COMICIO DEMÓCRATA DE LOS ESTADOS UNIDOS
Sensibilidad de Hillary conmovió votantes

COMICIO DEMÓCRATA DE LOS ESTADOS UNIDOS<BR><STRONG>Sensibilidad de Hillary conmovió votantes</STRONG>

Uno de los asiduos de CNN que trabajaron en las primarias de Nueva Hampshire el martes pasado, Jeffrey Tobin, alzó los brazos durante su transmisión y desahogó la impaciencia, suya y de muchos televidentes, por el análisis que hacían sus compañeros de la sorpresiva ventaja de la senadora Hillary Clinton.

«No estoy dispuesto a admitir que hay estadounidenses que se deciden en base a quien llore», dijo en referencia a la reacción de mirada acuosa de Clinton ante una pregunta en Portsmouth el día anterior. «Lo siento, simplemento pienso que no es posible.»

En los días transcurridos, comentaristas, analistas y encuestólogos han ofrecido explicaciones más sobrias de porqué fueron tan engañosos los sondeos que favorecían al senador Barack Obama. Quizá la raza fue un factor que los sondeos no pudieron tomar en cuenta. Quizá los votantes que se inclinaban por Clinton recelaban de mostrarle su juego a los encuestadores. Quizá el Estado de Granito tuvo una de sus acostumbradas convulsiones contradictorias.

Todos o cualquiera de estos factores pudieron haber contribuido al sorpresivo resultado. Pero los cienctíficos sociales dicen que no puede descartarse tan fácilmente la hipótesis de psicología social más elemental: vincular el colapso emocional con las urnas.

En pocas palabras, dicen, una narrativa con carga emocional — fragmentos de historia de cierto tipo — puede desplazarse por la población más rápidamente que cualquier virus y alterar el comportamiento en un parpadeo. Dadas ciertas condiciones, este comportamiento es especialmente contagioso, según revelan las investigaciones, y cualquiera que esté ansioso por ser el mariscal de campo el lunes en la mañana de votación en Nueva Hampshire debe tomarlo en cuenta.

«Cualquier historia que sea corta y poderosa, que ponga de relieve exactamente el tipo de problemas en los que esté pensando la gente en el momento en que va a tomar una decisión, puede tener un efecto enorme», señala Francesca Polletta, socióloga de la Universidad de California en Irvine, que analizó el efecto de la historia personal en el movimiento de los derechos civiles en su libro «It Was Like a Fever: Storytelling in Protest and Politics».

La reacción emocional de Clinton ante la pregunta de cómo se iba a sostener bajo la presión no sólo fue genuina, como al parecer decidieron muchos votantes, sino también formó una poderosa respuesta a un incidente ocurrido en el más reciente debate, cuando su rival John Edwards se alió con Obama en un agudo intercambio a una de las preguntas de ella. Había nacido una mininarrativa.

Los elementos de lo inesperado, la emoción y el significado evidente es lo que hizo que esta historia se alojara rápidamente en la mente de la gente, asegura Chip Heath, psicólogo de la Escuela de administración de Stanford y autor del libro «Made to Stick: Why Some Ideas Survive and Others Die».

«Cuando se propagan ideas como ésta, encontramos que se han exagerado a lo largo de su recorrido y se han vuelto aun más inesperadas», afirmó. «Lo que yo escuché es que Hillary se derrumbó y echó a llorar, pero después lo vi en YouTube, y en realidad ella no estaba llorando. Ya se había exagerado.»

En decisiones o elecciones en las que se ofrecen opciones claras, diferencias definidas y significativas en políticas, un rápido juego de moralidad como este podría tener muy poco efecto. Pero ése no fue el caso en Nueva Hampshire, donde antes de la votación las entrevistas y los sondeos daban pruebas de la ambivalencia de los votantes.

Y mucho ambivalencia puede paralizar al votante. En 2002, unos investigadores del Instituto de Tecnología de California revisaron los registros de votación de una media docena de elecciones recientes en el estado, desde propuestas electorales de poca importancia hasta contiendas grandes muy publicitadas. Con base en el modelo de los varios tipos de decisiones, llegaron a la conclusión de que es más probable que el votante se abstenga cuando los candidatos dados son de los llamados complementos de ambigüedad:

«Un candidato parece mejor que el otro en cierto escenario que visualiza, mientras que en otro escenario sucede lo opuesto. Esto es, la persona tiene miedo de que votar por cada candidato vaya a resultar un error y que lo correcto hubiera sido votar por el otro. La abstención es preferible, ya que equivale a mezclar los prospectos encarnados por los dos candidatos, lo que le permite al votante protegerse de la ambigüedad de los candidatos.»

Hay pocas cosas que puedan inclinar la balanza. El libro de Vance Packard sobre publicidad y persuasión, «The Hidden Persuaders», de 1957, menciona un profundo estudio sobre publicidad realizado a raíz de la victoria de Dwight D. Eisenhower, en 1952, por lo llamados «votantes no sé». El votante decisivo, señaló la agencia que realizó el estudio, suele cambiar «por razones tan mezquinas y arrogantes como que no le caiga bien la esposa del candidato».

La narrativa de debate seguido por un colapso de Clinton, si bien no fue tan fuerte para alterar el pensamiento de los partidarios comprometidos de uno u otro candidato, ciertamente sí tuvo la substancia para mover de su sillón a los votantes ambivalentes. Y la evidencia hasta ahora apunta a que hubo más que se movieron por Clinton que por Obama.

En las encuestas de salida realizadas por Edison/Mitofsky, las mujeres que dijeron haberse decidido en los tres días anteriores y en el mismo día de la elección, favorecieron a Clinton por un margen de 44% a 36%.

En Iowa, sólo el 18% de las mujeres que se decidieron a última hora votaron por Clinton, a diferencia del 32% que votaron por Obama y el 31%, por Edwards.

   «Yo no considero que me afecten las manifestaciones emocionales de los políticos», asegura Susanne Lohmann, profesora de ciencia política y política pública en la Universidad de California en Los Angeles. «Pero soy una mujer de 46 años, y algo de eso experimenté yo misma, después de lo que pasó en el debate y de todas las fotos que vi en el periódico, de Obama que se veía muy bien y Hillary que se veía derrotada.»

Contrariamente a algunos análisis pre-electorales, no había razón para esperar que la victoria de Obama en Iowa tuviera mucho efecto en los votantes de Nueva Hampshire, de acuerdo con los científicos que estudiaron las llamadas cascadas de preferencias. En los estudios de cascadas, lo gente tiende a seguir la guía de otros contra sus propias preferencias, pero no antes de que otras dos personas hayan tomado la decisión, explica el Dr. Duncan J. Watts, sociólogo de Columbia y científico de número en Yahoo Research. Obama necesitaba ganar Nueva Hampshire para echar a rodar la bola de nieve.

Watts dice que la teoría de las cascadas apoya la sabiduría convencional para las siguientes semanas: Nevada, Carolina del Sur y Florida serán decisivos, como quizá lo serán también los primeros resultados de los grandes estados en el llamado Super Martes del 5 de febrero, cuando se celebrarán primarias en 22 estados, NY y California entre ellos.    Pero lo que sugiere el sorpresivo resultado de Nueva Hampshire es que — al menos en esta  campaña, con estos candidatos — los estallidos improvisados de comportamiento humano siguen siendo importantes.

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