Como jinete apocalíptico el cólera llena de muertes los barrios de Haití. La enfermedad, que ya diezmó al pueblo haitiano en 2010 con unos 10 mil fallecidos, según cifras de organizaciones, cosecha más víctimas fatales, y esta semana el Ministerio de Salud anunció la muerte de 174 personas. Y las infecciones superan las 9 mil.

El mal diarreico que rápidamente deshidrata y mata cabalga sobre el lomo de la pobreza e insalubridad.
La falta de autoridad, pobreza, hambre, inseguridad, incertidumbre y la violencia que siembran bandas armadas que matan, secuestran y extorsionan han arrinconado a millones de personas que apenan sobreviven en este desamparado país.

Este cóctel explosivo se trató en las Naciones Unidas por pedido del mismo primer ministro haitiano Ariel Henry, pero la entidad mundial solo se aventuró a confiar que países amigos de Haití tomen la iniciativa y envíen ayudas sanitarias y fuerzas para controlar las milicias.

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Así hace unos días el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, voló a Canadá y trató el tema con el primer ministro Justin Trudeau y la canciller canadiense Mélonie Joly. Luego Brian Nichols, responsable de Latinoamérica en la cartera de Exteriores de EEUU, dijo confiar que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe pronto una resolución que permita formar una fuerza internacional para socorrer Haití. Pero hasta ahora no hay nada en concreto.

Mientras los haitianos languidecen en medio del vacío de poder, inseguridad e indefensión, con la única esperanza de correr hacia territorio dominicano.