¿Cómo, cabo?

¿Cómo, cabo?

Por Donald Guerrero Martínez
Desde el poder, de donde no podía esperarse, le ha sido ofrecida al país, en bandeja plata, la más fehaciente contundente, palpable y determinante prueba de que resulta razonable, previsor, conveniente y necesario reducir el denominado periodo de transición, aquí de tres meses, que discurre entre el día de las elecciones generales y el de la toma de posesión del gobierno. Son amplios los sectores de opinión que la reclaman.

El Presidente luce desentendido a veces, otras desentendiéndose de todo. Así no fue que hablamos. Pareciera que el oficialismo confunde la acción de gobernar para el bien común, con la mandar. Y que le obedezcan.

Muchos de los deberes y responsabilidades jurados por el Presidente para cumplir hasta el 16 de agosto próximo, los dejará que los atienda el gobierno de Leonel Fernández. Pareciera un acto de deserción de las obligaciones implícitas en la investidura presidencial, que no es de ninguna manera un «carguito». Si lo fuera, entonces peor, porque si el traje queda grande, quien lo vista se verá un «maltramao».

La reforma fiscal, un elemento del convenio con el Fondo Monetario Internacional ya violado en vez anterior por el gobierno, fue dejada a la buena de Dios porque «debía presentarla el nuevo gobierno, que es el que la aplicará». El problema de la energía eléctrica «no lo parió» el gobierno, y no le corresponde, pues, resolverlo. El traslado del aeropuerto de Herrera a El Higüero tampoco es asunto suyo. Parte de los terrenos fueron cedidos, no por la administración, a los contratistas de la autopista Duarte. Quien lo hizo que se las averigüe. La huelga de los médicos en demanda del pago de salarios atrasados y de mejores condiciones para laborar, es un «chantaje», una monería. A los médicos no les interesa el estado de los hospitales. Que hablen con Leonel.

En la actitud del oficialismo frente a problemas que son deber suyo resolverlos, se advierte una sensación del enfado que le causó la derrota del proyecto pephachista reeleccionista, desde la prima noche del 16 de mayo, hora en la que ya el gobierno conocía que los resultados de las votaciones decretaban su expulsión del poder. El desasosiego puede ser mayor porque lo ha vencido el hombre victimado con denuestos y descalificaciones de toda laya por el pepehachismo, que sin embargo, sirvieron los denuestos y descalificaciones para erigir a Leonel Fernández como favorito de los votantes.

Entre las «papitas» que le deja el gobierno a la administración que lo sucederá, de la energía eléctrica debe decirse que la privatización no fue un acto de la voluntad del gobernante de entonces. Lo dispuso una ley, de amplio apoyo popular, votada por un Congreso Nacional de mayoría pepehachista. En los días de campaña, aquel «hombre de palabra» prometió, no se sabe cuántas veces, la revisión de todos los contratos. En efecto, fueron revisados, pero en el momento más inoportuno, y sólo para readquirir las Edes, sabiéndolas quebradas. Por ese acto de «valentía presidencial», durante el viaje de Estado que hizo el presidente a España, tuvo que escuchar algunas frases que no podía imaginar, expresadas por las más altas autoridades del gobierno español. Allá entendieron que el gobierno no ofrecía seguridad jurídica para la inversión extranjera.

Ya no hay que perder tiempo en reclamar la compensación monetaria a los usuarios de la energía eléctrica. Ni para esas pequeñeces tiene dinero el gobierno. Pero ahora los apagones duran más, y en la misma medida aumenta la desproporcionada facturación.

Desentendido del caso aeropuerto de Herrera, el Presidente emitió un decreto comunitario, 15 días para desalojarlo, luego de 30 años de servicios tenidos como eficientes. A la medida, calificada con algunos sectores como «disparatada, atropellante e insensata», hubo que ponerle la reversa.

El gobierno heredó de la anterior administración Fernández el proyecto de los «grandes y maravillosos» Juegos Panam 2003, un encanto para el Presidente que le dedicó «todo el dinero del mundo», calificándolos como su «obra cumbre». Tal vez acertaba. Casi un año después de terminada esa parejería dominicana, no se sabe el costo de la actividad deportiva, y no se le ha podido solventar a los ingenieros contratistas de las obras edificadas unos milloncitos que el gobierno les adeuda.

Dejar todas esas «papitas» a Leonel Fernández fue calificado en círculos políticos como un «típico acto de indolencia». En los días de la campaña, un spot del candidato reformista Eduardo Estrella le decía al Presidente, «no seas indolente, no te burles de la gente». Desde la sociedad civil se ha entendido la inacción oficial como una actitud «irresponsable y poco institucional».

No faltan quienes «ven» en el desentendimiento o deserción por el gobierno de deberes y responsabilidades, la incubación de actos para entorpecer el funcionamiento normal de la administración que se instalará el 16 de agosto próximo. Es sólo una presunción.

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