Colegios secuestrados

Colegios secuestrados

Decidí no insistir sobre un tema que al parecer no interesa, de esos que entran por un oído y salen por el otro; de los que se reciben con un desdeñoso “no te metas en eso”. Pero necesitamos recordarlo: los partidos políticos tienen secuestrados a nuestros colegios profesionales.

El hecho debe alarmar a cualquier sociedad que intente escapar del tercer mundo. Se trata de las instituciones indispensables que establecen normas para ejercer digna y eficientemente las profesiones.

En los dos últimos eventos electorales (el del colegio médico y del colegio de abogados) ha quedado claro el cautiverio, certificándose como jefes del gremio a sus captores. Allí no triunfaron ideales ni se afianzaron instituciones colegiadas, ocurrió algo tan simple como trágico: ganaron los candidatos del PLD porque no pudieron ganar los del PRD. Dicho de otra manera: el PLD hizo ganar a sus candidatos porque el PRD, en esta ocasión, no pudo hacer ganar a los suyos.

Están atrapados. Sus dirigentes parecen sufrir del Síndrome de Estocolmo. Se identifican con el opresor y hacen suyas metas que en nada tienen que ver con la excelencia ni con la dignidad de sus afiliados. Están “enganchados” en la droga política, encantados de estar secuestrados. Prima la búsqueda de posiciones, la escalada.

A medida que pasa el tiempo, esas agrupaciones colegiadas van pareciéndose más a sindicato de choferes (que se sirven sin dar mucho servicio), concentrando sus reivindicaciones en el salario, las condiciones de trabajo y en proteger a sus afiliados del despido. Del resto, ya veremos…

Mientras, en sus archivos, se pudren aquellos folios estatutarios que obligan a velar por la ética, la educación, un ejercicio capaz, y a sancionar cuando fuese necesario. El Estado les otorgó la colegiatura para que se apliquen rigurosamente esas normativas. Con ellas se pretende enaltecer la práctica profesional y proteger a los ciudadanos.

Los colegios vienen dando la impresión de constituir una confederación de trabajadores. Encabezada por un consejo de partidos políticos, que pagan la música y disponen del baile. El consejo manipula, quita y pone, teniendo en cuenta únicamente sus necesidades de control, y las circunstancias coyunturales. Los gremialistas, fascinados con un futuro de rectorías y ministerios, se dejan mandar sin comedimiento y entregan su alma al diablo.

Que no quepa la menor duda, estos secuestros institucionales constituyen un verdadero desastre social. Deberían preocuparnos más- hacernos “meter en eso”- aun sin esperar soluciones inmediatas. Habrá futuro, otras gentes, y otros políticos.

No tengo idea de cuál pudiera ser el tratamiento efectivo para ese Síndrome de Estocolmo que sufren los gremialistas; tampoco sé si es demasiado tarde para curarlos. Pero sí deseo que otros posean ese conocimiento y lo utilicen rápidamente.

Si en algún momento pensé no insistir sobre el tema fue por puro egoísmo: para evitar llegar a esa terrible sensación de derrota del “esto se jodió, señores”. Porque si bien falta poco para ello, no ha llegado todavía el momento de hacernos el harakiri disfrazados de “diablo cojuelo”.

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