Coctelera

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En estos últimos días, mi querido Magino, en vista de la «desclasificación» de las llamadas «joyas de familia» de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos, han salido a relucir incidentes relacionados con los últimos días de la dictadura de Rafael L. Trujillo. La CIA, en realidad nada nuevo ha aportado de sus nexos con la conspiración que puso fin a la vida del férreo gobernante.

Eso no significa, sin embargo, que el gobierno de los Estados Unidos fuera ajeno a cuanto acontecía en el país en esos tórridos días de mayo de 1961. Choca con la realidad, no obstante, la poca importancia que se daba al presidente gomígrafo de Trujillo, el doctor Joaquín Balaguer, un callado y culto funcionario, a quien el dictador había llevado a la presidencia cuando hizo renunciar a su hermano Héctor Bienvenido (Negro). Eso ocurrió durante la farsa en que se trataba de mostrar que Trujillo y sus familiares se retiraban del mando. Se buscaba, así, evadir las sanciones que la Organización de los Estados Americanos (OEA) importaría al país a manera de penalidad por haber tratado el dictador de asesinar al presidente venezolano Rómulo Betancourt….

¿Tuvo Balaguer conocimiento previo de la conspiración para matar a Trujillo, como creían algunos oficiales que rodeaban a Ramfis en San Isidro? Creo que el reservado político no sabía cuanto acontecería en la noche del 30 de mayo. Y voy más lejos: creo que Balaguer nunca hubiera traicionado a Trujillo. Pero un hombre de la capacidad de Balaguer, con el conocimiento histórico de la decadencia de los regímenes de fuerza, bien tenía que pensar que los días de gobierno de Trujillo estaban contados. Y sabía que ante cualquier contingencia, él, Balaguer, quedaría al frente de la cosa pública. Como realmente aconteció…..Pero, mi querido Magino, eso también lo conocía el sagaz dictador, quien cayó arrepentido de haber colocado a Balaguer en una posición de la cual no podía relevarlo por una disposición administrativa. Trujillo, entonces, decidió presionar a su colaborador de todo el régimen, y respaldó cuantos ataques se le formulaban por radio bajo la dirección de su jefe del Servicio de Inteligencia Militar, coronel John W. Abbes García. Este oficial organizó manifestaciones públicas frente al Palacio Nacional, en las cuales se le pedía a Balaguer que renunciara y entregara el mando a Trujillo.

El dictador estaba consciente de cada paso que se daba en ese sentido y cuando Balaguer, públicamente, dijo que estaba presto a renunciar, Trujillo en una pose melodramática, afirmó que en manos del aparentemente tranquilo político el poder estaba garantizado….Abbes García mantenía un servicio de vigilancia sobre Balaguer y el presidente lo sabía. Por eso cuidaba sus pasos, pese a que ya contaba con funcionarios que le rendían un informe diario de las actividades del gobierno. Se cuenta que Balaguer se reunía con esos funcionarios después que Trujillo se marchaba del Palacio en horas de la tarde. Pero un día, el dictador aparentemente se marchó de su despacho. Pocos minutos después, de manera sorpresiva, retornó a la sede del Poder Ejecutivo. Acudió directamente, a la oficina de Balaguer, donde éste se encontraba reunido con algunos colaboradores. Cuando Trujillo inquirió los motivos de la «sesión», que se efectuaba sin su conocimiento previo, Balaguer no se inmutó y le respondió que se juntaba con esos funcionarios para enterarse de cuanto pasaba en la administración pública y así poder servir mejor a su régimen….

Lo que sí se ha conocido por distintas vías, incluyendo la de familiares muy queridos, es que Modesto Díaz Quezada, el más lúcido cerebro político entre los conjurados para matar a Trujillo, era partidario de mantener a Balaguer en la presidencia, para dar la apariencia de constitucionalidad al gobierno que se establecería y realizar las elecciones fijadas para el 16 de mayo de 1962. Otros conspiradores rechazaban la idea y los más radicales eran partidarios de eliminar a los hermanos y algunos familiares militares de Trujillo, después de la formación de una junta civil-castrense, que haría las elecciones un año después de estar en el mando….Balaguer supo capitalizar la confusión que provocó la muerte de Trujillo. En la noche del 30 de mayo y en la madrugada del 31, horas después de muerto Trujillo, comenzó a mandar en el Palacio Nacional, relegando a Héctor Bienvenido a un segundo plano. Su habilidad llegó al extremo de tener lista una carta de renuncia para que Héctor Bienvenido tomara el poder si Ramfis así lo decidía, pero a sabiendas de que eso, en la práctica, representaría un golpe de Estado en el poder imperial, aunque no le respaldaba en esos momentos, no toleraría bajo circunstancia alguna. Reitero que jamás he creído que Balaguer tenía conocimiento del complot para matar a Trujillo. Pero sí se preparaba, en cambio, para convertirse en un mandatario «de verdad» si eso pasaba. Como pasó.

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