Cómo cambiar a Máximo Gómez por Balaguer

Cómo cambiar a Máximo Gómez por Balaguer

Para muchos es alguien al que hay que rendirle honor y pleitesía. Para otros, sin embargo, se trata de un ser que destrozó familias, futuros y sueños; que aniquiló vidas, como si no valieran nada, que compró conciencias e incentivó, por no castigarla, la cultura de la corrupción.

Si le preguntamos a los reformistas por el ex presidente Joaquín Balaguer lo verán, sin lugar a dudas, como el padre de la democracia. Es por  ello que a la vicesíndica Alexandra Izquierdo se le ha ocurrido proponer que se cambie el nombre de la avenida Máximo Gómez por el del líder Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).

A los familiares de Amín González o Narcisazo, por sólo citar dos casos, no creo que les agrade en lo más mínimo esta idea. Ya tenemos suficiente con haberle dado su nombre a la carretera de Navarrete, al aeropuerto del Higüero y a una de las estaciones del Metro. Esta última, por descuido o inobservancia, está justo después de la Amín Abel.

Amén de lo controversial del personaje, no podemos olvidar toda la sangre que se derramó durante sus primeros doce años de gobierno. En nombre de cada uno de los caídos, a los que sí tenemos que agradecerle la democracia y  libertad de expresión que tenemos, es justo oponerse a ese cambio de nombre.

El general Máximo Gómez fue un hombre que cambió la religión por las armas al producirse la invasión de Santo Domingo por Haití en 1855 y, a partir del año 1865, batalló incansablemente por la independencia de Cuba. Él, que tanto luchó contra el colonialismo que al principio defendió, no merece que lo olvidemos.

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