Poniendo énfasis en sus palabras de rechazo a un visible auge de la criminalidad de la peor especie, el presidente Luis Abinader habló el miércoles de actuar desproporcionalmente para librar al país de mafias internacionales. Se expresó con un vigor y sensibilidad válidos aunque sería preferible que no aparezcan por ahí subalternos de garrote que con interpretación literal del pronunciamiento opten por aplicar remedios anti-delictivos peores que la enfermedad. Esa no puede ser, definitivamente, la intención del primer mandatario que ha abrazado la causa de la independencia del Ministerio Público, una de las máximas expresiones de respeto a los límites de la función persecutoria sin excepción de especie alguna.
Puede leer: Diálogo con la JCE para preservar el sentido de autoridad
En su espíritu, y más allá de las formas de decir las cosas, la implícita posición oficial de «tolerancia cero» a las plagas mafiosas de componentes externos coincide plenamente con las preocupaciones de la sociedad dominicana que aspira a que una conjunción de recursos de poder imprima contundencia a las acciones contra el mal de la inseguridad ciudadana que incluye viles asociaciones para traficar drogas y mantener a sicarios en vigencia.
Las «desproporciones» de la fuerza pública; de guardias capaces de leer como quiera y de policías a los que urge ahora, precisamente, educar, han tenido en la historia dominicana altas, altísimas y bajas manifestaciones, estas últimas muy escasas por cierto. Mucho cuidado con hacerles creer que tienen luz verde.