Coctelera

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Muy buenas, caro Magino. Ante todo, mi querido viejo, nuestras muestras de solidaridad con el colega Euri Cabral, quien fuera víctima, anteanoche, de un atentado del cual, gracias a Dios, escapó ileso. Cabe esperar que las autoridades desplieguen todos sus esfuerzos para atrapar a los autores de este atentado, que ha sido condenado no solo por la clase periodística dominicana, sino por la sociedad en general. Hechos como éste no pueden ser dejados de lado y ameritan que todos los recursos de investigación del Estado –que son muchos– se pongan al servicio de la justicia. Hay que esperar, por tanto, que este acto vandálico no quede sin sanción…

Maginito, hasta donde se pudo establecer no hay tormenta anunciada que ponga en peligro al país. Por eso, y pese a que era día 30, llamó la atención la aglomeración de personas, ayer, en los supermercados de esta capital. ¿Qué pasó ahí? Ni modo, mi viejito verde, es que en Santo Domingo entra hoy en vigencia la ley de la reforma fiscal y el 16 por ciento por concepto de Itebis será clavado sin discusión alguna. Es decir, aumenta en un cuatro por ciento el dichoso Itebis ese. Al menos, se espera que solo sea en cuatro por ciento el aumento y no que se vayan unos chelitos más por «problemas en el sistema»….Maginito, ¡qué mucho joden con la vainita esa del sirop de maíz!. Cualquiera creería que el establecimiento de un 25 por ciento a la importación de la pendejada esa, desde Estados Unidos, pone en peligro la seguridad estadounidense y conduciría a la quiebra a la poderosa economía de la gran potencia mundial. Habrá que esperar, Magino adorado, que a nadie se le ocurra acusar a la República Dominicana, por la imposición del gravamen al jarabe de maíz, de los problemas que afectan a la economía de la nación hermana. Por cierto, Magino, esos problemas no son tan serios como dicen algunos ni los déficits que se sufren son tan severos como señalan otros. Si eso fuera así, estamos seguros que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya hubiera recomendado los ajustes de lugar, como hace en estos países de cuquiká. ¿No lo cree usted?…

Mucho me apena, viejito vagabundón, que se diga que don Hans considera que cuando Estados Unidos `ayuda` al país nadie acusa a esa nación de ingerencista en nuestros asuntos internos. Lástima que nos echen eso en cara. Pero don Hans tiene razón, pues nadie acusó a Estados Unidos de ingerencista por los cráteres dejados por la Alcoa en el sur, o por los esfuerzos realizados por Don Nixon, hermanito del entonces presidente Richard Nixon, y el `ecologista` John Meier para cogerse la mina de cobre de Las Cañitas. O al hecho de que un antiguo agente de la CIA, Leland Johnston, se hiciera con las reservas de oro de Pueblo Viejo, en Cotuí, durante el gobierno de Rafael L. Trujillo, y vendiera la concesión en 100,000 dólares a la Rosario Resource y a la Simplot Industries. O a las porquerías que General Electric vendió a la difunta Corporación Dominicana de Electricidad. Y veinte mil firmas más…

Naturalmente, a la larga lo que más habrá que agradecer al ingerencismo estadounidense por estos laditos es su contribución al desarrollo turístico que nos dieron cuando de un tirón, en 1965, metieron más de 40,000 infantes de Marina bajo el mando de su más aguerrido general de la época, Bruce Palmer, aunque figuraba como jefe el payaso de Hugo Panasco Alvin, de los títeres brasileños de entonces. Estas son pendejadistas que no pueden olvidarse, por más que se desee, y mucho menos cuando se le echan en cara cositas a una nación pequeñita que ha sido reventada por los cuatro costados por quien ahora se considera agredido. ¡No joda nadie!…

Estamos de acuerdo con que las cosas se hagan bien. Que si se mete la pata, pues que se saque. Pero de ahí a estar aguantándole actos arrogantes a cualquier pendejo hay una gran diferencia. Hay que buscar que el país no se perjudique. Nos metieron en la pendejada esa del TLC con Estados Unidos. Es más, creo que desde el limpio Potomac hubo más interés en eso, originalmente, que desde el sución Ozama. Pero el palo ya está dado. Creemos que cuando se negocia de buena fe, las negociaciones hay que respetarlas. Y, a fin de cuentas, el presidente Leonel Fernández puso las banderillas al toro: un acuerdo internacional prima por encima de un convenio local. ¿Por qué, entonces, tanto escándalo? ¿O es que se quiere algo más allá de cuanto se ve?

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