Comencemos

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BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Salvador Jorge Blanco, entonces precandidato a la postulación para la Presidencia de la República me dijo:
-Gautreaux, ahora la política no es la de los tiempos de nosotros. La política requiere de mucho dinero. Todo se hace por dinero, desde pegar un afiche hasta participar en una caravana.

Estábamos en la funeraria velando a mi madre: abril de 1981.

De entonces acá, nadie tiene idea de la cordillera de dinero que se ha gastado en candidaturas partidarias en busca de una senaduría, una diputación, una sindicatura.

Ello, para no hablar de las pre-candidaturas a la Presidencia y luego las candidaturas a la Presidencia de la República.

En una ocasión calculé lo que gana legalmente un Senador en el período de cuatro años. Luego recibí la información de que una sola valla con el rostro sonriente del candidato al Congreso podía costar lo que ganaría, legalmente, en su cuatrienio.

Ahora que los tres partidos mayoritarios, el suyo, el de los otros y el mío tienen convenciones para renovar sus cuadros directivos, un torrente de dinero corre entre publicitarias, publicistas, colocadores de anuncios, pese a que la situación económica no es buena ni se avizora una mejoría en el corto plazo.

Nunca he dejado de votar. Mi derecho a elegir y a ser elegido no está en juego ni nadie lo puede poner en duda. Voy a votar pero…

Uno tiene que pensar cuando ve ciertos candidatos, en cualquiera de los tres partidos mayoritarios. ¿Y Fulano quiere ser Presidente del partido o Secretario General o Secretario de Organización?

En cada partido la gente conoce a la gente. En cada partido se sabe cuáles eran las condiciones de vida de tal o cual compañero o compatriota antes de que pasara por un puesto público, electivo o no.

Hay gente que es conocida, hasta fuera de sus partidos, por sus pecados políticos y por su entusiasmo con los bienes del erario, el tráfico de influencias y el aprovechar el poder para su beneficio; aún así tienen la cara dura de presentarse como candidatos.

La primera línea de batalla contra la corrupción debe ser echada en la elección de las autoridades partidarias.

Resulta muy cuesta arriba entender que un partido sepa que un dirigente o un seudo dirigente es un corrupto y ese partido elija a esa persona para un puesto de mando en la organización.

En mi programa radial «Super Diario», para 1990, cuando los peledeístas dividían la sociedad entre ellos y corruptos, sostuve que los miembros del PLD tenían en su seno las grandes virtudes y los graves defectos de todos los dominicanos.

Bastó con que pasaran por el gobierno para que a partir del 2000, aquellos muchachos que pregonaban honestidad no tuvieran necesidad de trabajar: habían hecho su «acumulación originaria» con las malas artes que combatieron sus maestros: los filósofos marxistas.

En este mundo donde todos somos iguales, pero hay algunos iguales que somos más iguales que otros, el voto intrapartidario debe ser un ejercicio en busca de la seriedad, honestidad, espíritu de servicio, solidaridad y decisión de trabajar por el país.

Ahora, votemos por la decencia y la honestidad. Luego hablamos.

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