¡Como Boabdil no!

¡Como Boabdil no!

El bailarín de burlesco que preside la República de Haití, se dio el gusto de burlarse del presidente dominicano y lo dejó esperando más de lo que la decencia permite. Lo desagradable es que cuando se irrespeta al Presidente de la República se le falta el respeto a todos los dominicanos.

Últimamente me pregunto, a juzgar por lo que veo, escucho y leo, si las autoridades de la República Dominicana tienen conciencia de lo que significa representar el Estado, sus símbolos, su historia, su independencia, su autodeterminación, su soberanía.

Últimamente me pregunto, a juzgar por lo que veo, escucho y leo, si es que no somos capaces de sacar la cabeza del hoyo en que la metimos cuando nos hicimos los desentendidos, mientras no éramos capaces de ofrecer salarios adecuados a los trabajadores de la construcción, a los que atienden las vaquerías y ordeñan los animales, a los que siembran, cuidan y cosechan los frutos de la tierra, oficios que ahora ocupan los haitianos.

Últimamente me pregunto, a juzgar por lo que veo, escucho y leo, hasta dónde seremos capaces de esperar la reacción de los que mandan, sin que decidamos tomar el toro por los cuernos, ante el avance aparentemente incontenible, de la invasión pacífica de quienes, obviamente, vienen contratados y ya copan cualquier actividad económica informal en las calles de nuestro país.

Últimamente me pregunto si los demás sufren una suerte de hechizo que les impide ver el resurgimiento del pirulí, del dulce de maní, de las cajas de paletas, caramelos y cigarrillos detallados, negocios que en un cien por ciento son manejados por haitianos, con la falta de higiene que los caracteriza.

Últimamente me pregunto si los automovilistas, al llegar a cualquier esquina de una avenida importante, se dan cuenta de la nacionalidad de los vendedores de tarjetas de teléfonos, periódicos, frutas de distintos tipos, dulces y galletas dulces de procedencia ignorada.

Últimamente me pregunto si somos tan ingenuos que pensamos que esa invasión haitiana, incontrolada y animada por capitalistas haitianos y dominicanos es espontánea, aunque sabemos que al llegar de inmediato los incontrolables tienen trabajo en las principales esquinas de las principales ciudades.

Últimamente me pregunto si alguien piensa que los haitianos, legalizados por la fuerza devastadora, pero contenible, de Estados Unidos, Francia, Canadá, desecharán la oportunidad de hacerse con el poder para lograr la añorada unificación de la isla bajo el gobierno de un hijo de Toussaint.

Que nadie se llame a engaño, que nadie tenga tan poco carácter que ahora, cuando es necesario, actúe como Boabdil, el rey moro de Granada a quien, perdido su reino, la madre le dijo que llorara como mujer lo que no había sabido defender como hombre.

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