Cómo aprovechar las crisis bancarias

Cómo aprovechar las crisis bancarias

EDUARDO JORGE PRATS
Resulta ilustrador ver cómo los escándalos bancarios no son exclusivos de nuestro país y de que hasta en las mejores familias ocurren similares affaires. Como bien explica Joseph Stiglitz, “en el ‘todo vale’ de los noventa, numerosos personajes del mundo de los negocios y de las finanzas se dejaron seducir por el deseo de enriquecerse y decidieron rebajar sus normas éticas en su carrera por obtener más.

Donde más sorprendente resultó esta tendencia fue en el sector bancario. Y es que los banqueros siempre se habían visto como aquellos hombres prudentes y sobrios, de traje gris, que vigilaban de cerca a las empresas a las que prestaban dinero, porque ante todo querían una garantía de devolución. Los banqueros no eran amigos de escándalos o préstamos irregulares, así que el sector bancario constituía un control importante de la actividad empresarial norteamericana, ya que, a través de la cuidadosa vigilancia de su cartera de préstamos, ayudaba a evitar quiebras y excesos en el mundo empresarial”.

Y sigue Stiglitz: “En los noventa, cambiaron mucho las cosas: mientras los analistas bancarios pregonaban la venta de valores inapropiados, los banqueros colaboraban con Enron en establecer entidades poco solventes en paraísos fiscales que le ayudaron a ocultar sus obligaciones, distribuían acciones en apetitosas OPAs a sus amigos y se metían en todo tipo de actividades indecorosas. Durante los años 2001 y 2002, se fue dando a conocer un escándalo tras otro de los principales bancos de Estados Unidos, incluidos nombres legendarios como J. P. Morgan Chase, Merrill Linch, Credit Suisse First Boston, Citigroup y su división de corretaje, la venerable empresa de Salomón Smith Barney, Goldman Sachs… que culminaron en liquidaciones de pagos por un valor de 1.4 millardos de dólares, impuestos por el Fiscal General del Estado de Nueva York, Eliot Spitzer”.

Las causas de los escándalos bancarios norteamericanos son diferentes a las de los dominicanos. Se pueden resumir básicamente en una: los bancos estaban tan obsesionados con los beneficios a corto plazo que, en lugar de vigilar el comportamiento de unas empresas prestatarias que conseguían préstamos en base a información contable alterada con la complicidad de los contadores, encubrieron los problemas inherentes a estas empresas pues ganaban más dinero con las ofertas públicas de acciones y otros negocios que suministrando a los inversionistas información verdadera. La historia de estos escándalos es la de los intereses descontrolados por obra y gracia de la fusión de la banca de inversión y la banca comercial, que originó inmensos conglomerados financieros y que evitó que funcionasen los viejos controles que impedían que una empresa en dificultades pudiese obtener un préstamo.

La reacción del gobierno norteamericano no ha sido, sin embargo, satanizar la actividad bancaria ni creer que basta la vía penal para resolver los problemas del sistema financiero. Se ha adoptado un enfoque preventivo concentrado en un rediseño de la regulación a partir de la minimización de los conflictos de intereses, el aumento de la transparencia financiera, el replanteamiento de las normas éticas que rigen la profesión contable y el fortalecimiento de la rendición de cuentas cara a inversionistas, accionistas y autoridades.

Precisamente, uno de los grandes aportes de la Ley Monetaria y Financiera es haber establecido en su Artículo 55 la obligatoriedad de que las entidades de intermediación financiera cuenten con “adecuados sistemas de control de riesgos, mecanismos independientes de control interno y establecimiento claro y por escrito de sus políticas administrativas”. Esa disposición, completada con una “percha” que permite a la Administración Monetaria y Financiera establecer reglamentariamente los requisitos mínimos para la existencia de una buena gobernabilidad bancaria, actualiza la normativa dominicana y la pone a tono con la corriente mundial tendente a la consagración de adecuados mecanismos de governanza al interior de las entidades bancarias.

Desde la crisis bancaria del 2003, y gracias a los esfuerzos normativos de las autoridades y a las iniciativas de autorregulación de los bancos, es mucho lo que se ha avanzado en el terreno de la búsqueda de la buena gobernabilidad financiera, pero es mucho también lo que falta por lograrse. Hay que consultar y aprobar el reglamento de gobernabilidad corporativa que será la pieza maestra del nuevo modelo de gobernabilidad bancaria.

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