Coctelera

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«¿Papeletas  de cincuenta de los hediondos con las efigies de Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez? Dejen a esos fenecidos líderes políticos tranquilos, que bueno está ya con el uso de sus nombres en puentes, calles, carreteras, edificios públicos, terminales aéreas y proyectos de ciudades? O es que independientemente de los méritos de los fallecidos políticos, se busca para proponentes el Nóbel de la adulonería?».

Farmacia Mella… Profunda pena  me causó la noticia de la muerte de un amigo del alma, el doctor Pablo Iñiguez Pérez, con cuya amistad me honré durante más de sesenta años, desde los días en que el futuro y brillante gastroenterólogo era un inquieto estudiante de medicina en los jardines del viejo parque infantil Ramfis. Pablo, mi querido viejo, era un talento luminoso. No solo se distinguió, durante años, en el ejercicio individual de la medicina, sino que fue un factor de avance en el desarrollo de la gastroenterología y a sus esfuerzos se debió la creación de un centro avanzado en la especialidad. Ganó sólido prestigio hasta que, hace años, dejó el consultorio y se retiró a vivir en La Florida, Estados Unidos. Jamás permaneció ocioso, sino que dio rienda suelta a la física, la pasión de su vida. Fue autor de varios libros de física cuántica, en inglés y español. Retornó al lar nativo y siguió su labor literaria. Hace unos años, sabiéndose enfermo, escribió el libro «Adiós a todos, con amor eterno», una obra redactada con verdadero amor y sentido profundo de la amistad. Pablo Iñiguez fue, además, un excelente jugador de ajedrez y posiblemente uno de los mejores teóricos dominicanos del juego ciencia. También fue una estrella como jugador de bridge. Por su hombría de bien, por su amor a la humanidad, por la comprensión de sus pacientes, por su elevado sentido de responsabilidad y por su elevado concepto de la amistad, entre otras virtudes, siempre recordaremos con gran cariño a este eminente dominicano que nos ha dejado. Paz a sus restos y nuestro más sentido pésame a su esposa Blanca, a sus hijos y demás familiares…  ¡Qué suerte  tiene el «metalero» chino en cuyo taller encontraron hasta pedazos de un busto de Gregorio Luperón! La suerte consiste en que lo juzgarán aquí, si es que algún día lo juzgan, pues ya, por violarle sus derechos al tenerlo más de 48 horas detenido sin someterlo a la justicia, el oriental está en libertad. Pero, ¡ay mamacita!, si a ese chinito le echan el guante en China, cuando menos el termómetro rectal no se lo hubieran quitado por mucho tiempo. De todos modos, adelante en la búsqueda de los ladronazos de cables y metales, que el chinito no es más que un chivito jarto de cobre… El amigo  general Bernardo Santana cree que los atracos son «normales». ¿Normales? Ya pasan de universitarios… Mire, viejito charlatán,  más pendejos de la cuenta son aquellos que ponen en dudas el hecho de que República Dominicana tiene encima los ojos del mundo. Están dándonos cambimba por todos lados, en algunos sitios con razón, en otros sin ella, y para colmo, hay donde mezclan verdades con mentiras y medias verdades con falsedades, haciendo una clase de sandwich especial que indigesta al más fuerte. Ahora ha tocado el turno a Canadá. Los canadienses advierten a sus nacionales que vienen al país que tengan mucho cuidadito con algunas cosuanitas. Les recomiendan que no usen transporte público a menos que lo garanticen los responsables de los tours. También que tengan cuidado para que nos les canten bingo a sus tarjetas de crédito. A los canadienses se les solicita abstenerse de conducir vehículos por calles y carreteras o caminar solos en calles y playas en horas de la noche. Creo, Maginito querido, que no se puede criticar a las autoridades de Canadá por tratar de proteger a sus nacionales que nos visitan, pues no podemos tratar de tapar el sol con un dedito. Ahora bien, Maginito, puede que la advertencia canadiense se vaya de las manos cuando habla del asunto malaria así como también de la necesidad de disponer de vacunas contra la difteria, el tétano y el polio. En cuanto al dengue se refiere, Maginito, ¿qué me dice usted? Las propias autoridades dominicanas han advertido contra este mal y han realizado campañas masivas para exterminar el mosquito que lo produce. Las autoridades dominicanas se empeñan en proteger a los turistas y se han colocado puestos de vigilancia en distintos centros. Aún así, les resulta imposible evitar que, aisladamente, visitantes sean víctimas de ataques por desalmados. Y Canadá, mi amigo Magino, como es su deber, reclama a su gente que se cuide. Por eso no debemos sentirnos bravitos, aunque sí molestos por el hecho de que quieren presentarnos como zonas insanas hasta de males virtualmente erradicados, como la polio.

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