Coincidencias y diferencias entre periodismo y literatura

<p>Coincidencias y diferencias entre periodismo y literatura</p>

POR PABLO MCKINNEY
Expresemos  la pregunta central ¿Es el periodismo literatura? Para explicar esto, les propongo partir de las coincidencias y las diferencias entre ambos.

Coincidencias

Sobre las coincidencias, debo decir que ambos buscan lo mismo: contar, comunicar una historia con palabras y voluntad y calidad de estilo, es decir, correcta y seductoramente. Para Gabriel García Márquez: “La crónica tiene la técnica del cuento con la  diferencia de que los hechos son ciertos”.

Ya hemos visto que grandes obras de la literatura universal nacieron en los diarios, y que otras no son más que amplios reportajes encuadernados. Ahora me remito al escritor gallego Manuel Rivas, y su libro, “El periodismo es un cuento”, en donde afirma: “Hay un problema de ignorancia. Periodistas que confunden la literatura con el retoricismo, y escritores, literatos, que confunden el periodismo con la banalidad…”

Un mal periodista ni es escritor ni es nada, es apenas un mal periodista. El buen periodismo siempre es literario, o como dice más literariamente Manuel Hidalgo: “Lo que nunca olvidaremos de los periódicos, de la radio y la televisión, es lo que tienen de literatura.”, de bien escritos, añadiría yo. El problema es que a los periodistas sólo nos llaman escritores después de haber publicado un libro y no antes, como si el periodista en vez de escribir cantara.

Según Luis Carandell, en su obra “El arte de escribir”, esto viene porque el reconocimiento social del escritor es superior a la del periodista. Y recuerden aquí la anécdota del torero que ya les conté. Sin embargo, si bien es cierta la relación del periodismo y la literatura como ramas del mismo tronco, o como de un pájaro las dos alas, que diría Martí, también es cierto que existen algunas diferencias entre periodismo y literatura que me gustaría destacar, especialmente el tiempo y la verdad.

Diferencias 
Tiempo y periodismo literario.

El periodismo está sometido a estas dos hogueras, el tiempo y la verdad, de las que está liberado el novelista. Como dice Francisco Umbral, para conseguir un buen artículo “hay que quemar un ensayo, un soneto y una noticia.” Yo añadiría que hay que ser esclavo del tiempo. Por ejemplo, todo el mundo sabe que las prisas del cierre son la espada de Damocles de toda redacción periodística.

Como señala Martín Caparrós: “El torrente de la información que llega todos los días a los periódicos exige una concisión y brevedad que están reñidas con cualquier alarde literario. Por eso la crónica o el artículo son los instrumentos preferidos y posibles de periodismo literario.”

Claro, el hecho de que en los últimos tiempos cada vez se cultive menos la crónica y el reportaje en los diarios, ha aumentado la percepción de que periodismo y literatura son cosas muy diferentes, precisamente porque los géneros periodísticos exclusivamente informativos –la información- están más alejados de la literatura que todos los demás.

Lo efímero e impersonal del periodismo de información, no necesariamente descalifica al periodista como escritor, pero sí lo aleja de la literatura y sus armas de seducción. El periodismo de información se caracteriza por efímero, mientras que la literatura tiene el atractivo de lo eterno.

En ese sentido, Juan Luis Cebrián en sus “Cartas a un joven periodista” sentencia: “Nada que se haga tan apresuradamente como un periódico puede perdurar, y no tiene sentido afrontarlo, por eso, con ánimo literario.” Aunque desde mi punto de vida, esa afirmación de Cebrián se aplica más exactamente al género exclusivamente informativo y no a los géneros para la interpretación periodística, o los del comentario y la opinión.

Pero si nos referimos específicamente a la crónica, -y recordemos a aquí a Heródoto-, aceptaremos que el tiempo es el gran escritor. Pues si salvamos un texto de la hoja perecedera y efímera del periódico y lo llevamos hasta la encuadernación del libro, la crónica entonces, se revela como pura literatura.

