Coctelera

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Es evidente,  mi querido Magino, que la reciente «desclasificación» de papeles de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, puso en primer plano la conspiración para poner fin a la vida del dictador Rafael L. Trujillo en la noche del 30 de mayo de 1961.

Esos papeles «desclasificados», sin embargo, aportaron muy escasos detalles sobre el particular y, de hecho, nada nuevo señalaron que no hubiera sido indicado anteriormente. Lo que sí ha quedado claramente establecido es que la CIA conocía cuanto se gestaba en la entonces Ciudad Trujillo y que el gobierno norteamericano del presidente John F. Kennedy trató de evitar la muerte de Trujillo tras el fracaso de la invasión de Playa Girón contra el régimen cubano de Fidel Castro… Ahora bien,  caro Magino, a lo interno, ¿no pudieron los costosos organismos de represión que pagaba el gobierno de Trujillo enterarse de la existencia de una trama contra su líder? Esa es una pregunta que, por años, se formularon muchos dominicanos y extranjeros. Todo parece indicar que el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) -o cuando menos su jefe, el teniente coronel John W. Abbes García- disponía de indicios de que algo se tramaba contra el poderoso dictador, pero que éste, enterado de esa situación no hacía caso alguno. Quizás a Trujillo le costaba creer que viejos amigos y hasta familiares políticos tramaban contra su vida. Resulta un tanto arriesgado, por otro lado, afirmar que Trujillo buscaba una bala que pusiera fin a sus días, pero es sumamente extraño que reaccionara con extrema frialdad cuando se le hablaba de posibles amenazas contra su existencia. Era un tanto creíble la versión de que el gobernante pudiera sentirse hastiado, que algunas cosas ya se escapaban a su control y que el retiro del respaldo norteamericano y de la Iglesia Católica en su régimen de fuerza colmaban las desesperanzas de un hombre que se sentía acorralado por poderes que sabía que no podía vencer. Sólo así se explica, también, que desde una gobernación civil se le remitiera una lista con nombres de reales conjurados y que esa lista fuera desechada por el dictador, quien ni siquiera la remitió, para investigación, al estamento militar… El mayor general(r),   José Miguel Soto Jiménez, publicó el pasado sábado, en el «Listín Diario», un artículo en el cual señala que el coronel Abbes García no solo enteró a Trujillo de la existencia de un movimiento en el cual se vinculaba al entonces secretario militar, mayor general José René Román Fernández (Pupo) sino que participó el asunto también al generalísimo Héctor B. Trujillo Molina (Negro). Eso último ocurrió el 6 de abril de 1961, en el cumpleaños de Negro, y a menos de dos meses de la muerte del dictador. Negro Trujillo celebraba su fiesta en una rústica vivienda que tenía en Engombe, fiesta a la cual solo asistían su señora madre, doña Julia Molina viuda Trujillo, su esposa Alma; los padres de ésta coronel Charles McLaughlin y doña Zaida de McLaughlin; su hermana Japonesa y el esposo de ésta don Luis Ruiz Monteagudo; su sobrina Ligia Ruiz de Bergés y su esposo doctor Ramón Bergés Santana y su sobrina Ligia Ruiz de Bergés y su esposo doctor Ramón Bergés Santana y su sobrino Luis Ruiz Trujillo y su prometida Sonia Pérez, con la cual casaría después en Miami… Abbes García  se presentó ante Negro, quien reaccionó molesto por su presencia y cuando éste le pidió hablar en privado, el antiguo presidente gomígrafo le dijo que lo que deseaba decirle podía hacerlo delante de su familia. El oficial comunicó, entonces, que había allanado una finca propiedad del general Román Fernández y allí había encontrado armas de fuego. Le dijo, asimismo, que en esa finca, se reunía con Román Fernández, un grupo de personas disgustadas con «El Jefe». Pasó a Negro una lista con los nombres de civiles y ex militares que realmente participaron en el complot del 30 de mayo. Negro Trujillo reaccionó muy disgustado. Comunicó a Abbes García que el hecho de que Román Fernández tuviera armas de fuego en su finca no tenía nada de raro y que los nombres que figuraban en la lista que recibía, correspondían a amigos de Trujillo, «a verdaderos trujillistas». (Lo que nunca se conoció fue cómo reaccionó Román Fernández al allanamiento de su finca, pues cabe suponer que se enteró de ese hecho)… Negro Trujillo,  bronco como era, preguntó a Abbes García si había enterado de todo eso al dictador y cuando recibió una respuesta afirmativa, preguntó cuál había sido la reacción del hombre fuerte. Abbes García le comunicó que Trujillo le había dicho que si en otra ocasión le trataba el mismo tema, ordenaría su fusilamiento inmediato. Negro Trujillo, poniendo punto final a la conversación, despidió a Abbes García en forma destemplada y le dijo que él, Negro, nada podía hacer en ese asunto… Días después  de la muerte de Trujillo, en una reunión efectuada en una casa fuera de la ciudad, Ramfis Trujillo, en presencia de Negro recriminó a Abbes García por haber descuidado la protección de su padre, cuando cuidarlo era su misión principal. Fue entonces, cuando Abbes García respondió a Ramfis que su labor consistía en proteger a su padre de sus enemigos, nunca de sus amigos. En la tarde del 30 de mayo de 1961, sobre el escritorio de Trujillo, y vista por éste, quedó una lista en la cual figuraban los nombres de varios de los hombres que, horas después, le darían muerte a tiros. ¿Buscaba Trujillo esos tiros? ¿Presienten los hombres como él cuando su final está cerca? Vaya usted a saber.

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