Comentan negativa Isabel II asistir a boda

Comentan negativa Isabel II asistir a boda

POR SARAH LYALL
LONDRES.-
Hay muchas posibles explicaciones para la decisión de la Reina Isabel II de no asistir a la boda de su hijo mayor en abril. Quizá le disgusten las ceremonias civiles. Quizá le molesta la perspectiva de cruzar la calle, como algún tipo de persona común, para asistir al acto. O quizá ella y Carlos simplemente no están de acuerdo.

Aunque el comportamiento de la familia real británica está esctrictamente prescrito por los antecedentes, la ley y la constitución inglesa (no escrita), mucho de lo que sus miembros realmente hacen puede atribuirse a tensiones familiares eternas como sentimientos heridos, rivalidad entre hermanos y desaprobación paterna.

Esto no es nada nuevo: las cosas fueron, de hecho, mucho más extremas en la antig_edad. La reina Isabel I encarcelada y ejecutada por su propia prima, María, Reina de Escocia. La Reina Victoria veía con tanta desaprobación a su extravagante y hedonista hijo, el futuro Eduardo VII, que se negó a concederle poderes políticos, aun cuando ella vivía en reclusión por viudez y lo hacía tomar su lugar en la mayoría de los eventos reales.

Desde el siglo XIV, compañeros reales cuestionables causaban problemas familiares. Eduardo de Caernarfon, primer Príncipe de Gales de Inglaterra (posteriormente el rey Eduardo II), provocó interminable pesar por su amistad con el disipado Piers Gaveston, un joven escudero afectadamente guapo que, se rumoreaba, era su amante. Su varonil padre, el rey Eduardo I (el Martillo de Escocia), no lo aprobaba. Tomando a su hijo por el cabello y arrancándole mechones, Eduardo envió a Gaveston al exilio.

La forma en que se han llevado Carlos y su remota madre no ha sido tan mala como eso. Isabel no parece ser del tipo que tironee del cabello. Pero su relación ha sido incómoda en una forma más moderna y se remonta, como siempre sucede en estos casos, a la niñez.

Un niño tímido y solitario criado principalmente por institutrices y nanas, Carlos celebró su quinto cumpleaños sin sus padres (él estaba en Londres; ellos estaban en una de sus casas fuera de la ciudad). Menos de una semana después, dejaron Gran Bretaña, y a su hijo, para un viaje de seis meses al extranjero.

La reina siempre ha remitido los asuntos familiares a su severo esposo, el Príncipe Felipe, y, al menos según la versión de Carlos, Felipe siempre lo ha considerado una persona débil de carácter que necesita ser fortalecida. Cuando Carlos escribió cartas lastimeras a casa describiendo el «infierno absoluto» de la escuela de internos – donde otros estudiantes ridiculizaban sus orejas, lo golpeaban con almohadas de manera que no podía dormir, y empezaban a sorber la sopa o a hacer ruidos con la nariz cuando algunos muchachos trataban de hacer amistad con él – su padre sólo lo instó a animarse, dejar de quejarse y aguantarse.

Posteriormente, Carlos trató de ganarse la simpatía pública revelando estos detalles a su biógrafo, Jonathan Dimbleby. Pero sus padres vieron el libro subsecuente, «El Príncipe de Gales», como una traición asombrosamente plañidera del principio de la clase alta de que uno nunca revela los sentimientos propios (en la medida que los tenga) en público.

Carlos, cuya reputación de introvertido compadecido de sí mismo sólo creció como resultado del libro, ha luchado durante años para ganar la aceptación de su madre. La reina se molestó por el trato que él dio a su primera esposa, Diana, la Princesa de Gales; ha estado incluso más molesta por su relación de décadas con Camilla Parker Bowles, primero su enamorada, luego su amante y ahora su prometida, en gran parte debido al daño que ella siente que el romance ha hecho a la monarquía.

Hace varios años, Carlos cuidadosamente abordó el tema de Parker Bowles ante su madre en una cena. «La reina dijo que nunca quería hablar sobre esa malvada mujer y no quería tener nada que ver con ella», dijo «un confidente del príncipe altamente situado» al columnista del Daily Mail Richard Kay. «El se sintió devastado».

Las reuniones desde entonces han estado un grado por encima de la congelación. La primera vez que Isabel aceptó estar en el mismo lugar que la amante de su hijo – una fiesta para el exiliado rey de Grecia – retiró su mano, Parker Bowles hizo una reverencia, y la reina continuó sin decir una palabra.

Como un joven cuyos padres hacen a su novia con la que vive dormir en una habitación separada durante las visitas, Carlos, quien tiene 56 años de edad, desde entonces sólo ocasionalmente ha recibido autorización para llevar a su amante de 57 años a funciones reales, pero sólo si no se sientan juntos.

La reina no se ha reunido recientemente con Camilla, quien, después de todo, es la novia; parece decidida a celebrar la recepción de bodas (la cual está pagando) a su modo. Difícilmente se compara con enviar a Camilla al exilio. Pero el rumor más reciente que ha salido de los palacios reales es que, contrario al sueño de la pareja de ofrecer una cena lujosa, la reina planea celebrar un modesto buffet y servir bocadillos.

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