Verdad y Periodismo Literario.

Pero si hay un elemento que separa al periodismo de la literatura es el apego a la verdad. En el mágico mundo de la literatura, y me refiero ahora específicamente a la literatura de ficción, la verdad es un lujo de periodistas honestos, que deben ser esclavos de la confirmación, exactitud y verosimilitud de los datos de la historia que desean contar. Pero un novelista en grado químicamente puro, un novelista de la ficción, no tiene que permitir que la verdad le robe una buena historia.

En otras palabras, y como bien dice, Juan Luis Cebrián: “la buena literatura no tiene por qué se honesta y el buen periodismo sí.”

El maestro Umbral habla de que con buenas intenciones solo se hacen malas novelas, y por eso un buen escritor tiene que comenzar por matar a su madre, que es una forma de decir que tiene que romper con todo, incluida la verdad. Claro, siempre y cuando estemos hablando de literatura de ficción.

Al contrario de los sufridos periodistas, escritores de la realidad, para el novelista de la ficción la mentira es uno de sus lujos. Él construye la realidad, su realidad y no tiene la obligación de serle fiel.

La mentira es un lujo del que no disfruta jamás el periodista, que debe estar más atado la verdad histórica de lo que intenta contar, que el mismísimo Acuerdo de Madrid de nuestras penas eléctricas y apagones.

Relación entre periodismo y literatura según grandes autores de la literatura iberoamericana.

Veamos ahora, qué opinan del periodismo los grandes nombres de la literatura iberoamericana.

Juan Bosch ve la diferencia entre ambos a partir de considerar que la literatura es arte y el periodismo es una profesión, aunque reconoce que el lenguaje conecta a ambos.

Para el poeta, y profesor de estética valenciano, José María Valverde, el periodismo era la propuesta literaria más propia de nuestro tiempo, y consideraba que en España había que buscar la literatura contemporánea entre los columnistas de los mejores diarios.

Francisco Umbral considera que en cuanto “se ensaya un lenguaje nuevo, una forma nueva de comunicación verbal, se está haciendo inevitablemente literatura.” Y decididamente, considera el periodismo de creación un género literario.

Por su parte, Alejo Carpentier no separaba al periodismo de la literatura salvo por cuestiones de estilo. Para él, el periodista y el escritor se integran en una sola personalidad. Veía al periodista como un escritor que trabaja en caliente, que rastrea el acontecimiento día a día sobre lo vivo. Mientras que el novelista, a su entender, es un hombre que trabaja retrospectivamente. “Yo creo que el periodismo es una magnífica escuela de vida, es una magnífica manera de estar en contacto con el suceso diario, con lo que ocurre, con la historia contemporánea, y sin esos contactos no creo que pueda hacerse en este siglo novela válida ni duradera”

Alberto Moravia, además de querer estudiar periodismo a los sesenta años, consideraba que “todo escritor contemporáneo debe pasar por el periodismo.

Octavio Paz consideraba que la buena poesía moderna está influida por el periodismo. Y habló de su deseo de dejar “unos pocos poemas con la ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un buen artículo de periódico… y un puñado de artículos con la espontaneidad, la concisión y la transparencia de un poema”.

Por su parte, García Márquez ha declarado que para él lo ideal sería que la poesía fuera cada vez más informativa y el periodismo (el informativo, PM) cada vez más poético.

Futuro del Periodismo literario

Finalmente, como hemos podido ver, el periodismo literario o narrativo no sólo es literatura, sino, que es mucho más. Este periodismo novelesco que confiesa su subjetividad con el uso de la primera persona, y aspira al placer del texto, a informar y motivar, a seducir con palabras y argumentos como toda literatura, está en los orígenes del mejor diarismo iberoamericano y puede ser un instrumento fundamental para la supervivencia de éste. Y ahora, estoy hablando de la ya vieja lucha de la prensa escrita por sobrevivir al impacto que ha representado la televisión, durante los últimos cuarenta años, y la Internet  más recientemente, en la población.

