Coctelera

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La Iglesia Católica  está de luto. Ha perdido a uno de sus hijos más virtuosos. El obispo emérito, monseñor Juan Félix Pepén Solimán, ha entregado su alma al Creador, al cual consagró toda su vida, después de un tránsito de 87 años en esa sociedad por la cual tanto luchó.

Fue el primer obispo de la diócesis de La Altagracia, en Higüey y su labor no se circunscribió, exclusivamente, al aspecto pastoral. Fue un defensor, a ultranza, de las clases más necesitadas y aun cuando no fue un revolucionario ni cosa que se le pareciera, a la hora de proteger a los desvalidos no se le apretó el pecho para proclamar que el derecho a la propiedad, que respetó, nunca podía colidir con el derecho a la vida. Se le consideró, desde el punto de vista intelectual, como un cerebro privilegiado solo opacado por su humildad. Su salud física, sin embargo, no era óptima y por eso no se le veía en más actividad…. Monseñor Pepén Solimán  jugó un papel preponderante cuando la Iglesia Católica, de hecho, inició fuertes censuras contra el régimen de Rafael L. Trujillo, en 1959. Al fenecido obispo se atribuye ser el redactor principal de la Carta Pastoral leída en todas las iglesias de la República, en enero de 1960, en la cual se protestaba por las detenciones masivas de ciudadanos y se pedía al dictador Trujillo que interviniera para la puesta en libertad de dichos ciudadanos. En ese entonces, la Iglesia Católica dominicana solo contaba, como obispos, con Octavio Antonio Beras Rojas, Hugo Eduardo Polanco Brito, Tomás F. Reilly y Francisco Panal, en adición a Pepén Solimán. Durante muchos años, monseñor Pepén Solimán fue colaborador del periódico HOY y solía publicar una columna dominical. El prelado fue, asimismo, colaborador de distintas publicaciones, nacionales y extranjeras, y fue asesor del semanario católico Camino y de Radio ABC. Fue un devoto del culto mariano y hoy sus restos serán sepultados en la basílica de La Altagracia, consagrada a la protectora del pueblo dominicano, protectora y pueblo que constituyeron dos grandes amores del obispo extinto. Después de setentaitres años de consagración a la Iglesia Católica –ingresó al seminario en 1934– un dominicano bueno nos dice adiós para sentarse junto al Padre al que sirvió con tanta devoción. ¡Qué el ejemplo de Juan Félix Pepén Solimán sea imitado!….  ¿Por qué carajo  hay que pagarle a los militares por el cruce de arroz en cáscara a través del río Masacre? ¿Qué disposición legal establece cobro alguno por el cruce del cereal? Los haitianos cultivan el arroz en su territorio con financiamiento que otorgan empresarios residentes en Dajabón. Después no se pongan a joder la pista cuando los organismos internacionales aprieten la caña ante la pasividad de las autoridades dominicanas…. Magino querido,  creo que nunca antes se formó una Junta Central Electoral (JCE) con tanto apoyo como la actual. Y esa JCE, sin duda alguna, al comenzar sus labores, ganó todavía más adeptos. Le marchó al Registro Civil, que ha constituido un auténtico desastre. Abrió, entonces, el Libro de Extranjería, y por ahí comenzaron a darle cambimba, pues es claro que los haitianófilos no quieren control alguno de los extranjeros nacidos aquí en eso «de paso». Pero después vino lo del Reglamento para las elecciones y las diferencias entre los miembros de la JCE se ahondaron. Ya, antes, hubo sus cosuanitas por aquello de los incentivos y los pagos extras por trabajos extras. Ahora mismo, Maginito, es innegable que existen diferencias de criterio entre los miembros de la JCE y lo que es peor, aun, esas diferencias se debaten en público, para darle gusto a quienes desean que el tribunal comicial se convierta en un relajo. Mire, viejito charlatán, creo que ha llegado el momento para que los señores de la JCE entiendan, de una vez por todas, que su principal misión es la de preparar, dirigir y arbitrar unas elecciones presidenciales fijadas para el 16 de mayo del año próximo. Esas elecciones, como todas, no serán una pendejadita y se oirán cosas por doquier. La JCE no puede aspirar que corregirá todas las fallas que han existido por decenios. Ni que hará milagros con otras atribuciones que le corresponden. La JCE tiene que saber, por encima de todas las cosas, que se tiene que arropar hasta donde le dé la sabanita que use. Y lo recomendable sería que sus miembros hablaran menos pendejadas y se fajaran más de campana a campana, aunque tengan que corregirse ellos mismos por bocas aguadas.

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