Colmadones intranquilizan residentes

Colmadones intranquilizan residentes

POR GERMAN MARTE
En el Ensanche Ozama las noches se han convertido en un infierno, donde el “tigueraje” que frecuenta los múltiples colmadones instalados en la avenida Venezuela y otras calles del sector no deja ni siquiera dormir a los vecinos. Les ocupan las aceras, obstruyen las entradas a las marquesinas, escuchan música a alto volumen, practican sexo  en grupo, se orinan en las puertas, y si algún vecino protesta, lo amenazan con darle un tiro o simplemente lo agreden físicamente.

De acuerdo con moradores de las calles Masonería, Rotario y Octavio Mejía Ricart, desde que se instalaron dos nuevos colmadones en la avenida Venezuela esquina Octavio Mejía Ricart, en el lugar son frecuentes los pleitos entre borrachos, tiroteos y las escenas de sexo oral dentro y fuera de los vehículos y los escándalos a altas horas de la noche. El pandemónium  que provocan los colmadones o “cabarets abiertos” y sus clientes empeora de viernes a domingo.

Asimismo, denunciaron que se han incrementado los robos de vehículos y los asaltos a mano armada, por lo que demandan mayor vigilancia policial.

En vista de que han perdido su tranquilidad, algunas personas con más de 40 años residiendo en el otrora apacible ensanche están contemplando la posibilidad de vender sus inmuebles y dejarle el sitio a los borrachos, prostitutas y delincuentes que frecuentan los colmadones.

“La situación que estamos viviendo es sumamente difícil. Después que nos han puesto los colmadones estos se ha perdido el respeto”, expresó apenado Johnny Hernández, vecino de la Octavio Mejía Ricart, cuya familia vive allí desde hace más de 40 años.

Como la suya, casi todas las familias que residen en esa calle entre la Venezuela y la Masonería han tenido que colocar tubos para evitar que los clientes de los colmadones y discotecas de los alrededores les obstruyan la entrada a su vivienda, pero con demasiada frecuencia sus esfuerzos son inútiles.

“Pero ellos quitan los tubos, nos preguntan si estamos armados y sacan pistolas. La semana pasada a uno de los vecinos del frente le sacaron hasta una escopeta porque les reclamó a unos individuos que no le taparan la entrada”, expresó Hernández.

En horas de la noche, según Hernández, algunos individuos practican el sexo oral dentro y fuera de los vehículos, sin respetar que estén niños levantados y puedan ver esas escenas.

Dijo que durante años en el lugar ha funcionado el colmado Victoria y nunca han tenido problemas, porque el público que acude allí es gente decente y los dueños son viejos residentes con los cuales hay buenas relaciones. Sin embargo, no ocurre lo mismo con los clientes y propietarios de otros colmadones que está en la misma esquina de la Venezuela con Octavio Mejía Ricart.

En estos negocios, según las personas consultadas, el desorden comienza al caer la tarde y se extiende hasta horas de la madrugada.

Los asistentes al lugar son tantos y tan irrespetuosos que ocupan las aceras de varias calles aledañas, provocando desórdenes, vociferando y subiendo el volumen de sus radios sin tomar en cuenta que con ello afectan la tranquilidad de los residentes en el lugar. Manifestó que incluso han ido a la Fiscalía de Santo Domingo, y allí le dijeron que se quejaran por escrito, lo cual cumplió la Junta de Vecinos, pero todavía no han visto ninguna acción de las autoridades.

Una de las personas más afectadas con el caos que han impuesto los clientes habituales de los colmadones es doña Luisa Francia Docilis, una minusválida, que a penas puede hablar. Se queja por la bulla que según dice no la deja dormir.

Yanet Reyes vive en la calle Masonería, y ya ha sido víctima de los ladrones, que le llevaron dinero en efectivo y gran parte de sus ajuares. Se queja de que las personas que acuden los colmadones ocupan las aceras “y cuando se van tarde en la noche comienza a cantar, a tocar encima de los carros”.

Su vecina Juana Emiliano manifestó que los atracos son cosa frecuente en la calle Masonería, por lo que demandó mayor vigilancia policial en el área.

Entretanto, Rafael Antonio González sostuvo que la bulla y las trifulcas entre quienes acuden a los negocios del lugar mantienen en zozobra a los residentes del ensanche Ozama. Afirmó que cuando las personas salen de los colmadones son capaces de cualquier cosa, porque ya están prendidos.   

Alberto Batista se queja porque los jóvenes que acuden a los colmadones de la Venezuela no respetan a los residentes en el sector. “Ellos estacionan sus carros ahí y si usted le dice algo, le sacan una pistola y dicen ven quítalo tú”.

Dijo que a veces llaman a la Policía para quejarse, pero les hacen poco caso. Añadió que está buscando casa por otro sector para mudarse cuanto antes.

Otros vecinos denunciaron que uno de los lugares predilectos por los atracadores es la calle Masonería entre la Rotario y Las Américas, este y otros problemas –dicen- han empeorado a partir de los colmadones que tienen al “coger el monte” a la gente seria del barrio.

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