¿Cómo comenzó el candidato?

¿Cómo comenzó el candidato?

El candidato tiene una historia, un rosario de hechos, algunos de los cuales es conveniente ocultar. Su partido sacó una buena cantidad de diputados y, por la regla de la democracia, se le otorgó a su organización y él la ocupó, la presidencia de la Cámara de Diputados.

 Se cumplió el reclamo de José Francisco Peña Gómez de respeto a la democracia y se dio a la oposición la responsabilidad de co-gobernar.

Rápidamente el candidato designó la mayoría de miembros del Comité Político en posiciones de Asesorías en las disciplinas profesionales que representaban en el partido.

Aunque no había precedentes,  el candidato lo pensó, lo decidió y  lo ejecutó. Muchos miembros del Comité Político echaron mano de una botella y cobraron mensualmente buenas cantidades de dinero. A las botellas de ese tamaño antes las llamaban damesanas.  

Así comenzaron el ejercicio del poder, se entrenaron en triquiñuelas y en iniciales prácticas de corrupción, a menos que su ceguera y sordera haya llegado tan lejos, que cobrar sin trabajar sea “servir al partido para servir al pueblo”.

En una demostración de excesiva falta de pudor político, o cumpliendo órdenes de su mentor, sempiterno segundón de Joaquín Balaguer, se sacrificaron por la Patria y llegaron al poder tapándose la nariz, embarrados de lo que hiede.

Parecía que les quedaba algo de vergüenza, de pudor, de respeto a principios que  reclamaron en su tiempo de estudiantes, pero actuaron para certificar que “hoy una promesa/mañana una traición/amores de estudiantes/flores de un día son”.

Después, a poner en práctica la desvergüenza política, a usar la azada para quedarse con una parte del erario, “porque el poder es para usarlo y tenemos que salir ricos; la política se hace con dinero”.

Ya andaban en yipetas y lejos estaban los días en que llegaron al poder en carros públicos y calzando chancletas.

Comenzó entonces una época de disfrute de la bonanza adquirida en el gobierno, no sé si alguno de ellos volvió a trabajar, ya convertido en  hombre sin apuros económicos.

Tuvieron todo el tiempo para trabajar, mentir, convencer, explicar, allantar, tergiversar realidades, inventar situaciones hasta que volvieron al poder.

Luego de cuatro años practicando la peor enseñanza que tiene la vida para algunos politiqueros: el abajismo, decidieron triquiñuelar para convertirse en millonarios, en multimillonarios, con capitales frescos, producto de  ingentes cantidades de efectivo.

 “En esta oportunidad”, dijeron, “lo que conviene es que sustituyamos los empresarios y nos convirtamos en un poder económico”.

Si el flux le sirve a muchos peledeístas, a su Presidente y a su candidato, no es coincidencia.

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