Código de la Comunicación
Una luz de esperanza al final del túnel

Código de la Comunicación<BR>Una luz de esperanza al final del túnel

La industria de la comunicación en todas sus variantes ha adolecido de un estatuto regulador que defina su accionar, desde los tiempos en que se tocaron las campanas de la libertad una vez superados los constreñimientos impuestos a su ejercicio durante la dictadura de Trujillo. Desde ese entonces esta actividad parece haber entrado a un túnel infinito y la lucha por lograr una adecuada legalización y ordenamiento de sus funciones ha resultado infructuosa. Transcurrido ese tiempo se ha conseguido apenas una tímida modificación de la Ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, cuyos enunciados siguen fuera del contexto de un tiempo caracterizado por el desarrollo de la tecnología de la información y la comunicación instantánea, la era del saber y el conocimiento con la proliferación de los mensajes y las redes sociales en el mundo de la comunicación virtual. 

El atisbo de una luz de esperanza al final de ese túnel infinito lo acaba de otear el presidente de la República, Dr. Leonel Fernández Reyna, al asegurar que con la creación de las leyes de Libre Expresión y Medios de Comunicación, de Radio y Televisión, de Telecomunicaciones, así como la regulación de Cine, la República Dominicana está sentando las bases para la formación de un código de comunicación.

El código de referencia viene precedido por los anteproyectos de Ley de Libre Expresión y Medios de Comunicación y de Ley General de Espectáculos Públicos, dos de las 5 propuestas entregadas al Poder Ejecutivo por la Comisión Especial para reformular la Ley 6132, creada mediante el decreto 04-07.

El anuncio hecho por el Presidente Fernández viene a calmar las inquietudes de amplios sectores de la comunicación, reflejadas en opiniones que aseguraban la existencia de un síndrome en la dispersión de tantas voluntades puestas por largo tiempo en la obtención de un objetivo tan claro y conveniente para todos, como es el de alcanzar un ordenamiento y un respeto a las leyes en el uso de los medios de comunicación, similar a como acontece en la mayoría de los países de América Latina y del mundo.

Antecedentes.  La decisión tomada por el Presidente pone un “stop” al síndrome de la dispersión de voluntades en una sociedad como la dominicana, que en su conjunto ha vivido en los últimos años un proceso de dispersión de sus fuerzas vivas, que ha disminuido su capacidad para el establecimiento y logro de metas y de objetivos comunes en un áreas de vital importancia para su desarrollo.

La industria de la comunicación, la publicidad y los publicistas en particular como entes generadores de la dinámica de este importante sector de la economía dominicana, no han escapado al influjo de esta preocupante tendencia.

Durante mucho tiempo y en los inicios de lo que se podría denominar como el nacimiento de la historia de la publicidad moderna en nuestro país, hubo muchos intentos por crear organizaciones de clase que fueran realmente operantes y que representaran genuinamente los intereses comunes de los distintos grupos que conforman el denominado “Trípode Publicitario”, anunciantes, agencias y medios de comunicación.

Así nacieron en esa época la Federación Dominicana de Agencias Publicitarias (FEDAP), que con el correr del tiempo y debido a las divisiones que se generaron en su seno se convirtió en la actual Liga Dominicana de Agencias Publicitarias (LIDAP),  la Asociación Dominicana de Anunciantes (ADAN) y la Asociación Dominicana de Medios Publicitarios (ADOMEDIOS). También surgió y se desarrolló con mucha fuerza la Asociación de Ejecutivos de Ventas y Mercadeo (AEVM) que luego se denominara Asociación de Ejecutivos de Marketing (AEM).

Lamentablemente y como efecto del síndrome de la dispersión que ataca fuertemente a nuestra sociedad, de estas organizaciones, unas han desaparecido, otras han perdido vigencia y sólo la LIDAP cumple en cierto modo el rol institucional que le corresponde.

Este tema cobra vigencia en estos momentos debido a que los cambios que se operan en la actualidad, tanto a nivel local como en el plano internacional en muchos órdenes de la vida de las naciones, está afectando sensiblemente las relaciones entre los grupos que se complementan y está haciendo necesario el fortalecimiento de las bases institucionales para la defensa de los intereses comunes de este sector de la economía dominicana.

