen el reconocimiento de la sociedad, independientemente de que los enjaulen para protegerlos y para que puedan seguir, en el futuro, prestando sus servicios a la gobernabilidad? Se habla de evasiones por más de cuchumil mil millones de pesos en importaciones distintas. Admitamos, viejo sinvergüenza y estafador, que no se trata de contrabandos. ¡Admitido! Pero, ¿es justo ignorar el servicio que prestan los evasores? ¿No son, acaso, dignos de recibir el reconocimiento de una población que se beneficia de la alta calidad de productos importados, de todas clases, con precios bajos para los exhaustos bolsillos de una comunidad explotada? ¿Sería justo que el único honor que se otorgue a esos abnegados servidores de la colectividad sea un carcelazo otorgado por autoridades insobornables?….Es más, mi querido Maginito, además del Día del Contrabandista debería crearse la Orden del Contrabando para ser otorgada a quienes más se distingan, cada año, en la prestación de atenciones sociales. Esa orden, viejo charlatán, podría estar representada, a colores, por un emblema consistente en par de furgones cruzando a través de esposas muy similares a las que usa la Policía en todas partes del mundo, todo ello enclavado en la figura de un edificio enrejado que simule, más que una cárcel, un hotel de lujo para delincuentes de cuello blanco. Muy lógico es que, como en todas las condecoraciones, existan distintas categorías: Gran Furgón de Oro, Placa Electrodoméstico Digital, Orden al Mérito del Contrabandista, Caballero del Contrabando, Mérito al Contrabando, etc. Imprescindible sería, viejo bandolero, que se instituyera el Consejo de la Orden del Contrabandista, que tendría a su cargo recomendar el otorgamiento de la condecoración del mismo nombre. Como nadie conoce mejor a los abnegados contrabandistas que los que controlan o han controlado las instituciones estatales engañadas, ni modo, los antiguos jefes –sin discrimen por cuestiones de credo político, religiosos o racial– de esos departamentos deben formar el citado consejo, aún cuando, a través de la historia, para otorgar condecoración alguna, el Poder Ejecutivo ha reunido los citados consejos y mucho menos oído sus pareceres. Pero como el papel lo aguanta todo….Ahora que se buscan cambios, que se trata de modernizar el Estado, es justo, es lógico, es hasta natural, que se honre a gente que si bien no busca favores públicos, cuando menos ofrece demostraciones palpables de una habilidad que manda madre y, por tanto, merece un reconocimiento popular. El contrabandista es un ser subestimado, olvidado a veces. Sus esfuerzos no son reconocidos. ¿Cuántas veces se ha tomado usted un whisky de calidad que pasa sin sellito, que el inspector del furgón se hace el pendejo para que entre a endulzar su exigente gusto? Y así, don Magino, puede usted conseguir desde un automóvil hasta un alfiler de cabecita. ¿No está la sociedad obligada a reconocer esos esfuerzos por mejorarla? Mire, viejito vagabundón, la cosa es tan seria tan digna de reconocimiento, que hay quienes creen que con las evasiones de los últimos tiempecitos, puede cubrirse cuando menos la mitad del déficit cuasi fiscal del Banco Central y sobra para la picadera. Consagremos el Día del Contrabandista y creemos la Orden del Contrabando. Es más, eso es hasta más importante que el ferrocarril que quería Calderon y el tren que desea Diandino. ¡Contrabandistas del país, uníos! ¡Los Contrabandistas unidos, jamás serán vencidos!

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