Coctelera

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“Mamita llegó el obispo, llegó el obispo de Roma, mamita si usted lo viera, qué cosa linda, qué cosa mona”. (Rafael Tavarez Labrador, Paco Escribano)…  Le decía ayer, mi querido Magino, que me había gustado el mensaje que, “ante la creciente inmigración haitiana”, dirigió al país y al mundo la Conferencia del Episcopado Dominicano. Reitero eso. Me puede haber gustado porque le encontré fino sabor, porque soy masoquista o, simplemente, porque me vino en ganas que me gustara. Aleluya.

Le confieso, viejo incrédulo, que en nada me ha sorprendido la redacción del documento, pues los obispos, cuando emiten sus cartas pastorales, son sumamente cuidadosos, escogen los términos con pinzas y aun en los temas más calientes, tratan los mismos con gran dosis de vaselina…  Hay gente que se ha quedado como Perico en la estaca, pues esperaba que los prelados dieran una pela de chucho a los combatidos y combativos sacerdotes Christopher Hartley y Pierre Riquoy por la actitud que éstos han asumido en la defensa de los haitianos. Y se esperaba esa condena dado que a esos sacerdotes se les han ido las manos, pues han incurrido en ciertos excesos. Riquoy llegó al extremo de pasar por encima de la ley al declarar niños haitianos como hijos suyos, no solo para documentarlos, sino para darles la nacionalidad criollita….. Es posible que se hubiera quedado un tanto más satisfecho si el “mensaje” hubiera expresado que en la defensa de los haitianos había que ceñirse también al irrestricto respeto y apego a la ley. Eso no se hizo de esa manera, aun cuando, de forma diplomática, los prelados quisqueyanos señalan que “es justo también decir a la hora de reclamar la Iglesia los derechos que les asiste a haitianos legales e ilegales, debe reclamar, también, los derechos que les asisten a los gobiernos para reglamentar toda inmigración y la obligación de todo inmigrante de respetar esos derechos y someterse a la legislación existente”. En cierta forma, Maginito, los sacerdotes Hartley y Riquoy, español y belga, respectivamente, son inmigrantes en este país, por más residencia que puedan tener…  Desde luego, caro Magino, los poderes Ejecutivo y Electoral dominicanos, horas antes de emitirse el mensaje episcopal dieron claras notaciones de que buscaban suavizar la situación y de que no querían problemas con la Iglesia Católica, a la que simplemente llaman “la Iglesia”, aun cuando existan otras con iguales derechos que la primera. El secretario de Interior se reunió con el padre Hartley, le pasó la manita y ¡bingo! Aquí no ha pasado nada. La Junta Central Electoral (JCE) anuló las actas expedidas a favor de los “hijos” de Riquoy y dispuso cancelar y someter a la gente de las oficialías que intervinieron en el asunto. Pero al cura belga, ¡ni una caricia por asomo! Si los poderes públicos asumen esa posición, ¿por qué exigirle, ahora, un lenguaje apocalíptico a los obispos al tratar a sus miembros?…  El mensaje episcopal deja claramente establecido que su papel frente a la migración haitiana es muy distinto al del Estado. Eso, tampoco, debe causar sorpresa alguna. Y se puede augurar que la reiteración de la posición religiosa, va a entusiasmar a los polémicos sacerdotes cuya cabeza piden algunos sectores. Los prelados dominicanos, al proclamar que todo ser humano es “sujeto de derechos y deberes, la Iglesia debe hacerle a él y a la sociedad conscientes de ellos y la debe hacer firmemente a través del “anuncio” y de la “denuncia”, hecha con amor sin detrimento de la justicia, buscando la paz y la fraternidad. La violencia engendra violencia y no es solución”…  Y rubrica el asunto así: “Desde todos estos planteamientos, la Iglesia seguirá atendiendo y ayudando a todos y todas, pero con especial solicitud a los más pobres, desamparados, marginados o maltratados, dominicanos o haitianos. Y a este propósito le pedimos al Centro de Coordinación y Animación Pastoral Haitiana redoble sus esfuerzos, su dinamismo y sus programas de atención espiritual y material a los haitianos de acuerdo a su misión, con pautas concretas pastorales, animando y coordinando la acción de los que directamente trabajan con las comunidades y grupos haitianos. Todo ello dentro de nuestro actual Plan Nacional de Pastoral”. ¿Quiere más? En el mensaje de los obispos hay más cosas todavía. Pero es bueno decir que ya que el mismo se redactó antes de que Canadá anunciara su disposición a recibir 300,000 inmigrantes, ¿no podrían los prelados quisqueyanos preparar una especie de addendum a su citado mensaje, solicitando a los generosos canadienses que, cuando menos, recibieran en sus frías tierras a unos 150,000 hermanos haitianos?…

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