Como debe ser

Como debe ser

Hay que respaldar plenamente la decisión de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), de detener por varias horas a los conductores que violan la luz roja de los semáforos.

 En todo caso, si algo debemos deplorar es que esta decisión se exhibe como algo extraordinario e inusual, cuando ha debido ser rutina, pan nuestro de cada día.

En la maraña que denominamos tránsito cada uno ha impuesto su ley y el resultado ha sido el caos que predomina en la actualidad.

El irrespeto de las señales de tránsito y la luz de los semáforos están entre las violaciones más frecuentes y riesgosas que cometen los conductores, fundamentalmente los del transporte de pasajeros.

Esta violación y el exceso de velocidad contienen las más altas dosis de temeridad asociada a la conducción de vehículos de motor, y por eso la ley establece sanciones relativamente duras contra las mismas.

También hay que ponerle fin a la práctica de bloquear los carriles de giro y parar sobre la franja reservada a los peatones.

Con o sin los agentes de AMET en los cruces de vías provistos de semáforos, lo cierto es que se ha adoptado una decisión que contribuirá bastante a poner orden en la circulación vehicular.

Desde luego, hay que recomendar que se evite por todos los medios la comisión de excesos por parte de los miembros de AMET aún en el caso de que la violación de una luz roja es, de parte del conductor,  un exceso grosero y peligroso que requiere ser sancionado con el mayor rigor permitido por las leyes sobre la materia.

Nuestros índices de mortalidad por causa de accidentes de tránsito nos dicen que hay que hacer algo para hacerle entender a los conductores que no son los dueños de las vías públicas, y mucho menos de las vidas de los demás.

 Las reglas para la conducción de vehículos de motor están escritas y no hay que inventar más nada sobre el particular.

Solo hay que hacerlas cumplir al pie de la letra, sin importar que pataléen aquellos que se creen amos y señores de las vías y de las vidas de todos.

En el caso de los semáforos y el arresto de quienes  violan la luz roja, los agentes de AMET están haciendo valer las reglas y todos deberíamos respaldarlos, como debe ser.

Doña Asela

El fallecimiento de doña Asela Mera de Jorge priva al país de un ejemplo de esposa y madre abnegada, de trato siempre afable y preocupada por los problemas del país.

Fue la esposa del ex presidente Salvador Jorge Blanco, a quien acompañó muy de cerca en sus labores de Estado, entre 1982 y 1986, sin que las alturas del poder mermaran la calidez de su trato.

Doña Asela nació en Santiago de los Caballeros en 1933. Fueron sus padres Sebastián Alfonso Mera Ureña y Leticia Checo Checo.

De su matrimonio con el ex presidente Jorge Blanco nacieron sus hijos  Dilia Leticia y Orlando, ambos abogados y este último actual secretario general del Partido Revolucionario Dominicano, que llevara al poder a su padre en las elecciones generales del 1982.

Quebrantos de salud pusieron fin a su vida la madrugada de este jueves, a la edad de 74 años.

 Este periódico se solidariza con el pesar que embarga al ex presidente Jorge Blanco, sus hijos Orlando y Dilia Leticia, así como a hermanos y demás familiares de la dama fallecida. Paz a sus restos.

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