Colegio De la Salle y un bello amanecer

<p>Colegio De la Salle y un bello amanecer</p>

RITA DE MOYA DE GRIMALDI
El segundo viernes de este febrero, mes marcado por el amor y el patriotismo, mis hijas no tenían que asistir a clases. Al levantarme un “poco tarde” ese día, abrí las ventanas del comedor de mi hogar. No había ajetreo ni desayunos a medias por la hora. La situación dada me invitaba a pensar de manera apacible especialmente en la Patria al oírla cantar junto a los primeros rayos del sol.

La fresca brisa que sentíamos por la ventana aquel día que comenzaba trajo a mi memoria a Duarte, Sánchez y Mella. Se engrandecía mi corazón al pensar en el lejano 1844 y el camino recorrido por dominicanos y dominicanas valientes que nos regalaron sus vidas en medio de luchas sangrientas y un solo ideal. En otros pensé, por igual, de los cuales hemos heredado su sangre e ideales a través de la cultura, la educación y sueños en común. Recordar también a aquellos dominicanos de los cuales no nos imaginamos su existencia, pero que pisada tras pisada, totalmente inadvertidas, donaron en silencio su ser para que hoy podamos amar sin fin nuestra tierra.

Aproximadamente a las 7:45 de la mañana he mirado al cielo. Textualmente, ya tempranito, Dios lo había pintado del color de nuestra amada bandera dominicana: azul, blanco y rojo. Así acompañaba las voces que entonaban notas a la Patria, aquellas que salían de esa cuna del saber, el colegio De la Salle.

Al educar y pasar en alta voz el fervor patrio a sus alumnos en este recinto escolar lo hacen también con los vecinos, con el transeúnte común que pasa a esa hora del día que apenas empieza y recoge en ese cantar el ánimo, lo echa en su bolsillo… estoy segura que le dará para revivir por lo menos por 24 horas -y tal vez por un poquito más de tiempo- su esperanza y su fe en el país henchido de felicidad, amor y servicio a la Patria.

El canto del colegio De la Salle a nuestros símbolos patrios   que se colaba por mi ventana me hizo detener a mirar la naturaleza, la vida misma, mirar a lo lejos, allá bien alto, también. Aquel canto lleno de los valores que nos enorgullecen como dominicanos y que al levantarnos nos hacen comenzar el día con el “pie derecho” y romper los temores.

Gracias. Han arrullado mi alma entregada a la dominicanidad. Recordé mis primeros y dulces años de infancia junto al empeño de cada una de mis tías paternas en el colegio Paraíso Infantil, ubicado en la avenida Independencia. Mi corazón retomó a manos llenas aquellos himnos que se entremezclaban a temprana edad con los cantos de cuna. Mi emoción y sensibilidad creció al poder compartir aquel cantar que conmovió mi interior con mi hija más pequeña. Parecía yo una muchachita como cuando escucha sus canciones favoritas.

Aplaudo el quehacer del colegio De la Salle. Me uno a su extensa matrícula como una más y me siento en primera fila frente a sus profesores y su Dirección.

Es de gran emoción confirmar, ante noticias penosas que aturden el diario vivir de nuestro pueblo, que es verdad que “las abejas” hace tiempo comenzaron su labor y no paran ni un momento. Regalan a nuestro pueblo su dulce miel. Nuestras escuelas también. Nuestros maestros, su afán y sacrificio. El amor a República Dominicana se hace sentir. Su canto se escucha. Se marcan nueva vez los más puros sentimientos para luchar juntos en la sociedad dominicana hacia el futuro y a boca llena poder decir: Habrá Patria.

Dios bendiga a cada una de las familias que componen el colegio De la Salle y a los colegios que como éste se encargan de tan linda labor en la formación de nuestros niños y jóvenes, y dé prosperidad a sus proyectos en la seguridad de que, día a día, nos espera a cada uno de nosotros junto a Juan Pablo Duarte y a nuestra Patria, solo nuestra y dominicana, un bello amanecer.

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