COCTELERA

COCTELERA

Comencé a tratar al doctor Andrés Dauhajre en 1955, cuando él y su hermano, el doctor Juan Dauhajre dirigían una tienda de tejidos ubicada en la Avenida Mella casi esquina José Reyes, frente a la Troya. Recuerdo bien el año por un hecho sencillo: Juan o Andrés hacían efectivo el cheque que el Coctelero percibía en La Voz Dominicana por su trabajo como comentarista deportivo. Juan era abogado. Andrés era médico. Ninguno de los dos ejercía la profesión en la época en que trabé amistad con ellos.

Con el paso del tiempo, los hermanos se separaron. A Juan le conocí como ´refresquero´. Creo que tenía las concesiones Dumbo y Red Rock Cola. Murió hace años, víctima de dolencias cardíacas. Andrés formó «La Novia de Villa», tienda de sólido prestigio en el país, con varias sucursales especializadas. Pero no solo se destacó como comerciante. Fue un director de instituciones diversas y prestó su concurso en entidades religiosas, educativas, empresariales y recreativas. Era hombre inteligente, inteligentísimo diría el Coctelero. Hábil en grado extremo a la hora de negociar. Tenía ideas muy progresistas para la época en que emergió como líder empresarial. Siempre fue cordial, simpático, servicial, hasta la misma hora de su lamentable deceso, acaecido anteanoche. Paz a los restos del viejo amigo y mi más sentido pésame a su esposa Odette y a sus hijos….Magino, aquí no se quiere salir de un chisme, no importa la esfera en que éste se origine. Ahora, en fuentes cercanas a cuestiones diplomáticas se especula que la embajadora en Italia, doctora Ana Silvia Reynoso de Abud no reconoce la calidad del embajador permanente ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), doctor Mario Virgilio Arvelo Caamaño. Se habla de que la embajadora ha pedido a Arvelo Caamaño que pague 1,500 dólares mensuales por la oficina que ocupa en la sede de la embajada en Roma. Mire, viejito bandidazo, me resisto a creer algo así. Por el contrario, se, de sobra, que la embajadora Reynoso de Abud es una mujer muy capacitada, con experiencia burocrática y respetuosa de las decisiones de sus superiores. Por tanto, mal puede desconocer la designación de Arvelo Caamaño, hecha con todas la de la ley por el presidente Leonel Fernández Reyna. Y en cuanto a la ocupación de una oficina en la sede de la embajada, por aquí se ha dicho que eso está autorizado por la Cancillería….Ahora, Maginito, sobra decir que Arvelo Caamaño es un joven de sólida preparación intelectual. No es un improvisado o cosa que se le parezca. Pese a su juventud, el abogado que está en la FAO es hombre de gran cultura, escritor de fuste, de prosa galana. Pero por encima de todas las cosas, Mario Virgilio –tocayo del Coctelero– es un hombre educado, de gran formación doméstica. No desempeña las funciones de embajador en la FAO por ser hijo del veteranísimo periodista Alvaro Arvelo hijo –comenzó su carrera en 1959, en el desaparecido diario La Nación. Mario Virgilio ha llegado a la posición que hoy ostenta a base de sus propios esfuerzos, de su capacidad, de su conducta vertical, de su enemistad a rajatablas con todo cuanto signifiquen intrigas o cosas parecidas. Comenzó la carrera diplomática hace ya unos añitos, al iniciarse la administración Fernández de 1996, creo que en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Pasó a prestar servicios en Japón y después en Chile, hasta ser promovido a la FAO….Hace poco tiempo al Coctelero se le enteró –y eso lo llenó de orgullo– que Mario Virgilio, a quien quiero como si fuera mi propio hijo, estaba considerado, por la FAO en Roma, como uno de los más distinguidos representantes ante ese organismo internacional, que recibe la atención de más de 180 países. Diplomáticos como Mario Virgilio mi querido Magino, son los que necesita un gobierno como el del presidente Fernández: hombres jóvenes, cultos, con deseos de superación y que jamás meterán el delicado piecesito con operaciones dolosas. Muchachos como Mario Virgilio son los que necesita esta sociedad, en cantidades industriales, para que se hagan cargo, cuando posean ya la debida madurez, de los asuntos públicos con cuya conducción hemos defraudado a tantas generaciones. Si la Ciudad Eterna prestigia a Mario Virgilio, este joven profesional y diplomático jamás será indigno de ese honor.

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