Coctelera

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¿Se fijó usted,  caro Magino, qué paso más chévere acaba de dar el gobierno de los Estados Unidos para evitar un lío peor que el de Belén y los pastores en el campo financiero? Ocurre, viejo vagabundón, que al Tío Samuel no le quedó más camino que intervenir a los gigantes Fannie Mae y Freddy Mac para impedir un colapso del sistema financiero tras la crisis inmobiliaria.

La autoridad estadounidense destinó 100 mil millones de dólares a cada una de las empresas intervenidas y destacó que ese paso había que darlo como muestra del “fuerte compromiso del Estado con los acreedores y los inversionistas”. ¿Le recuerda alguito a usted esa operación?…

Cabe suponer,  viejo mecanógrafo malo, que el gobierno le dio una excusa a Tony Peña Guaba y colorín, colorao. Recuerde que hace algunos días se publicó la especie de que Tony Peña Guaba había sido designado subdirector de Prisiones. La noticia era falsa y para más detalles, Tony Peña Guaba es dirigente del Partido Revolucionario Dominicano. ¿Cómo nació esa metida de pata? ¡Vaya usted a saberlo! Eso recuerda fallas consignadas en leyes y decretos, fallas que al detectarse eran atribuidas a “involuntarios errores mecanográficos”.

En el Palacio Nacional se vivió una etapa en la cual el hábil y capacitado presidente Joaquín Balaguer gobernó completamente ciego. Es más, docto Magino, todo el país sabía que Balaguer carecía de visión cuando le eligió jefe del Estado en los comicios del 16 de mayo de 1986, poco después de haber dicho el veterano político que él no iba al Palacio a ensartar agujas. Balaguer siempre fue tenido por un hombre bronco, de pocos amigos de gran confianza.

Y si eso era con una visión 20-20, imagínese usted lo que sería cuando se encontraba completamente ciego. Se cuenta que el sagaz gobernante  recibía a la firma, como era de esperar, numerosos textos de decretos que eran leídos por distintos funcionarios. Balaguer firmaba unos cuantos y otros pedía que los dejaran sobre su escritorio. Se afirma que el viejo político contaba con varias secretarias de absoluta confianza y que habían probado su lealtad y adhesión hacia el ciego mandatario.

Con esas secretarias despachaba asuntos de importancia y en el Palacio se decía que con ellas el mandatario chequeaba las listas de beneficiarios con apartamientos adquiridos al gobierno para evitar los “chivos”. Documentos de gran importancia, se afirman, eran leídos al Presidente por funcionarios y sus secretarias. Entonces el culebro gobernante los pedía y se quedaba con ellos. Cuando a su despacho llegaban grandes amigos suyos entonces sacaba los documentos que tenía en la gaveta central y pedía que se los leyeran. Si estaba de acuerdo, fuego a la lata.

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