Coctelera

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“Adiós, adiós, hasta el año que viene”. Boston Red Sox…  Mi querido Magino, ¿hasta dónde debe permitir el gobierno dominicano que regimenes o instituciones extranjeras intervengan en el trazado de su política migratoria? Tengo entendido que ese es un derecho soberano de la República Dominicana, un derecho que no puede ser cedido bajo circunstancia alguna.

¿No se ha dado cuenta usted, viejito charlatán, cuántas personas e instituciones, nacionales y extranjeras están prestas a “ayudarnos” en la definición de esa política migratoria? Naturalmente, cualquiera se pregunta si a Canadá, Estados Unidos o Francia alguien les ayuda en el establecimiento de su línea migratoria. Por ejemplo, ¿quiénes intervienen, fuera de sus poderes públicos, en el establecimiento de la política migratoria estadounidense? ¿Acaso nos han dado una ocasión de hacer recomendaciones relacionadas con el tratamiento que se debe dar a los mexicanos que cruzan la frontera para establecerse en los campos agrícolas de California? ¿O tenemos derecho a sugerirle a Canadá el trato que debe brindar a los haitianos que desean entrar en su enorme y deshabitado territorio?…  Muy recientemente, viejito vagabundón, hasta el presidente haitiano, Alexander Bonifacio, al hablar en la Asamblea de las Naciones Unidas, se refirió a la decisión de su país a la hora de prestar su concurso para el establecimiento de la política migratoria criolla. La cortesía obliga a dar las gracias al ejecutivo haitiano, pero tenemos entendido que ese concurso no es necesario y mucho menos deseable. ¿Cómo diablos puede Haití ayudarnos a trazar un política migratoria sin pretender beneficiarse de la misma?. Mire, Magino, se trata de algo muy importante, que no se puede tomar a chiste… Hoy en día muchas naciones dan un trato muy pero muy especial a su política migratoria. Si usted ve cuanto ocurre en España, se dará cuenta de que no se retoza con la situación. Otros países europeos dan el frente a las dificultades que puede acarrearles una migración incontrolada. Siempre vienen los problemas, pero aun así esas naciones que buscan controlar la entrada de extranjeros a su territorio, no confrontan situaciones como las que sufren los dominicanos con la penetración de indocumentados haitianos, pues además de esa penetración, vienen los cargos de abusos, malos tratos y otras sandeces, cuando las tímidas autoridades se arman de un poco de valor y sacan unos cuantos indocumentados. Ahora mismo, el país sufre una terrible campaña llevada a cabo por organizaciones haitianas, en Haití y fuera de Haití. Se nos acusa de todo y algo más. Vale recordar, por ejemplo, que hace un par de semanas, en fuegos aislados ocurridos en barrios de París, murieron africanos indocumentados. A nadie se le ha ocurrido acusar a las autoridades francesas de haber provocado esos incendios, de racismo u otras cosas… q Aquí, Maginito, mientras tanto, se observa una especie de temor casi patológico en las autoridades dominicanas cuando de aplicar la ley se trata. Las organizaciones haitianas y pro haitianas manejan sus relaciones con marcada habilidad e inclusive el genocidio dispuesto por el dictador Rafael L. Trujillo en 1937 se saca a flote, para crear una especie de “cargo de conciencia” en las autoridades de hoy, hoy en la época no el día, autoridades tan proclives a ceder al chantaje de quienes se pintan como los débiles y buenos de la película…  Hay que insistir en que el gobierno defina una clara política haitiana. Que establezca, soberanamente, una política migratoria y que aplique la ley, sin contemplaciones de especie alguna. Nada de malos tratos a los haitianos. Ni a sus protectores y defensores. Sean éstos seglares o curas. Nacionales o extranjeros. Eso sí, que éstos también cumplan estrictamente con las leyes dominicanas. Que no se le toleren malacrianzas ni actos arrogantes o prepotentes. Un respeto irrestricto a los derechos humanos es lo más deseable. Pero un respeto absoluto a la ley también debe ser ansiado. Sin tenerle miedo a persona o institución alguna. El gobierno tiene que hacer sus cosas con marcada claridad y así enterar a sus gobernados. Al pueblo no se le puede tener miedo de informar la verdad. Para que entonces ese pueblo actúe. Y no habrá solución al problema haitiano con el pueblo marginado de esa solución. Y el vocablo pueblo no se usa aquí en sentido demagógico. Pueblo está formado por todos los dominicanos que aman a su país, que jamás serán antihaitianos, como nunca lo fue Duarte, pero que siempre sí serán pro dominicanos, como también lo fue el más esclarecido hombre nacido en este terruño.

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