Coctelera

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Quienes aboguen por la supresión del Congreso Nacional no son amigos de la democracia representativa ni mucho menos del país. Preferible es disponer de un Congreso deficiente que carecer del mismo. Sin Congreso, darle un tablazo al Poder Judicial es un juego de niños. Y con un Poder Ejecutivo actuando en funciones legislativas, la dictadura está presente, por más vueltas que se le quiera dar al idioma. ¿Conviene una dictadura a la nación?…

Mire, caro Magino, por ahí han aparecido unos letreros que abogan por la supresión de las Cámaras Legislativas y afirman que la desaparición de senadores y diputados traerá «progreso». Sabido es que el actual gobierno constitucional que preside el doctor Leonel Fernández está en minoría absoluta en el Senado y necesita muchísimas combinaciones políticas para equilibrar fuerzas en la Cámara de Diputados. Pero se requiere ser muy enemigo del gobierno de Fernández para abogar por la disolución de un Congreso tan constitucional como el gobierno central…

Sin duda alguna, Maginito, que muchas veces se coge cuerda con disposiciones que toman los legisladores o con medidas que van dirigidas a lo que se considera su beneficio personal. También por el hecho de que hay ocasiones en que legislan para sus parciales, pasando por alto, a juicio de entendidos, que deben hacerlo para toda la población. Pero hay que estar claro en algo: ese Congreso ha sido legitimado por el voto popular expresado en elecciones libres, por un período determinado, y hasta agotado ese período hay que chuparse el cajuil, por más agrio que sea…

Si el gobierno necesita, para la ejecución de sus planes, disponer de una mayor fuerza congresional, ni modo, solo le quedan dos caminos: las alianzas, las negociaciones con otras fuerzas políticas o la imposición de candidatos en el certamen comicial del 16 de mayo del 2006…

El sector salud, mi querido Maginito, es uno de los más delicados para cualquier gobierno. Las deficiencias existentes en ese sector no se cubrirán de la noche a la mañana y es sabido que siempre faltarán recursos para atender necesidades de los hospitales y clínicas públicas. Ahora bien, caro viejo, tratando de esconder cuanto pasa en los hospitales no se resolverán los males. ¿O es que alguien todavía puede creer que la basura escondida debajo de la alfombra desaparecer o deja de ser basura? Ahora mismo tenemos, doctor Magino, que hay gente a nivel de gobierno que se siente muy lastimada cuando se denuncian las anomalías existentes en los centros de salud y más se molestan cuando los medios de comunicación social no le pierden ni pie ni pisada a la situación. Los cavernarios que así pueden pensar juzgan que si restringen la libertad de acción de los periodistas contribuyen a «resolver» dificultades pues los males existentes no llegan al conocimiento de la población…

Ahora mismo, mi querido Magino, se quiere limitar la acción de los periodistas del sector salud, restringiéndoles su entrada a los hospitales públicos y limitándoles hasta la oficina de relaciones públicas su campo de acción en la central de salud pública. Nada de sorpresa hay en ésto, pues esa actitud se corresponde con la que siempre ha seguido «el peledeísmo histórico», con criterio de logia. Pero se creía que las cosas cambiarían para bien, sobre todo cuando las masificación llega a formar una matrícula de 1.2 millones de afiliados, según el propio partido. Es una lástima que eso ocurra, pero la limitación solo podrá contribuir a mayor confusión, pues los medios seguirán publicando el estado de los hospitales, sus carencias y sus mejoras. Y así lo harán con cuanto departamento imite el mar ejemplo…

Por cierto, todos sabemos que el estado de los hospitales durante la pasada administración publica cayó en situación de calamidad. De eso, los medios de comunicación dieron amplias informaciones. Hay que apuntarle un crédito sin embargo, al entonces secretario José Rodríguez Soldevila, pues si bien siempre vivía berrinchando contra la prensa, por entender que ésta exageraba al describir el estado del sector salud, jamás trató de coartar el derecho de los periodistas de ver y escribir con entera libertad. Por el contrario, siempre facilitó esa labor.

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