Cómo ahorrar una millonada

Cómo ahorrar una millonada

El gobierno está en apuros porque posee un tren de gastos (como dicen en inglés: “no pun intended”) que sobrepasa sus ingresos ordinarios. Ha debido endeudarse hasta la coronilla, según un plan sancionado por el FMI y elogiado por el BID, para procurar que los efectos de la terrible crisis financiera internacional no arrasen con las esperanzas de progreso de los más pobres.

Más bien que mal, el gobierno ha conseguido mantener la inflación baja. También ha logrado unas tasas de crecimiento envidiables. Relativamente, a los dominicanos les ha dolido menos que a muchos países similares, y hasta que potencias como España, los efectos de la “ralentización” de la economía en los últimos dos o tres años.

Pero ningún gobierno puede mantener su ritmo de gastos, estén justificados o no, sólo mediante el endeudamiento y la exacción de los contribuyentes. Toda mejor lógica económica, y hasta la sensatez de lo sencillo, manda a recortar gastos y priorizar la aplicación de los escasísimos recursos. Aún continuando la fórmula keynesiana de estimular el consumo mediante el aumento del gasto público, el sentido común manda a considerar cómo reducir gastos superfluos o menos necesarios.

Y en este aspecto el gobierno ha sido parcialmente terco. No ha sido terco entero porque hay buenos ejemplos de austeridad, como los de la CDEEE administrada por Celso Marranzini. Pero ayer la prensa anunciaba una virtual paralización de los trabajos de la expansión del Metro, no por voluntad oficial sino por falta de cuartos…

Mientras esto ocurre, cada vez que uno recorre las docenas de canales locales de televisión y programas de radio, se encuentra con una cascada de publicidad oficial cuya justificación es imposible. Multimillonarias campañas que no mejoran la imagen de sus patrocinadores ni hacen más eficiente su función particular, abundan con el único propósito de facilitar unos pesos rendidos a un grupo de “comunicadores” afines o afectos al gobierno, cuya credibilidad habría que estudiar.

La semana pasada conté catorce anuncios de dependencias gubernamentales en un programa de televisión transmitido cuando el 75% de los televisores están apagados porque la gente duerme. Ese mismo programa no tenía ni un solo anuncio de empresas privadas, que deben justificar ese tipo de inversión mercadológica.  Uno cría cuervos y después estos les sacan los ojos a quien le daba de comer. Quizás llegó la hora de la verdad…

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