Comentario editorial

<P>Comentario editorial</P>

Dura tarea para negociadores EEUU
Justo lo que necesitaban las conversaciones de comercio: otro problema con el cual luchar. El acuerdo reciente entre el Congreso y la administración de Estados Unidos de insertar una protección más fuertes de los derechos laborales en los tratados bilaterales de comercio es un paso en la dirección equivocada.

El acuerdo, y todavía queda por ver si puede ir más allá de los escépticos del comercio demócratas es sustantivo, pero no un cataclismo. Las normas de trabajo que busca escribir en futuros acuerdos comerciales de EEUU -libertad de asociación, derecho a la negociación colectiva y eliminación del trabajo forzado, trabajo infantil y discriminación- ya están bien representados en la ley laboral de todo el mundo, y particularmente en los grandes socios comerciales de EEUU.

Sin embargo, hay una implicación potencial, y un contexto dañino más amplio, que hace de la incorporación de estas reglas una mala idea. El riesgo, como han reconocido los republicanos en el Capitolio y los cabildos de negocios, es que la ley laboral de EEUU podría echarse atrás por la vía de los retos respaldados por los sindicatos bajo un acuerdo de comercio bilateral.

Cualesquiera sean las virtudes de la actual ley laboral estadounidense, el lugar para redactarla es el Congreso, no el proceso de arreglo de disputas de un acuerdo comercial. Los republicanos que apoyan el acuerdo dicen que ellos se sienten cómodos porque esos desafíos legales no serán posibles, pero la historia de litigios aventureros mediante cláusulas ambiguas en acuerdos comerciales debe darle a cualquiera una pausa para pensar mejor antes de firmarlos.

El contexto dañino más amplio es que mientras más problemas periféricos se inserten en los acuerdos comerciales, más estimulará a otros países a seguir los pasos. Los acuerdos comerciales de la Unión Europea, en particular, están decorados cada vez más con un enredo de puntos sobre derechos humanos y el medio ambiente que frecuentemente tienen más que ver con el juego político que con la promoción del comercio. Un mejor gobierno y una economía más limpia (y trabajadores más ricos) deben ser un objetivo para un comercio más libre, no un prerrequisito.

Y mientras los motives de aquellos que buscan la incorporación de esos acuerdos no son necesariamente proteccionistas, muy bien pueden ser usados como tales por “lobbies” inescrupulosos.

Todos los partidarios del libre comercio tienen que presentar políticas convincentes e historias sobre de qué manera los beneficios se pueden diseminar de manera más pareja. Construir y proteger un estado de bienestar que apoye a los trabajadores desplazados es un paso adelante. Ayudarlos a encontrar un trabajo nuevo en lugar de preservar los puestos existentes, como algunos demócratas en el Congreso en realidad buscando, es otra. Tratar de redactar una ley laboral mediante acuerdos de comercio bilateral no es ninguna de las dos cosas.
VERSIÓN AL ESPAÑOL IVÁN PÉREZ CARRIÓN

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