Color de esperanza

Color de esperanza

Durante la misa del último domingo de 2008 en la iglesia Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, en su homilía el Padre Gerardo –un sacerdote especial que con sus mensajes directos y llanos es capaz de hacerle reír y llorar– habló mucho de la familia y de los valores familiares, del amor y de la fe, así como de las necesidades espirituales del ser humano.

Lógicamente, al hablar de lo que podría enfrentar la familia dominicana, y de prácticamente todo el mundo, en este 2009 no pudo dejar de referirse a la situación de crisis que se nos ha echado encima.

Fue entonces cuando tuvo una expresión que me llegó profundamente, y supongo que también a la inmensa mayoría de los que estaban en la iglesia, porque inmediatamente me miró mi esposa y, en sus claros ojos verdes azulosos, adiviné que estaba pensando lo mismo que yo.

El padre nos dijo: olvidémonos un poco de los epítetos “negro”, “terrible”, “dramático” y pensemos que enero puede ser también color “verde esperanza”, si somos capaces de enfrentarlo con fe y adecuadamente.

¡Cuanta verdad y cuanta necesidad!

No es la primera crisis que sufrimos ni que sufre el mundo ni será tampoco la última. El sistema capitalista funciona a través de crisis; siempre ha sido así y así seguirá siendo, aunque las nuevas condiciones creadas –el llamado proceso de globalización– cree nuevas características de las mismas.

Efectivamente, el detonante de esta crisis ha sido financiero, por el desorden y descontrol facilitado por un mercado que algunos confiaban que debía regular el funcionamiento del sistema. Su inicio no ha sido la típica crisis de superproducción.

No tenemos derecho a apelar al recurso del avestruz y esconder la cabeza. No por eso dejará de golpearnos la crisis. Hay que reconocerla, visualizarla objetivamente, dejar de volar en utopías y tomar las medidas pertinentes para amortiguar sus efectos: ni expertos, ni articulistas, ni políticos, ni oposición ni gobierno tienen derecho a llenarnos de terror. Haga cada cual lo que le corresponda.

Atendamos de manera pertinente las verdaderas necesidades de una sociedad que requiere que se amortigüen los efectos de la crisis y dejemos de tratar de sacar ventajas partidarias o sectoriales a costas de la tranquilidad y el bienestar de la población. Sin que nadie tenga que renunciar a su manera particular de ver el camino del futuro, el momento es de unir al país.

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