Coctelera

Coctelera

¡Qué difícil es,  mi querido Magino, enderezar entuertos en la República Dominicana! El presidente Leonel Fernández declara que la «partidocracia» ha sustituido la «meritocracia» en el país y los principales dirigentes de las llamadas agrupaciones «mayoritarias» responsabilizan de esa situación al jefe de Estado denunciante, en vez de «profundizar las contradicciones en el sistema», como hubieran dicho ases comunistas del decenio del 60 del pasado siglo.

¡Claro que el gobierno peledeísta que preside el doctor Fernández es responsable de la «partidocracia»! Como también lo han sido los regímenes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y del Partido Reformista Socialcristiano (PRSC)…. ¿Acaso no se puso  en moda esa «partidocracia» en 1963, con el gobierno perredeísta que encabezó el profesor Juan Bosch y la famosa «aplanadora» que condujeron Angel Miolán y Thelma Frías de Rodríguez? ¡No siguió con el Triunvirato de facto que veía comunistas hasta en quien usaba una corbata roja? La fiesta continuó con la instauración de los regímenes del PRSC, regímenes en que se quiso revivir la vieja práctica de cobrar un porcentaje del salario del trabajador público para el partido oficial, como se hacía en el gobierno de Trujillo. Justo es consignar que no todos los dirigentes reformistas favorecían ese método abusivo. Por ejemplo, Fernando Alvarez Bogaert, ni en Agricultura ni en el CEA lo permitió ni discriminó empleados por banderías políticas. Los gobiernos perredeístas que siguieron a los reformistas no variaron la práctica de la «partidocracia» y cuando el peledeísmo ascendió al mando, convertido en «partido de masas», todo siguió igual. ¿O se olvidó usted de las protestas de los «aliados reformistas» del peledeísmo, que se quejaban de que habían sido postergados, que no habían recibido empleos en el tren administrativo?….  Desde luego,  Maginito,  hay cierta práctica ahora fijada a un nivel que puede considerarse alto, que es también sumamente nociva en la «partidocracia» que vivimos. Uno de los primeros actos del gobierno del presidente Fernández, en el ejercicio 1996-2000, consistió en mejorar los salarios -adecentarlos diría el Coctelero- en la administración pública. No constituía secreto alguno el hecho de que el doctor Joaquín Balaguer no era muy espléndido, que digamos, en esa materia. Hoy en día, mi querido Magino, en esta segunda administración Fernández, parece que se le han ido las manos a muchos funcionarios de alto nivel, tanto en el gobierno central como en instituciones descentralizadas. Y se han ideado ciertas maniobras para captar recursos que, como quiera que usted lo vea son ingresos puros y simples por servicios prestados. Por ejemplo ¿por qué tienen que cobrarse dietas por las reuniones de trabajo que se efectúan en departamentos oficiales, en adición al sueldo establecido? ¿Acaso no son las reuniones parte de la labor a realizar? Independientemente de esas dietas, se fijan viáticos, incentivos especiales y se dispone de militares y policías para la custodia personal y de los hogares de servidores públicos. Todo eso, mi querido Magino, conforma un ingreso real que constituye una solemne bofetada al que percibe la inmensa mayoría de los empleados del Estado y nada hay que decir de los salarios promedios establecidos en el sector privado. Digan lo que digan los defensores de esta práctica, mi querido Magino, esos salarios lujosísimos humillan a los pobres y constituyen un sonoro mentís a quienes aseguran que luchan contra la pobreza. Se comprende, se entiende, que un funcionario de un organismo descentralizado aspire a un sueldo decente, un sueldo que sea competitivo con los mejores que puedan pagarse en el sector privado, así como también con beneficios colaterales que le den seguridad económica. Tal vez esa sea la mejor forma para que el Estado cuente con una dirección capacitada. Pero de ahí a que los ingresos de esa dirección se multipliquen, hasta lo infinito», con sofisticados subterfugios, hay una gran diferencia. Y apúntele, a esa diferencia, que todo se cubre con dineros que pagan los contribuyentes en impuestos, aún aquellos cuyos ingresos apenas les permiten subsistir, impuestos que si no los cubren en la Renta, tienen que satisfacerlos con las cargas indirectas que gravan alimentos y gastos imprescindibles…. Como usted podrá ver,  mi querido Magino, la «partidocracia» es una especie de maldición que los grandes partidos, a la hora de gobernar, consideran una bendición para su gente. El presidente Fernández, al denunciar el asunto, en cierta forma reza el «yo pecador». Pero no es verdad que por el hecho de que en su gobierno exista la «partidocracia», el mandatario se descarta para tratar el tema. Como tampoco se descartan los dirigentes del PRD y del PRSC que han sido también fomentadores de esa «partidocracia». Lo lamentable es que los partidos políticos dominicanos, al reconocer la existencia del mal, no busquen una forma de unirse para luchar contra esa «partidocracia» e instalar en la administración pública, entonces, una verdadera «meritocracia» que sirva para poner fin al botellería fomentador de una vagancia que espanta y que tiene muchos ribetes de delincuencia.

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