Este es el momento de luchar, por tanto, contra el síndrome de la dispersión, aplicando la vacuna de la integración. Poner al país a tono con las nuevas corrientes que hoy invaden al mundo de confín a confín. Reconocer la imperiosa necesidad que existe de preservar esta industria mediante la unión de todos sus sectores en una organización de enlace común de las comunicaciones en publicidad y mercadeo, relacionadas con las cambiantes necesidades del consumidor dominicano y de la economía del mercado que se impone en todo el mundo.

Esta acción habrá de colocar a la industria en posición de reivindicar el valor de la publicidad, al tiempo de promover sus beneficios y recalcar el crítico rol que juega como fuerza vital que sostiene una sana economía y hace la función de base para la diversidad e independencia de los medios de comunicación en una sociedad de libre elección como la nuestra.

Solo así se asumirá plenamente la gran responsabilidad de proteger y de desarrollar la libertad de expresión comercial y de libre consumo, valores consustanciales e inherentes a la función publicitaria, al tiempo de estimular una mayor práctica y aceptación de un ejercicio publicitario y de comunicación comercial libre sano y auto-regulado.

Protección a los inocentes.  La luz de esperanza que vemos al final del túnel debe estar acompañada de medidas de protección principalmente para los niños y los jóvenes menores de edad. Esto, en razón de que   la era de la tecnología de la información, la digitalización y el entorno global si bien ha presentado formidables oportunidades y posibilidades de crecimiento y desarrollo personal para innumerables ciudadanos en el contexto de la sociedad actual, no deja de presentar crecientes riesgos y amenazas para la integridad, la buena formación del individuo y su entorno privativo de exclusiva intimidad.

El rápido crecimiento y desarrollo de las llamadas redes sociales en la Internet, como las muy populares Facetbook, Twitter, Youtube, Myspace, Unyk y otras muchas, se han convertido prácticamente en ventanas abiertas por donde se reflejan una serie de situaciones previamente consideradas parte del más íntimo fuero de la individualidad.

Si bien el riesgo es generalizado y universal en términos de que afecta a todos los estratos y estamentos de la sociedad, la mayor preocupación se registra cuando este moderno comportamiento se introduce peligrosamente en los estratos de la niñez y la adolescencia, segmentos altamente vulnerables del componente social.

La comunicación en sentido general, sea esta interactiva o unidireccional y los mensajes de la publicidad en términos particulares, definen a este componente social como un “target ideal”, en razón de que su vulnerabilidad ofrece la mejor oportunidad para alcanzar sus objetivos, generalmente divorciados de los programados por los padres y/o tutores.

La diversidad de la oferta dirigida a este “público” es inigualable. El ofrecimiento recorre un amplio abanico que va desde productos audiovisuales, tales como series, juegos electrónicos, marcas de cereales, juguetes, ropa o música y muchos más, en los cuales se gastan cientos de millones de dólares al año para seducirlos.

Queda claro que el objetivo fundamental de los emisores de este tipo de mensajes persigue transformar esa población en consumidores fieles a sus marcas y a la categoría de sistemas de entretenimiento creados con ese propósito.

Zoom

Peligro real

Una encuesta del diario suizo Journal de Genève  indica que los niños son asiduos telespectadores y constituyen una presa ideal para los anunciantes. Los de siete a doce años pasan en promedio dos horas y media al día frente a la televisión, en Francia y en Suiza; mientras en Alemania son menos ávidos, los de Estados Unidos baten todos los récords con cuatro a cinco horas diarias. En Estados Unidos, según la asociación Consumer Unions, cada niño ve desfilar así 30,000 anuncios de publicidad al año. Evidentemente son una presa fácil para la labor persuasiva que deben realizar los estrategas de las empresas productoras de bienes y servicios, en función de su objetivo de permanencia futura en el mercado. No es de extrañar la gran proliferación de anuncios con niños y para niños aparecidos últimamente en las pantallas de nuestros canales de televisión. Esto debiera disparar las antenas de los padres,  así como de la ética, la moral y las normas de buenas prácticas comerciales de las instituciones y los organismos responsables de velar por la salud mental de nuestros niños y adolescentes y ser contemplado, en la Ley de Libre Expresión y Medios de Comunicación y Ley General de Espectáculos Públicos que se discute en la actualidad.

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