Al punto que hoy, la mayoría de los ciudadanos se enteran de lo que pasa a través de la televisión o la radio, y los más jóvenes prefieren la Internet.

En nuestro país, el gran poder que mantiene la prensa escrita tiene que ver fundamentalmente con la credibilidad que inspira la página publicada, y sobre todo con el poder de agenda que ella tiene, y que por un problema de rentabilidad y falta de equipos de producción periodística, se irradia sobre la mayoría de nuestros programas de radio y televisión, quienes seleccionan sus contenidos, no sólo de sus fuentes sino también y sobre todo de lo publicado por la prensa escrita.

Nuestros periódicos imponen la agenda de los demás medios de comunicación y ese es su poder. Pero en un mundo cada vez más interconectado, un mundo de blogs personales y páginas Web gratuitas por doquier, esto necesariamente irá cambiando y con ese cambio podría llegar la gran crisis del diarismo. Por esto, como plantea Tomás Eloy Martínez, la permanencia del periodismo escrito depende en gran medida del uso o no que este dé al periodismo literario o narrativo.

La prensa escrita no puede competir con la televisión y la Internet apoyada en la Infografía, el diseño y el full color, sino con la “full calidad” del texto interpretativo, con la narración que se apoya en la investigación y en las armas seductoras de la literatura para contar una historia.

Nada como los telediarios para informarse en caliente de lo qué pasó, o como la Internet que en milésimas de segundos lanza al mundo global cualquier información desde una PC de 300 dólares. Pero en la cadena informativa falta algo. Y es la profundización, la explicación y el análisis del hecho “noticiable” para ser consumido a la hora que usted disponga. He ahí el papel que el periodismo narrativo puede jugar en el diarismo.

La ventaja comparativa del diario no puede ser el full color ni el diseño, que jamás podrá competir con la agilidad ni el atractivo de la imagen, sino el periodismo narrativo, la calidad de un texto que explique, profundice y sugiera, echando mano a las herramientas seductoras de la literatura y sus armas. Por ejemplo, ayer, al mediodía, a minutos de ocurrir, supimos de la reunión entre el Presidente Fernandez y su homólogo Bush. Y nos enteramos del agradecimiento del presidente estadounidense a nuestro Presidente “por los consejos recibidos”. La televisión en sus prisas sólo alcanzó para brindarnos las imágenes y decirnos de un agradecimiento por unos consejos.

Ante ese hecho, importante y casi histórico, hubiese sido maravilloso el haber tenido esta tarde en El Nacional la crónica de periodismo narrativo, sobre lo que ocurrió en ese encuentro, los hilos del piropo imperial a nuestro Presidente.

No es diseño, ni full color lo que necesitan los diarios para competir con la televisión o la Internet, sino periodismo literario, narrativo.

Los diarios necesitan volver a sus orígenes de narrar los hechos con la minuciosidad que no alcanza a contar la televisión, para convertirlos en actualidad. Pero una actualidad extensamente contada, inteligentemente analizada, y con un background periodístico/sociológico que la señora televisión, con la calentura de sus telediarios, y atrapada en sus prisas, sus tomas de apoyo y su redacción de pirámide invertida, no puede proporcionar al televidente.

No es casual el éxito de las columnas personales de opinión en todo el mundo, y en especial en el periodismo iberoamericano.

En fin, ojalá haberles convencido de que el periodismo literario o de narración no solamente es literatura, que lo es, y no solamente ha sido fundamental en la historia del periodismo, que lo ha sido, sino que, además, y sobre todo, como la Poesía Urgente de Gabriel Celaya, sigue siendo un arma cargada de futuro. 

Gracias.

(Segundo aspecto que completa el texto de la charla dictada el 26 de octubre pasado en la  Fundación Corripio)

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