Combate del atropello

Combate del atropello

En ninguna época de la historia el mundo ha sido un lugar sin atropellos. Siempre los hombres han sufrido guerras, saqueos, abusos, injusticias, discriminaciones. Para comprobar que el atropello ha constituido la norma y el respeto al derecho la excepción, no hay más que leer los Salmos en el Antiguo Testamento. Por supuesto, hay tiempos en que los atropellos son menos; países donde las leyes y las instituciones han logrado reducirlos en cantidad y “virulencia”. Esas “fluctuaciones” en las reglas del orden público están relacionadas con el equilibrio de los poderes internacionales, los ciclos económicos, cambios en el poder adquisitivo de las monedas.

El orden público puede mantenerse mediante garrotazos. Ese es el modelo usado por las dictaduras caribeñas y otras muchas, en Europa o Asia. Los cuerpos represivos –de derecha y de izquierda–, aplastan cualquier forma de disidencia que amenace la estabilidad de los gobernantes. Las libertades públicas y los derechos humanos son frágiles conquistas que requieren ser “confirmadas” todos los días a través de ejercicios “de mantenimiento”, como dicen los atletas. Una gran lucha fue alcanzar “los derechos del hombre y del ciudadano”; y otra lucha social permanente ha sido el esfuerzo para que esos derechos no sean pisoteados. Al menor descuido regresamos a la “época paleolítica”.

La edad de piedra antigua nos sugiere otra edad, aún más antigua, que debió ser “la edad de la madera”, donde el garrote fue el arma principal. El hombre está, pues, en perpetuo peligro de involucionar. Después de llegar al “consentimiento consciente”, a las reglas de la civilidad, los hombres son capaces de volver a las tiranías ordinarias. Por temor al desorden general, los pueblos admiten y hasta fomentan las dictaduras. Los dominicanos tenemos una larga tradición dictatorial.

Es perfectamente posible que los atropellos provisionales nos empujen a instaurar el “atropello continuo” que es un régimen tiránico. La delincuencia sin contención es un atropello a la ciudadanía; la “benignidad” de los tribunales de justicia ante cierta clase de delitos, es también atropello a la esperanza en la justicia. Nuestro sistema político ha flaqueado en varios órdenes: criminalidad y policía, control migratorio, aguas y energía eléctrica, regulación de partidos políticos. ¿Cómo podremos combatir los grandes atropellos?

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