Colaboración

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Jesus de la Rosa.

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En las discusiones entre diplomáticos dominicanos y haitianos sobre la demarcación fronteriza, estos últimos siempre han pretendido que se acepten como hechos consumados acciones contrarias al derecho de la territorialidad de los dominicanos sobre la parte de la Isla de Santo Domingo donde se aposentó la antigua colonia española.

Para posibilitar la apertura de conversaciones de paz entre los dos países que comparten el dominio de la isla de Santo Domingo, la Constitución haitiana hubo de ser modificada. En efecto, la Constitución Haitiana de 1867 se limita a declarar, en su artículo primero, lo siguiente: “la República de Haití es una e indivisible, esencialmente libre, soberana e independiente. Su territorio y los de sus islas adyacentes son inviolables y no pueden ser enajenados por ningún tratado o convención”.

Efectivamente, en ese mismo año, los gobiernos dominicano y haitiano concertaron un Tratado de Amistad y de Comercio, quedando por resolverse el espinoso problema del establecimiento de los límites fronterizos entre los dos países.

¿Cuáles debieron ser los límites entre la República Dominicana y la República de Haití? Los mismos que separaban la antigua colonia española de la francesa. Los mismos que quedaron establecidos en el Tratado de Aranjuez.

Mientras los plenipotenciarios dominicanos señalaban que el territorio de la República Dominicana comprendía todo lo que antes se llamaba parte española de la isla de Santo Domingo, los haitianos sostenían que no; que el acuerdo de demarcación fronteriza entre los dos países debía fundarse en la demarcación establecida por los hechos hasta 1856. Es decir, los alegatos de los diplomáticos dominicanos se fundamentaban en normas del derecho y los de los haitianos en hechos pretendidamente consumados.

En 1895, los gobiernos dominicano y haitiano acordaron someter sus diferencias al papa León XIII. Pero no se logró ningún acuerdo entre las partes. Y el conflicto continuó como una amenaza constante a la paz entre ambos países.

A pesar del fracaso del Tratado de 1874, Haití disfrutó por más de 25 años de la franquicia del comercio fronterizo contemplada en el mismo y lo hizo sin tener que pagar un solo centavo a cambio de esa ventaja.

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En el año 1912, por mediación del Gobierno de los Estados Unidos, los gobiernos de la República Dominicana y de Haití, iniciaron negociaciones para someter a un arbitraje el arreglo de los problemas de los límites fronterizos entre los dos países. Pero, esas conversaciones también fracasaron. Meses después, por imposición del Gobierno estadounidense, los gobiernos de la República Dominicana y de Haití aceptaron la fijación de una frontera de hecho.

En 1915, los Estados Unidos ocuparon a Haití y, un año después, a la República Dominicana.

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