Danilo Medina llegó a ser el presidente con mayor aprobación de toda América Latina.
La población nacional mostraba satisfacción con su ejecutoria hasta que en su fase final ocurrieron hechos desconcertantes, verdaderos desaciertos, prácticamente desastrosos. Y luego, el despliegue de testimonios sobre corrupción que sorprendieron al país.
Como es necesario mantener presente, la corrupción es algo consustancial con el individuo y la sociedad humana, y en nuestro país la misma siempre ha estado en los primeros planos, desde el primer desembarque europeo, durante toda la conquista y la colonización; y siguió a la franca por la independencia y la restauración, durante las dictaduras y nuestra dificultosa democracia. Con honrosas excepciones, siendo probablemente Bosch, la más notable, acaso por su brevedad.
Puede leer: Drama de nuestros políticos
Es de justicia recordar los importantes aportes de los gobiernos del PLD, de los gobiernos de Leonel y de Danilo. Y también de los del PRD. En ellos se hicieron intentos serios a favor del desarrollo económico, social e institucional del país. Gobiernos que de distintas maneras han estado obligados a negociar con las oligarquías y los americanos. Y más recientemente, con grupos emergentes de negociantes y traficantes.
Lo que ha llevado al país a tener en la actualidad una complejísima amalgama de agrupaciones, de poderes y de intereses, de muy diversas naturalezas y orígenes; que, a su vez, incluyen importantes vinculaciones, no necesariamente ilegales, con grupos tradicionales de poder.
Se trata a menudo de fuerzas emergentes que han penetrado nuestra sociedad de muy diversas y complejas maneras.
De acuerdo con nuestro insigne Padre José Luis Alemán, la corrupción político-económica suele ser un mecanismo que facilita el desarrollo y el surgimiento de nuevas fuerzas productivas. Por lo cual, la lucha contra la corrupción todavía estaría aún muy lejos de ser superada.
En este cuatrienio, que termina en agosto, hemos conocido de diversas acusaciones al gobierno actual respecto a posibles vínculos con actores o grupos ilegales. Y de incurrir en frecuentes violaciones a las leyes vigentes respecto al manejo de los fondos públicos.
A partir de agosto, la “atención de las gradas” estará en las promesas de combatir la corrupción, dentro y fuera del gobierno. Un “round” que no será fácil.
Abundan intereses cuyas injerencias no son fáciles de eliminar, mucho menos por decretos. Como similarmente, no tarea simple posible para nuestro gobierno actual, ni para los futuros, sacar de juego las intromisiones, el ingerencismo de potencias y organismos multinacionales diversos.
Lamentablemente, el país no cuenta con organizaciones políticas, civiles o patrióticas cuya capacidad de apoyo pueda solventar los desafíos que afrontaría éste, como cualquier mandatario, para eliminar tanta ineficiencia y desperdicios de nuestro aparato estatal.
Toda la ciudadanía deberá seguir de cerca el accionar del presidente para que no le falte apoyo, consejo ni advertencia ante cualquier debilidad o amenaza. Teniendo presente que los dominicanos no siempre tenemos suficiente instrucción ni vocación para ello. Incluyendo los cristianos.
Esforcémonos y esperemos que el Plan de Reorganización del Estado sea un salto cualitativo, tipo marxista, pero con la ayuda de Dios.