A lo largo del transcurso de la vida, los requerimientos alimenticios van cambiando según la edad.
Por ejemplo, cuando se es bebé basta con la leche materna para recibir todos los nutrientes necesarios. A partir de cierta edad, se debe recurrir a otros alimentos para cubrir esas necesidades.
Lo mismo pasa cuando se envejece. El cuerpo no cuenta con la misma fuerza y energía, por lo que es necesario suplir esas necesidades.
La nutrióloga Aleida Hilario, explica que “una alimentación balanceada es fundamental en cada una de las etapas de nuestra vida. Los aspectos básicos de nuestra ingesta van cambiando a medida que nuestro organismo avanza cronológicamente, ya que los requerimientos nutricionales son diferentes”, dice.
En el caso de los envejecientes, indica, una nutrición apropiada no solamente se trata de cubrir las necesidades nutricionales, sino también de reducir el riesgo de algunas enfermedades, ayuda a tener una mejor respuesta a tratamiento en caso de que exista una condición previa; lo que se traduce a una mejoría en la calidad de vida.
Explica que a medida que envejecemos el requerimiento kilocalórico disminuye en comparación al adulto joven. Esto se debe a que los procesos fisiológicos del organismo requieren menor energía cuando disminuye la actividad física y hay una menor masa muscular.
Para mantener la masa ósea y reducir el riesgo de osteoporosis las recomendaciones de calcio deben incrementarse en un 20% aproximadamente.
Alimentos. Especifica que la leche y sus derivados son las mejores fuentes de calcio, al igual que los vegetales de hoja verde y las sardinas. Es necesario consumir suficiente vitamina D para poder absorberla y realizar al menos 30 minutos de ejercicio diariamente.
“Aunque los requerimientos kilocalóricos varían de acuerdo a la edad y al nivel de actividad, estas deben elegirse cuidadosamente procurando que aporten los nutrientes necesarios. La recomendación de cereales, proteínas, vegetales, frutas, lácteos debe balancearse de forma adecuada diariamente e incluir lípidos o grasas no saturadas de forma moderada”, sostiene la especialista de la alimentación.
La deficiencia de hierro es frecuente encontrarla en esta etapa, dando lugar a la aparición de anemia ferropénica, caracterizándose por cansancio, debilidad y deterioro progresivo del envejeciente. La vitamina C, contenida en frutos cítricos, ayuda a nuestro organismo a absorber el hierro de los alimentos que lo contienen. Además es un excelente antioxidante lo que contribuye a retrasar el proceso de deterioro del organismo.
Ella recomienda el consumo diario de entre 20 y 35 gramos de fibra (para un adulto) para mantener una buena función digestiva, además de una adecuada hidratación. Se encuentra principalmente en los granos enteros, algunas frutas y verduras.
La vitamina A contenida en vegetales de hoja verde y los de color amarillo y naranja, ayuda con la visión, a adaptarse a cambios de luz, protege la piel, así como otros tejidos.
El ácido fólico colabora en la formación de glóbulos rojos y su deficiencia puede provocar anemia por deficiencia de folatos.
“Encontramos el ácido fólico en los vegetales de hoja verde, algunas frutas, las leguminosas y los productos de granos enriquecidos”, señala Hilario.
Asimismo, que la vitamina B12 participa en la elaboración de glóbulos rojos; su déficit se le relaciona con problemas neurológicos. Es posible encontrarla en las carnes, el pescado, pollo, los huevos y los productos lácteos. El zinc participa en múltiples reacciones químicas y en el sistema inmune ya que favorece la producción de linfocitos, ayuda en la cicatrización de heridas, colabora en el mantenimiento de la estructura de las células, su presencia en el organismo es esencial para el correcto funcionamiento del olfato y el gusto. Sus principales fuentes son: carne, mariscos, productos de grano, germen de trigo, la leche, frutos secos.
Una buena hidratación. Los adultos mayores necesitan una buena hidratación, por lo que es recomendable tomar abundante líquido.
Algunos alimentos proveen líquidos, pero aun así es necesario tomar todo tipo de bebidas, jugos, leche, sopas, que pueden incluir además otras sustancias nutritivas, teniendo siempre presente: agua.
“Cada persona es un ente diferente al igual que sus requerimientos, condiciones de salud, actividad física que realiza, por lo que es ideal visitar a su médico para las recomendaciones particulares en cada caso”, concluye Hilario.