Coctelera

Coctelera

Mi querido Magino, hoy estoy triste. Muy triste. Lío, Leo o Papilón se ha ido para siempre. Y, tímido como fue todo el tiempo, lo hizo con rapidez. Sin avisar ni siquiera a Viola, su cara mitad. Tengo que estar triste por necesidad, pues este viaje de Leonel Antonio Concha Para hoy interrumpe una relación amistosa, de hermanos unidos, que duró cuando menos sesenta años. Con Leonel venía bregando desde que éramos adolescentes, en la Ciudad Nueva siempre querida, siempre recordada, en los días que la entonces Ciudad Trujillo era una aldea grande, donde todo el mundo se conocía y donde la solidaridad entre vecinos era cuestión primaria…

Junto a Lío pasamos días de estudiantes, cuando La Normal era un centro que se respetaba. Aun recuerdo que Lío usaba un uniforme de kaki, con corbata y gorro de la misma tela y un pantalón que él mismo decía que su filo «cortaba» a cualquiera. Después vinieron los días y noches de una bohemia inacabable, cuando Lío era ejecutor de las melodías de María Grever que genialmente interpretaba Néstor Mesta Chayres, a quien Lío no solo imitaba con su bien timbrada voz, sino también hasta en el ondulado peinado consagrado por Glostora…

El Coctelero, Maginito, laboraba en Estudios Económicos del Banco Central entonces en Las Mercedes y Lío se fajó en la San Carlos Land, de la Braulio Alvarez, con San Martín. Cambios de labores. El hipismo nos abrazó. Lío dirigió, por un tiempecito, el periódico hípico El enllave. Estuve junto a él a tiempo completo. El aeromodelismo se llevó a Lío. Pionero en la materia. Era un diablazo a caballo en su fábrica de aviones de guerra. Un verdadero artista. Cuando volaba sus aparatos, especialmente a control remoto, era una sensación. Ganaba buen dinero para la época. Así lo «invertía» en jornadas que compartíamos en que las divas y el Caña Oriental dominaban el escenario…..En cuando menos seis decenios de relaciones de verdaderos amigos, jamás tuvimos, como suele decirse, «un si ni un no». Ni siquiera las diabluras de juventud ni las bromas que nos gastábamos en prolongadas parrandas enturbiaron los nexos de auténticos amigos y compañeros. Los años pasaron. Las exigencias de la época nos formalizaron. Formamos familia y a trabajar de veras. Los días de juergas quedaron atrás…

Un buen día recibí la visita de Lío en El Caribe. Quería trabajo adicional pues el pluriempleo era una necesidad. Así ingresó como corrector de pruebas en el viejo diario de la calle el Conde. Siempre me acusó de haberlo enganchado a periodista, pues no pasó mucho tiempo para que iniciara la que luego sería una columna famosa, «La Vida en Broma». Cuando consideró que el plomo le afectaba, renunció al cargo. Nunca se le apretó el pecho para hacerlo. Se fue a El Nacional de Ahora. Corrector de estilo y columnista. El resto es parte de la historia relativamente reciente. En El Nacional y Hoy nos juntamos de nuevo. Un día renunció. Y otro volvió. Fue permanente la carrera de éxitos sonados del intérprete amateur de Rocío, Silverio, Hoy no Quisiera Vivir y Armillita, convertido en un tremendo escritor costumbrista, en un hombre con un extraordinario sentido del humor, que recogió en diez volúmenes distintos las más sonadas y simpáticas de sus columnas…

Ayer, Maginito, como cada martes, visitó El Nacional, para entregar el material suyo, a publicar durante la semana. Llevó un frasco de dulces a mi secretaria en HOY. No entró a mi oficina, porque el Coctelero tenía visita. Se fue sin saber que esa visita era la viuda de quien fuera un entrañable amigo de ambos. Radhamés Virgilio acudió a mi despacho preocupado, mortificado, para informarme que Lío había sentido un fuerte dolor en el pecho, se había desplomado y sus colegas le habían trasladado a la clínica contigua al periódico. Minutos después Papi Alvarez me dijo que Lío había muerto de un infarto. Se había detenido su noble corazón, un corazón que quiso a todo el mundo bien, que a nadie deseó daño…

Lío se fue cuando se encontraba en plena producción intelectual, cuando su sentido del humor se había desarrollado al máximo. el domingo saldrá su última columna humorística en El Nacional, la que entregó ayer. Será un homenaje y un autohomenaje al mismo tiempo. Y una demostración de que Lío vive en el recuerdo de cuanto le quisimos de verdad, de cuantos disfrutamos de su amistad. Viola debe sentirse triste, con un dolor inmenso. El Coctelero le pide que tenga fe en Dios y que agradezca al Hacedor haber disfrutado, en los momentos buenos y en los momentos difíciles, de un fiel compañero, de un excelente y cariñoso padre y de un mejor abuelo. ¡Descansa en paz, hermano del alma! Y hazte de cuenta que por aquí te creemos eso de que «Cañitas, eres torero porque en tu capa brilla, el arte verdadero…

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